Como no todo el mundo tiene claro qué pasa a cuando dejamos de fumar, en las próximas líneas trataremos de describir los procesos por los que atraviesa el organismo de una persona que se propone dejar este hábito tan nocivo.
Lo cierto es que los efectos de dejar el tabaco comienzan a notarse prácticamente en cuestión de horas, como veremos seguidamente. Estamos seguros de que si todo el mundo tuviera claro los efectos que el abandono de este vicio en el cuerpo, más de una persona no se lo pensaba dos veces.
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¿Qué pasa cuando dejas de fumar? La abstinencia
Son muchos los factores que ocurren cuando dejas de fumar, pero no todos ellos tienen que ver con los procesos químicos que mantienen los mecanismos de la adicción; sino que también hay otros de naturaleza psicológica y situacional.
Estos últimos, más difíciles de “desaprender” y de escapar a su influencia, tienen que ver con el contexto al que asociamos el hábito de fumar.
Sobrellevar la ansiedad
La respuesta del organismo cuando retiramos un refuerzo (en este caso, el tabaco) que estaba recibiendo con cierta frecuencia, que había incorporado a su día a día y que le producía sensaciones de euforia o de relajación ante los estresores medioambientales; es la de generar ansiedad.
Evitar la tentación de coger un cigarrillo cuando el ahora ex-fumador se ve sobrepasado por las circunstancia y superar la ansiedad posterior que irá sintiendo durante las primeras semanas, es la primera dificultad que hay que cuando se decide a dejar de fumar.
Como suele decirse: “los primeros días después de dejar de fumar, son los peores”.
El síndrome de abstinencia
Este cuadro clínico se refiere a aquellos síntomas que surgen cuando el consumo habitual de una sustancia se reduce drásticamente o se suspende por completo. Los síntomas que más reportan las personas cuando dejan de fumar son: insomnio, dificultades en la concentración, irritabilidad, ansiedad, depresión o cambios en el patrón de ingesta de los alimentos.
En este sentido, la duración y características del síndrome de abstinencia en cada persona se asocian directamente con la cantidad de dosis de tabaco consumidas. De este modo, podríamos hablar también de “síndrome de abstinencia condicionado a una o varias situaciones”. Así pues, el fumador diario (aquel que fuma varios cigarros al día), tendrá mayores dificultades para desengancharse del tabaco que el fumador esporádico (la persona que únicamente fuma unos pocos y en situaciones muy puntuales).
Si bien al comienzo del proceso de deshabituación, las manifestaciones que comentábamos más arriba se agudizarán (con el malestar psicológico asociado), el síndrome de abstinencia del tabaco es de los menos perjudiciales y de los más fácilmente superables e inocuos; especialmente si lo comparamos con los síndromes asociados a otras drogas duras, aunque más de algún ex-fumador se pueda tirar de los pelos ante esta afirmación.
Afrontar el bombardeo masivo de publicidad
Lidiar con el impulso de querer encender un cigarro será una de las situaciones recurrentes que pasan cuando dejamos de fumar.
Una vez desaparecidos los síntomas fisiológicos del síndrome de abstinencia tras la retirada de la nicotina, la persona ex-fumadora debe mantenerse fuerte ante las numerosas estimulaciones del entorno que le alientan a fumar. A este oscuro propósito sirve eficazmente la publicidad masiva, cuyas asociaciones psicológicas en el sujeto con la acción de fumar son mucho más difíciles de olvidar que lo que ha supuesto a su cuerpo readaptarse a la falta de nicotina.
Así pues, y aunque la publicidad de las tabacaleras se haya reducido considerablemente (o, al menos, haya obviado enfatizar tanto los aspectos positivos de fumar como antaño ocurría), los ex-fumadores tienen por delante una dura lucha hasta lograr permanecer impasibles ante la influencia de marquesinas, anuncios de televisión, en Internet, periódicos o revistas, entre otros, que promocionan el consumo de nicotina de forma sutil o directa y con las que topamos día a día.
Evitar situaciones sociales favorables para fumar
Considerar que dejar de fumar es únicamente no coger un cigarrillo de la cajetilla es un error que lo único que consigue es despreciar el grandioso esfuerzo y las dificultades por las que pasa toda persona decidida a abandonar el tabaco; además de minimizar los resultados positivos que, poco a poco, los ex-fumadores van logrando.
Por ello, una vez superados los síntomas físicos asociados a la abstinencia (el famoso “mono”, o la necesidad imperiosa de encender un cigarrillo), todavía quedan por afrontar aquellas situaciones cotidianas en las que era habitual echar unas caladas: el cigarro del desayuno, el de durante los descansos, el de después de comer, el de la salida del trabajo o los que se fuman en contextos de ocio, por citar algunos ejemplos.
Lo que pasa cuando alguien deja de fumar es que situaciones de este tipo pondrán a prueba su capacidad por resistirse al impulso de encender un cigarrillo. Una acción tan sencilla de hacer y que, sin embargo, acarrea tanto malestar cuando se ignora el estímulo.
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6 beneficios después de dejar de fumar
El cuerpo humano necesita tiempo para recuperarse de un vicio como tabaquismo, si bien es cierto que los beneficios después de la última calada comienzan a notarse prácticamente a las primeras horas. Después de ese momento clave, van en aumento a medida que pasan los días, semanas y meses.
Ahora bien, conviene no perder de vista que los efectos del tabaco son reversibles siempre y cuando se tomen medidas antes de los 40 años. Si, por el contrario, se excede este límite de edad, aunque el cuerpo no empeora, sí que es cierto que hay daños que son definitivos.
Veamos qué pasa en nuestro interior cuando dejamos de fumar:
1. Primeras 24 horas después de dejar de fumar
Finalizada la última calada, notaremos a lo largo de las primeras horas como el ritmo cardiaco se relaja y estabiliza, volviendo a límites previos a cuando comenzamos a fumar. Igualmente, se bombea la sangre a menos presión, por lo que la circulación también se verá favorecida.
Al llegar al ecuador de nuestro primer día sin fumar, el organismo comienza a purgarse de las toxinas del tabaco que se han adherido a las paredes de los pulmones, como el monóxido de carbono (gas contenido en el humo del tabaco y que impide el correcto aporte de oxígeno a la sangre), restableciendo la normalidad y aumentando el nivel oxígeno en sangre. Gracias a esto, podremos volver a practicar deporte sin cansarnos demasiado deprisa.
Esto ocurre porque los cilios (diminutos capilares que recubren las paredes internas de los pulmones, encargados de depurar el canal respiratorio de desechos que dificulten dicha función), permanecían paralizados mientras el hábito de fumar persistía. Lo que pasa cuando se deja de fumar es que los cilios comienzan a regenerarse, recuperando progresivamente su función depuradora.
2. Un mes después de dejar de fumar
Poco a poco, la acción de los pulmones va recuperando su funcionamiento normal. Cuando ya ha pasado un mes desde la última calada y el cuerpo ha expulsado prácticamente todas las sustancias tóxicas del humo ingerido de los cigarros, las dificultades respiratorias mejoran, junto con la carraspera o la tos.
La actividad física se antoja menos agotadora y evoluciona el rendimiento en ejercicios que requieren de un buen ritmo cardiorrespiratorio, como correr a ritmo normal, pedalear en bicicleta o hacer hacer gimnasia.
3. ¿Qué pasa a partir del primer mes sin fumar?
Una vez superamos la franja del primer mes sin fumar, los progresos van sumando: la sangre poco a poco vuelve a circular sin tantas dificultades, transportando la cantidad necesaria de oxígeno a los músculos con normalidad.
Alcanzados nueve meses tras la última calada, uno de los beneficios de dejar de fumar ocurre en los pulmones, donde los cilios vuelven a desempeñar su labor limpiadora con normalidad. Por ello, con el tiempo se reducen notablemente los arrebatos de tos o la segregación de flemas, porque los cilios ya no detectan materia residual pendiente de eliminar del organismo. Así pues, hacia los nueve meses sin fumar, se regeneran nuevos cilios y los pulmones están de nuevo limpios.
4. ¿Y si estamos un año sin fumar?
Cuando pases el primer año sin fumar, se reducirán a la mitad las probabilidades de contraer alguna cardiopatía en las arterias coronarias.
5. ¿Qué pasa si logramos estar 10 años sin fumar?
Tras una década, los beneficios de dejar de fumar implican que el riesgo de padecer cáncer de pulmón es menos de la mitad que el de cualquier persona fumadora; además de hallarse que hay menos incidencia de otros tipo de cánceres asociados al tabaquismo (de boca, laringe, esófago, páncreas, estómago e hígado, por citar los más graves).
6. Después de 15 años sin dar una calada
La persona ex-fumadora tiene el mismo riesgo de tener un ataque al corazón que una persona no fumadora.
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