La religión, como cualquier rasgo cultural, evoluciona a lo largo de los años y los territorios. Es imposible comprender el origen y el funcionamiento de las distintas religiones sin entender qué y cómo somos los seres humanos. De hecho, no es casualidad que todas las religiones presenten puntos en común.
Para entender el siguiente escrito debemos comprender que no se está entrando a debatir la existencia de Dios (o Dioses) y mucho menos se está haciendo una crítica a las religiones en general. Más bien, vamos a comparar el masoquismo y la religión como dos fenómenos que aparecen de manera inevitable en el ser humano, como veremos, porque satisfacen necesidades y deseos humanos (innatos o no).
¿Qué relación guarda el masoquismo con la religión? ¿Se obtienen beneficios similares estando en la religión y en los roles masoquistas? ¿Qué necesidades humanas satisfacen?
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¿Qué es el masoquismo?
Vamos a comenzar hablando y describiendo el masoquismo como la primera parte de esta comparación. Además, vamos a evitar entrar en los conceptos de sadismo y sadomasoquismo para acortar la extensión y reducir la complejidad del escrito.
Se suele definir como masoquismo a la obtención de placer (directo o indirecto) a través de experimentar actos de crueldad, sufrimiento o dolor en uno mismo. Estos actos punitivos pueden llevarse a cabo por otra persona o pueden ser autoinflingidos.
Normalmente, cuando los actos de dominación y castigo son llevados a cabo por otra persona, suele tratarse de alguien sádico que disfruta con el sufrimiento del masoquista; entre ambos, además, suele haber un cierto nivel de proximidad emocional.
Para el masoquista, el hecho de sufrir estos actos causan sensaciones de placer y dolor de manera simultánea. Esto se conoce como algolagnia, es decir, sentir placer o incluso excitación sexual ante la presencia de dolor y sufrimiento. De todos modos, avisamos que la algolagnia guarda diferencias importantes con el masoquismo que no tienen cabida en este artículo y no se pueden usar como sinónimos.
El masoquismo es normal
Dependerá en gran medida de cómo etiquetemos el concepto de masoquismo, pero sin duda, es muy frecuente en la población general.
Si relacionamos el masoquismo con las prácticas del BDSM (por sus siglas, Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo) podremos apreciar como significativo el hecho de que en torno al 20% de la población lo ha practicado y más del 30% tiene fantasías basadas en el BDSM. Asimismo existe una preferencia por los roles dominantes por parte de los varones y por los roles de sumisión por las mujeres.
7 motivos para ser religioso o masoquista
Las motivaciones humanas son tan variadas como personas hay en el mundo, de todas formas encontramos 7 razones centrales que explican porqué muchas personas disfrutan con los roles y patrones masoquistas. ¿Encuentras alguna relación con rendir culto a un Dios?
1. Control, orden y predecibilidad
Sumidos en un mundo donde el futuro es impredecible y la libertad puede causar verdadero vértigo, tener a alguien que controla la situación por nosotros y nos dice lo que va a suceder causa verdadero placer.
Esto se ve claramente en los niños. Cuando un niño pequeño no tiene figuras de apego presentes, es probable que actúe incorrectamente para recibir intencionalmente un castigo, no solo por la atención que recibe a cambio, sino por sentir que hay alguien superior a él que le impone unas reglas y una estabilidad.
2. Responsabilidad
A causa de lo que hemos comentado, desaparece la responsabilidad del individuo. Podemos ilustrar varios ejemplos de esto:
Un jefe de una gran empresa puede acabar sufriendo mucho estrés por esta responsabilidad y preferir acabar delegando parte de su poder (o todo su poder) en otra persona. De esta forma pierde poder pero también responsabilidad.
Muchos hombres optan por experimentar el rol de sumiso en las relaciones sexuales porque la responsabilidad de ser quienes llevan las riendas de los encuentros sexuales les angustian y les provocan ansiedad, o quieren, sencillamente, poder liberarse y dejarse llevar por la situación.
Con la idea de Dios sucedería algo similar. Si hay alguien superior a mí que ha tomado las decisiones finales, ¿por qué voy a sentirme responsable de mis actos? Dios así lo ha querido.
3. Justicia
Se podría considerar un subapartado de la responsabilidad. La persona que cree en Dios siente alivio cuando piensa (y está convencido de ello) de que cualquier persona que obre mal será castigado y no podrá escapar de la justicia divina.
Esta situación le hace sentir bien porque sabe que los culpables pagarán tarde o temprano. En los últimos años a esto (por moda) se le está llamando karma. El masoquista no solo es fiel al otro, sino que además le confiere la responsabilidad de hacer justicia ante quienes no acatan sus normas. ¿Cómo no sentirse bien cuando hay alguien (persona o Dios) que hará que quienes te han dañado paguen?
4. Culpa
Desde bien pequeños aprendemos (nos enseñan) a sentirnos culpables por nuestros (supuestos) errores. Esta culpa se suele encadenar con una conducta a modo de “pago” o penitencia que debe, supuestamente, liberarnos de tal sentimiento y hacernos sentir mejor.
Cuando este patrón se arraiga profundamente en la persona y toma dimensiones demasiado prominentes, es posible que se tienda de manera patológica a las conductas masoquistas. En estos casos, el dolor (psicológico o físico) puede aliviar el sentimiento de culpa de la persona si así se ha asociado.
Existen muchos niveles en todo esto. Solo en un pequeño número de casos hay en realidad una dinámica de culpa-castigo-alivio patológica. Todo dependerá de cuán acentuada sean las conductas (y sentimientos) masoquistas.
5. El dolor es analgésico
Estudios recientes encuentran una relación cada vez más estrecha entre dolor y alivio o incluso placer.
No solo los núcleos neuronales del dolor y placer del cerebro están muy cercanos y comparten ciertas rutas nerviosas, sino que el mismo dolor consigue que segreguemos ciertas endorfinas que producen efectos ansiolíticos y analgésicos.
Por si fuera poco, la simple focalización de la atención en el dolor físico, reduce el dolor psicológico. El ejemplo prototípico de este efecto es el de las personas que se realizan cortes en las muñecas u otras partes del cuerpo.
No pensemos que autoinflingirse dolor físico es solo cosa de los masoquistas. En muchas religiones existen ejemplos donde los seguidores se autoinflingen castigos físicos, como la autoflagelación en el Cristianismo o el Ashura en el Islam.
En resumen, tanto el dolor físico en forma de (auto)lesiones como el dolor psicológico en forma de culpa, autodesprecio y otros sentimientos, son el pago que realizan bastantes religiosos y masoquistas.
6. Experiencias traumáticas
La persona que ha sufrido experiencias perturbadoras en el pasado puede usar tanto el masoquismo como la religión para refugiarse. En ambos casos podrá recibir cierto consuelo gracias a las diferentes vías que estamos comentando.
En ocasiones, la revivencia de experiencias traumáticas pueden estar causadas por la vivencia en el presente de nuevos acontecimientos que nos recuerdan a los susodichos eventos pasados. Este proceso si no es guiado con la ayuda de un profesional de la psicología, puede retraumatizar al paciente y aumentar los rasgos masoquistas generando un círculo vicioso.
Por supuesto, no todas las personas que experimentan y ejercen roles masoquistas tienen por qué llevar a sus espaldas eventos traumáticos pasados; lo más frecuente es que alguien experimente placer o liberación por alguno de estos puntos sin más. El problema aparece cuando la práctica masoquista es desmedida y excesivamente recurrente. En esos casos será conveniente indagar sobre un posible origen traumático.
7. Victimismo
En algunas ocasiones, el masoquista recibe una atención y unos cuidados que de otra forma no recibiría. Cuando la persona está dispuesta a someterse a la autoridad y a sufrir por y para otros, puede atribuirse el rol de víctima demandando atención y cuidados.
En el caso de tener una relación sadomasoquista con un sádico, el masoquista en muchas ocasiones no solo recibe dolor y castigos del sádico, sino que este último suele alternar los cuidados, la atención y el cariño con las conductas punitivas.
La idea que tiene en mente el masoquista (consciente o no) es que cuanto más sufres y te arrastras, más probabilidades hay de que los demás no perdonen y se comporten de manera comprensiva y acogedora con nosotros. La diferencia entre arrodillarme ante un Dios o ante otro ser humano, a nivel de beneficios psicológicos, no existe.
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Relación entre religión y masoquismo
Ahora que entendemos las implicaciones del masoquismo y cómo beneficia a quien lo practica, vamos a explicar el papel de la religión en todo esto. Para ello vamos a describir la situación que vive el creyente.
La persona religiosa cree en una deidad superior, que puede ser desde las energías cósmicas hasta un Dios concreto. Dicha deidad todopoderosa es quien dirige, protege, guía y acompaña al creyente.
A cambio, la persona religiosa, como hace el masoquista con el dominante, rinde culto a Dios, le paga con fidelidad incondicional y puede ser sometido a toda clase de inclemencias y sufrimientos, pero su servidumbre no se ve truncada.
El creyente siente que es algo, en tanto en cuanto forma parte de ese ser superior. Debe ganarse su perdón cuando hace lo incorrecto y lucha constantemente por actuar de acuerdo a las imposiciones de lo que Dios dice. El religioso sin Dios está tan perdido como el masoquista sin el dominante.
Al igual que el masoquista, el religioso no debe tomar decisiones y por tanto, no tiene responsabilidades. Es Dios quien dice lo que es justo y lo que no, lo que es el bien y lo que es el mal, a cambio, si se sigue estas normas, será recompensado. Pero lo más importante es que durante todo el camino, no sufre por las consecuencias de sus actos, porque es Dios quien debe juzgar y es Dios quien ha trazado el camino, en vez del creyente.
Lo sano y lo patológico
Nos gustaría que quedase clara la idea de que no estamos hablando de todas las personas religiosas ni de todos los masoquistas. Existen parejas con una relación de tintes masoquista-sádio o mejor aún, sumiso-dominante (de hecho en casi todas suele ser así) y esto no implica ningún problema; incluso suele ser sano.
Así pues, debe quedar claro: cualquier creyente puede servir culto a un ídolo y ser a su vez una persona equilibrada, sana y ejemplar como ciudadano.
Decir que el altruista ayuda a los otros porque le hace sentir bien no le resta valor a sus actos altruistas. Del mismo modo, decir que el religioso cree en un Dios y sigue sus mandatos mientras obtiene determinados beneficios, no le quita valor a las buenas intenciones ni desprestigia la imagen del mismo.
Todo dependerá de la inflexibilidad en la forma de pensar y actuar del practicante. Ya sea masoquista o religioso.
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