Análisis del capítulo final de Juego de Tronos.

Juego de Tronos Temporada 8 Capitulo 6 (8x06): final

Así hemos visto el final de Juego de Tronos y estas son nuestras conclusiones.

Análisis del capítulo final de Juego de Tronos.
Análisis del capítulo final de Juego de Tronos. | HBO.

 

Ya podemos decir que vivimos en la época post-Juego de Tronos. La producción de HBO ha supuesto un cambio de paradigma en la televisión, el empujón definitivo de una industria que ya fue impulsada por series como Twin Peaks o Lost. Durante la madrugada del domingo 19 al lunes 20 de mayo de 2019, el mundo se ha paralizado para ver las últimas secuencias de un fenómeno que ya es historia. Analizamos el último capítulo de Juego de Tronos, 8x06.

Análisis del final de Juego de Tronos (sin odio)

Sería muy fácil subirme al carro de odio que durante las últimas semanas ha ido creciendo en tamaño, decir que nada en esta octava y última temporada nada tiene sentido y que David Benioff y D.B. Weiss son unos absolutos ineptos que merecen ser fustigados en la plaza mayor. Pero no lo siento así. Si la decisión de HBO ha sido reducir el número de capítulos en estas dos últimas temporadas, los motivos deben estar más que claros para la plataforma y los productores.

Solo añadir que, como todas las tendencias que se convierten en monstruos incontrolables de Internet, el odio hacia Juego de Tronos se revelará como una moda pasajera que morirá en pocos meses. Mientras tanto, nos toca aguantar aquello de “el final de la serie fue una auténtica basura”, aunque los autores de tales afirmaciones ni lo hayan visto. En cualquier caso, intentaré esquivar la bola de nieve de odio y me centraré en repasar el último capítulo de la serie, que para eso estamos.

La muerte del amor

En este final de Juego de Trono hay dos pilares básicos (A PARTIR DE AQUÍ ENCONTRARÁS SPOILERS), que son la muerte de Daenerys y la coronación de Bran, el primero de su nombre y todos los títulos que vienen detrás. Sobre la primera se ha hablado mucho, especialmente desde que decidió calcinar a todos los habitantes de Desembarco del Rey en el penúltimo capítulo. Siendo así -y de verdad creo que Cersei merecía mayor protagonismo y una muerte digna- he de decir que el desenlace de su arco narrativo me parece cada vez más coherente.

Era bastante evidente que el último capítulo iba a estar centrado, en parte, en su muerte, y también estaba bastante claro que su verdugo no iba a ser otro que Jon Nieve (aunque Arya era otra clara candidata), cumpliendo así con la famosa profecía de Azor Ahai y el guerrero prometido que acaba con la vida de su amante para salvar a la humanidad. La escena podría haber tenido más carga emotiva y la dirección podría haber sido más fina, pero consiguen que pensemos, por una milésima, que Jon acabaría la serie como un mero títere de la Targaryen. Por suerte hunde su puñal en ella.

Daenerys en el capítulo final de Juego de Tronos.
Daenerys en el capítulo final de Juego de Tronos. | HBO.

 

El que pone en marcha este clímax es Tyrion, que convence a Jon para que de una vez por todas actúe en consonancia con su personaje y haga lo correcto. “El amor es la muerte del deber” y “el deber es la muerte del amor”.

Hasta ahí, el capítulo resulta bastante previsible.

El primero de su nombre

Entonces se produce un salto temporal de dos semanas (lo sabemos porque Tyrion menciona el tiempo que pasa encerrado), justo hasta la reunión de los personajes que quedan vivos con Gusano Gris, que sigue rindiendo pleitesía a una Daenerys muerta. Tras un breve intercambio de amenazas, toca elegir quién ocupará el trono -metafóricamente hablando, porque el Trono de Hierro ya no existe- y se suceden dos momentos que me parecen, como mínimo, acertados.

El primero es la torpe candidatura al trono de Edmure Tully. El hermano de Catelyn nos recuerda que en momentos tan solemnes siempre hay lugar para la torpeza y la ambición, y es que si algo nos ha enseñado Juego de Tronos es que el poder está a menudo en manos de las personas menos indicadas. El segundo es el discurso de Sam, quien propone instaurar una democracia en los Siete Reinos. Ese hubiera sido el final más idílico, pero por suerte la serie desecha la idea tan pronto como los protagonistas se echan a reír.

Momentos después Tyrion propone la solución más coherente y menos polémica, para Poniente y para los productores de la serie, que no es otra que sentar a Bran en el trono. Pero, ¿qué hay de Jon? ¿No se supone que él es el heredero legítimo? Hay, como mínimo, dos motivos para enviar a Jon a la Guardia de la Noche. El primero es que siempre será un ser atormentado por haber matado a Daenerys, y ya sabemos qué pasa con los Targaryen atormentados. El segundo es que él nunca ha querido el trono, y eso, irremediablemente, le incapacita para ser un buen gobernante.

En cuanto a Bran, como Cuervo de Tres Ojos ya sabía de antemano que acabaría siendo el rey, pero aún no tenemos claro por qué no se pronunció ante la inminente masacre de Daenerys. Quizás todo era parte del plan.

¿Qué hay al oeste de Poniente?

La recta final explota el recurso de la nostalgia. No ofrece un final espectacular pero sí un final cerrado y satisfactorio. Arya embarca hacia el oeste de Poniente para ver qué hay dónde terminan los mapas (¿idea para un spin-off?), mientras que Sansa se proclama Reina en el Norte. Recordamos que Sansa ha luchado incansablemente durante la última temporada por los intereses del Norte, así que su arco narrativo se cierra por completo.

Por último, Jon regresa al Castillo Negro, donde le esperan Tormund y Fantasma. El reencuentro de Jon con el lobo huargo sigue sin justificar su falta de tacto en el cuarto capítulo, pero nos alegramos de que Fantasma se reencuentre con su amo. La serie baja el telón con el Pueblo Libre volviendo más allá del Muro, una escena solemne, pero quizás no lo suficiente para cerrar un fenómeno televisivo de ocho temporadas.

Tyrion en el capítulo final de Juego de Tronos.
Tyrion en el capítulo final de Juego de Tronos. | HBO.

 

Conclusión

Tras una temporada 8 cargada de polémica y de giros de guión más o menos acertados, Juego de Tronos ha tenido un cierre tranquilo, nostálgico, agradable en términos generales. El reparto nos había preparado para un final agridulce pero no tengo la sensación que nadie vaya a quedar traumatizado tras los créditos. Los productores, quien sabe si siguiendo las indicaciones de George R.R. Martin, han sido benévolos al dejar vivos a nuestros favoritos.

No es el mejor trabajo narrativo de la serie, está claro, y tampoco lo es en términos técnicos. La fotografía y los planos-secuencia (por Dios, el de Arya recorriendo la ciudad se ha quedado en mi retina) fueron inmejorables en el 8x05, y en este último capítulo brillan por su ausencia. Bien es cierto que el ritmo es más pausado y no hay espacio para grandes florituras, pero aún así echamos en falta algún momento de brillantez.

Para acabar, querría no ser desagradecido, como toda esa masa social enfurecida con Benioff y Weiss, y dar las gracias a los responsables de la serie por este viaje maravilloso. Juego de Tronos siempre formará parte de mi.

George R.R. Martin, acaba la saga de una maldita vez.

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