Jack el Destripador: identidad, quién era y otros secretos

El famoso asesino en serie Jack el Destripador asesinó a numerosas mujeres. Aquí podrás descubrir quiénes fueron y cuál fue su (posible) verdadera identidad.

Jack el Destripador es probablemente el asesino en serie más famoso de la historia.
Jack el Destripador es probablemente el asesino en serie más famoso de la historia. | Imagen de: Vanitatis.

 

Probablemente el asesino más famoso de todos los tiempos sea el autodenominado ‘Jack el Destripador’,  quien tuvo en vilo a los habitantes y cuerpos policiales de Whitechapel, el humilde distrito de clase obrera en el que actuó este despiadado personaje durante aquel lejano 1888.

En las siguientes líneas trataremos de conocer más sobre la psicología de este misterioso asesino, que desapareció sin dejar rastro tras asesinar a 5 víctimas, a las que pondremos nombre; además de conocer quienes fueron los sospechosos que se consideró que pudieran estar detrás de la identidad de Jack el Destripador, algo que que todavía no se ha esclarecido del todo.

La cronología de los asesinatos de Jack el Destripador

A Jack el Destripador se le han atribuido tradicionalmente 5 víctimas ‘canónicas’ u ‘oficiales’, aunque los estudiosos del asesino en serie le han llegado a culpabilizar de la muerte de hasta 13 personas.

31 de agosto: Mary Ann Nichols, la primera asesinada

Los asesinatos de Jack el Destripador comenzaron a finales agosto de 1888, con la primera víctima, Mary Ann Nichols (para los amigos, “Polly”), de 43 años. Esta prostituta había sido expulsada de la pensión donde solía pernoctar, pues carecía de los cuatro peniques requeridos para el pago diario.

Dispuesta a encontrar a un cliente que le proporcionara un alojamiento, Polly Nichols vagabundeó por las calles de Whitechapel durante la madrugada del 31 de agosto. Su cuerpo fue encontrado alrededor de las 3:40, a pocos metros del hospital de Londres, por un carretero que pasaba por allí. Había sido degollada.

8 de septiembre: Annie Chapman, segunda víctima

Una semana más tarde, moría Annie Chapman, alrededor de las 4:20 de la madrugada. El cadáver estaba en el patio trasero de una pensión en la calle Hanbury, un lugar elegido por las prostitutas  para realizar sus servicios por la privacidad que ofrecía, mucha más que los oscuros callejones donde habitualmente ejercían su profesión.

La segunda víctima de Jack el Destripador había aparecido con un enorme tajo en el abdomen y eviscerada: las tripas habían sido sacadas a conciencia con una precisión de cirujano. No obstante, la causa de la muerte había sido un profundo corte en la garganta realizado limpiamente y que había llegado hasta la columna vertebral, casi cercenando la cabeza.

30 de septiembre: el doble crimen de Elizabeth Stride y Catherine Eddowes

Hasta finales de septiembre de 1888, Jack el Destripador no volvería a actuar. Esta vez, se cobraría la vida de dos víctimas en una misma noche.

Elizabeth Stride

El asesinato de Elizabeth Stride ocurrió hacia la medianoche. Uno de los últimos testigos en ver con vida a ‘Long Liz’ fue un inmigrante polaco, que presenció cómo la mujer era metida a empujones en un callejón trasero, a pocos metros de dónde él se encontraba. Lamentablemente, estaba tan oscuro que no pudo dar detalles sobre el hombre que la abordaba.

El cuerpo fue hallado por un conductor de carros que casi se dio de bruces con él: presentaba un corte en la garganta que todavía borboteaba sangre, por lo que dedujo que el crimen debía de haber ocurrido pocos minutos antes de dar con él. Los estudiosos en el caso siempre han creído que Jack el Destripador actuó con prisas y que, al verse interrumpido repentinamente, no pudo terminar su “trabajo”.

Catherine Eddowes

No obstante, la noche no había acabado para el asesino, así que fue a por su segunda víctima. No había transcurrido ni una hora desde que muriera Elizabeth Stride, cuando apareció otro cadáver severamente mutilado: el de Catherine Eddowes. La última vez que se la vio con vida fue charlando con un hombre a la puerta de una iglesia. Diez minutos después, en una plaza cercana, un agente de policía hacía el macabro hallazgo.

Hasta la fecha, el cuerpo de Catherine Eddowes fue con el que más se ensañó el asesino: tenía la garganta seccionada de izquierda a derecha, en un profundo corte que había destrozado las principales venas del cuello. Destripada, el asesino colocó los intestinos sobre su hombro derecho, desfiguró sus párpados, rostro y parte del cuerpo cuerpo con tajos realizados apresuradamente.

Por otro lado, su riñón desapareció sin poder ser encontrado y su útero había sido extirpado, dejando únicamente un muñón del mismo dentro del cuerpo.

9 de noviembre: Mary Jane Kelly

El horror y la barbarie alcanzaron las cotas más altas con el asesinato de Mary Jane Kelly, la prostituta pelirroja. Mientras que los cadáveres de sus compañeras de profesión habían aparecido en plena calle, del de Mary Jane fue encontrado en una pequeña habitación de alquiler  que daba a una pequeña calle desde la que se podía acceder fácilmente al interior por una de sus ventanas.

La más joven de las víctimas de Jack el Destripador contaba 25 años en el momento de su asesinato. Su cuerpo sufrió graves amputaciones: se le extirparon nariz, orejas y pechos. Sin embargo, aquella vez, el criminal se sumió en un frenesí de depravación con la chica que le llevaría a no dejar más que un amasijo de carne, cartílagos y huesos, como funesto colofón a su particular obra.

Se cree que, debido a la protección que le ofrecía la habitación en la que tuvo lugar el crimen, al amparo de curiosos que pudieran entorpecer su labor, Jack el Destripador pudo regocijarse en sus impulsos más sádicos y desatar su creatividad asesina.

La personalidad del asesino

Las 5 víctimas canónicas de Jack el Destripador fueron degolladas de un potente corte de izquierda a derecha en la garganta, probablemente con algún tipo de instrumental de precisión, como podría ser un bisturí e incluso un machete bien afilado; y todas salvo una, aparecían en plena calle.

Las escenas del crimen

Investigadores como el famoso criminólogo Robert K. Ressler sentenciaba en su libro Asesinos en serie (2005), que  las escenas de los crímenes de Jack el Destripador son del tipo que se conoce como “desorganizadas”, un reflejo del caos imperante en la mente del asesino. Las heridas de las víctimas en escenarios desorganizados suelen ser terribles, prueba también de los delirios del autor, que despliega sus más bajos impulsos con sus víctimas.

Además, el lugar en el que aparecen los cuerpos suele ser el mismo que en el que han muerto, ya que los asesinos desorganizados no tienen la lucidez necesaria para desplazar u ocultar el cuerpo.

El arma de los crímenes

El arma preferida de los asesinos en serie suele ser el cuchillo y, en segundo lugar, el estrangulamiento. Ambos métodos garantizan al autor la cercanía con la víctima y la gratificación de matar empleando sus dos manos.

El mismo Ressler, experto entre otros muchos, en el caso de Jack el Destripador, considera que quien fuera el autor, debía de tener algún tipo de complejo o deformación que le impidiera mantener relaciones sexuales. Por este motivo, se considera que las embestidas realizadas con el bisturí sustituirían a las acometidas que haría con el pene si éste le funcionase.

Que al menos dos de las víctimas de Jack el Destripador apareciesen con sendos úteros extirpados, o la misma mutilación de los pechos, son otros motivos para considerar el posible móvil sexual: estas acciones servirían al asesino para demostrar su dominancia sobre sus presas.

¿Quién era Jack el Destripador?

Aunque varios de los principales sospechosos de ser Jack el Destripador, pertenecían a las altas esferas del Londres victoriano, profesionales de la mente criminal como el citado Ressler u otros, sugieren que en realidad pudiera tratarse de alguien de la misma clase social que las prostitutas asesinadas.

El motivo de más peso al que aducen es que una persona de alta categoría, a no ser que fuera ataviada de incógnito, no habría podido pasar desapercibida en una zona depauperada como lo era el  East End, barrio de marineros, inmigrantes y prostitutas.

5. Príncipe Albert Victor Edward

Durante mucho tiempo fue el sospechoso número 1. Se trata del nieto de la reina Victoria, Duque de Clarence.

Los motivos a favor de su acusación sugieren que su médico personal, William Gull (que también estuvo en el punto de mira), había hallado en los aposentos del Príncipe unos manuscritos según los cuales éste había muerto de sífilis, en lugar de por una gripe como se creía. Los defensores de esta teoría creen que el heredero de la Corona gustaba de escaparse por las noches para dar rienda suelta a sus fantasías sexuales más depravadas con las prostitutas.

No obstante, parece que tenemos que tacharlo de la lista, ya que el Príncipe estaba de viaje en Escocia a la mañana siguiente de uno de los asesinatos.

4. Sir William Gull, el médico personal de la Familia Real Británica

Los amantes de la conspiración creen que el Príncipe Eduardo se casó en secreto con una prostituta de nombre Annie Crook. Según esta hipótesis, la Reina Victoria, al enterarse de este escándalo que podía hacer peligrar la reputación de la Corona, hizo apresar a Annie y encerrarla en un psiquiátrico,  donde le practicarían una lobotomía para que no hablase.

Fue Mary Jane Kelly quien cuidaría de la pequeña, fruto del amor del Príncipe y la prostituta. Indignada por lo ocurrido con la madre del bebé, trató de chantajear a la Corona, apoyada por las otras cuatro prostitutas. Ante la amenaza, la Reina Victoria envió a Sir William Gull para que acabara con las testigos.

Quienes sospechan que el médico real era el verdadero Jack el Destripador, creen que Gull se ocultaba en la parte de atrás de un carro tirado por caballos y conducido por su fiel cochero, encargado de engatusar a las ingenuas prostitutas para hacerlas subir. Una vez dentro, Gull acababa con ellas y después las dejaban tiradas en plena calle. Dos compañeros del médico, masones como él, borraban cualquier pista que pudiera incriminarle.

A pesar de lo plausible que parece la implicación del médico en el caso, parece ser que hubo cantidad de pruebas manipuladas e incongruencias, incriminando a Sir William más por morbo o chismorreos infundados que no en base a pruebas sólidas.

3. Walter Sickert

Fue la escritora Patricia Cornwell quien, tras una ardua investigación, propuso al pintor impresionista, Walter Sickert, como uno de los posibles Jack el Destripador. En su libro Retrato de un asesino: Jack el Destripador. Caso cerrado (2002), y gracias a los avances en las investigaciones en ADN, imposibles en aquella época, damos con una serie de evidencias que relacionan a Sickert con el caso: restos de su ADN en la correspondencia que envió a la comisaría de Scotland Yard o pistas sobre los asesinatos en sus pinturas.

Pero también hay escépticos que refutan esta hipótesis, ya que el ADN mitocondrial no es una prueba fehaciente que signifique que Sickert cometió los crímenes. Los escépticos tampoco ven que Sickert dejase claves ocultas en sus obras acerca de los asesinatos que únicamente pudieran conocer la policía o el autor los asesinatos, más bien creen que esto último es algo simplemente interpretable.

2. Aaron Kominski

En 2014, el peluquero de origen polaco Aaron Kominski fue otro acusado de estar detrás de los asesinatos de Whitechapel. Se sabía que era un maníaco sexual que merodeaba por el distrito, incluso había estado en el punto de mira de la policía de aquella época, aunque no consiguieron reunir las pruebas necesarias para apresarle.

Se le volvió a considerar sospechoso cuando, de nuevo, gracias a los avances en la ciencia forense, se comprobó que había restos de su ADN en un chal que supuestamente perteneció a Catherine Eddowes, la cuarta asesinada.

No obstante, muchos dudan de que dicha prenda fuera de la prostituta, pues consideran que su aspecto es demasiado lujoso para ser de alguien de vida empobrecida. Como en el caso de Sickert,  las pruebas mediante ADN mitocondrial no apuntan a un único responsable.

1. James Maybrick

A mediados de 2017, salieron a la luz las memorias de James Maybrick, un comerciante de telas inglés. En este diario, firmado por él, se confiesa autor del asesinato de cinco mujeres del barrio de Whitechapel y de otra prostituta en Manchester. Por si fuera poco, en las últimas líneas se autoproclama Jack el Destripador. Debido a la cantidad de detalles aportados sobre los crímenes, la falsificación queda descartada.

Pero Maybrick tenía 50 años en el momento de los hechos, no veía bien y tenía problemas de movimiento; algo que los detractores utilizan para borrarle de la lista de candidatos a Jack el Destripador, pues para esos crímenes se requería a alguien de mucha fuerza y con mano firme.

Maybrick es el más reciente de una larga lista de acusados, pero ¿conoceremos más pruebas que le incriminen o, por el contrario, aparecerán nuevos nombres que tendremos que apuntar como posibles Jack el Destripador? El misterio, parece que prevalece.

 

Bibliografía

Cornwell, P. (2002) Retrato de un asesino: Jack el Destripador, caso cerrado. Madrid: Brosmac.

Ressler, Robert K. y Shachtman, T., (2005) Asesinos en serie. Barcelona: Alba Editorial Ariel.

Ressler, Robert K. y Shachtman, T., (2010) Dentro del monstruo: un intendo de comprender a los asesinos en serie. Barcelona: Alba Editorial.