Se acabó Canción de Hielo y Fuego; vuelve el Juego de Tronos. Esta sería la conclusión tras ver el capítulo 4 de la temporada 8, el sucesor de una Batalla de Invernalia que volvió a dividir a la audiencia con un final tan sorprendente como polémico. Una semana después, este es nuestro veredicto de El último de los Stark, un capítulo que nos trae de vuelta a Cersei y nos arrebata a un personaje muy querido.
El análisis del capítulo contiene spoilers.
Vuelve el juego de tronos
En Juego de Tronos hay dos tipos de espectadores: aquellos que aceptan los elementos fantásticos -como los Caminantes Blancos- como parte de la narrativa y del mundo de Juego de Tronos y aquellos que valoran más la verosimilitud y disfrutan con las tramas de intrigas, el intercambio de información y los secretos revelados. Este cuarto capítulo tiene más de lo segundo.
La muerte de El Rey de la Noche significó el verdadero final para muchos. El último de los Stark tenía la obligación de recuperar a los espectadores perdidos en el camino, los que piensan que la pugna por el trono era completamente secundaria. Por lo tanto, era necesario presentar una nuevo villano, alguien que cometiera un acto tan terrible como necesario para encarar el final de la serie. ¿Quién mejor que Cersei Lannister?
En este terreno menos tolkiniano es donde mejor se desenvuelven personajes como Varys. Estuvo ausente durante toda la Batalla de Invernalia -por razones obvias- y ahora reaparece para jugar su papel en el juego de tronos. Sus cartas están claras: jugará a favor de quien considere mejor gobernante, y resulta que Daenerys está empezando a ser víctima de sus propias inseguridades, lo que la convierte en una candidata débil.
Pero antes hay unas cuantos detalles que vale la pena repasar.
El festín de Invernalia
El capítulo empieza con la quema de cadáveres, un recuerdo intrascendente para todos aquellos caídos en la batalla. Instantes después vemos como los supervivientes organizan un gran banquete en los salones de Invernalia, una fiesta en la que casi todos acaban como una cuba y sacan a pasear sus pasiones más mundanas. Todos excepto Daenerys, que está empezando a perder el norte. Literalmente.
Como podemos ver, en Juego de Tronos el amor suele ser sinónimo de debilidad. Por suerte, Arya parece inmune a estos asuntos y rechaza de la forma más elegante posible la propuesta de Gendry, quien acaba de ser nombrado señor de Bastión de Tormentas. Una teoría de los fans asegura que el herrero podría acabar gobernando los Siete Reinos, y lo cierto es que no me parece tan descabellado.
Otro romance que acaba fatal es el de Jaime y Brienne. Parecía que su arco argumental había llegado a su fin en El Caballero de los Siete Reinos, nada más lejos de la realidad. Con unas cuantas copas de vino y mucha torpeza, dan el siguiente paso y comparten una noche de desenfreno, pero el fantasma de Cersei sigue siendo el principal obstáculo de este amor platónico. Jaime regresa a Desembarco del Rey -no sabemos si quiere volver a los brazos de Cersei o matarla-, dejando atrás a una Brienne más derrotada que nunca.
Jon está perdidamente enamorado de Daenerys, pero también es un hombre de familia, así que decide contarle a sus hermanas su verdadero origen. Aunque Sansa jura no decírselo a nadie, le acaba revelando el secreto a Tyrion, quien inevitablemente se lo acaba contando a Varys. Habemus intriga. Aquí vemos que Sansa fue una excelente alumna de Meñique, aprendiendo el valor de la información, pero bajo mi punto de vista comete un terrible error.
La confesión de Sansa ha sembrado la duda entre los consejeros de Daenerys en un momento crucial. La prioridad es derrocar la tiranía de Cersei, pero alguien como Varys podría empezar a tejer sus propias conspiraciones, poniendo en peligro la causa de la Targaryen y favoreciendo los intereses de Cersei.
Por otro lado, no podía pasar sin denunciar la indignante indiferencia con la que Jon trata a Fantasma, de largo su compañero más leal.
“Dracarys”
Uno de los momentos más cuestionables del capítulo es la muerte de Rhaegal. Me resulta difícil de creer que Danerys no sea capaz de ver la flota de Euron entre las rocas, o que Drogon no sea lo suficientemente hábil como para colocarse fuera del alcance de los escorpiones y quemar los barcos. En cualquier caso, Euron dirige su ataque contra la flota de Daenerys, lo que acaba con Missandei presa en Desembarco del Rey.
Missandei de Nath está condenada a morir desde el momento en que pisa la capital. Su trágico desenlace a manos de La Montaña es necesario para que los espectadores odiemos a Cersei en la recta final. Su última palabra, “Dracarys”, es un mensaje para Daenerys y un aviso a los espectadores de que el siguiente capítulo será un espectáculo de sangre y fuego.
En definitiva, El último de los Stark es un nuevo capítulo de transición que nos redescubre a Cersei y nos hace olvidar parcialmente todo el asunto del Rey de la Noche. Quizás Benioff y Weiss se guardan un as en la manga para el último capítulo, pero todo parece indicar que la batalla entre el bien y el mal se librará, irremediablemente, en Desembarco del Rey.
Lo mejor que podemos hacer por ahora es dejar de pedir explicaciones y disfrutar del despliegue de medios. Que nos resulte más o menos convincente, eso es otra historia.
Lo mejor
Cersei es un villano implacable. Quizás más que el Rey de la Noche.
En términos generales, el capítulo recupera el interés por el final de la serie.
La factura técnica vuelve a ser impecable. Presupuesto hay de sobra.
Lo peor
Resulta poco creíble que la flota de Euron aparezca de la nada.
Tanto Jon como Daenerys parecen haber perdido toda capacidad de tomar decisiones.
Fantasma se merece más protagonismo.
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