Andrei Chikatilo pasará a la historia por protagonizar los sucesos más macabros de la antigua Unión Soviética, y es que sus actos aún siguen estremeciendo a los investigadores más experimentados. Sus horribles crímenes le hicieron valer el sobrenombre de carnicero de Rostov, y es que fue artífice de un total de 57 asesinatos, siendo juzgado por 53 de ellos. Esta es su historia.
Chikatilo nació en Yáblochnoye, una pequeña localidad ucraniana, en 1936, justo antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Sus primeros traumas surgen en la infancia, y es que según diversos biógrafos, era objeto de burla por parte de sus compañeros del colegio a causa de su miopía y de su incontinencia urinaria. Cuando estalló el conflicto bélico, su padre fue capturado por el ejército nazi. Su madre a menudo les contaba a él y a su hermana que a su hermano mayor Stepán lo habían capturado para comérselo. Aquella historia marcó a Andrei para siempre.
A pesar de las circunstancias, el chico creció y se graduó como maestro, aunque siempre se mostró como un personaje tímido y lleno de complejos. Varias fuentes señalan que a los 35 años empezó a practicar el vouyerismo, a pesar su incapacidad para mantener una erección (aunque era capaz de llegar a la eyaculación). Sus traumas no le impiden encontrar una esposa, a la que logró dejar embarazada.
A pesar de eso, no dejaba de pensar que Dios le había castigado, lo que le llevó a cometer abusos sexuales contra sus propios alumnos, lo que le costó el puesto en 1974. “Desde la niñez me he sentido insuficiente como hombre y como persona. Lo que hice no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba cierta paz de mente y de alma durante largos periodos”, afirmó en una entrevista, cuando confesó sus crímenes.
En 1978, cuando tenía 42 años, empezó su actividad como asesino en serie. Un 22 de diciembre asaltó a una niña de nueve años en plena calle y la convenció para que se fuera con él a una cabaña de las afueras. Allí violó a la pequeña antes de asestarle una puñalada en el estómago. Dos días después del crimen, la policía halló el cuerpo de la niña en un río cercano.
Ya en 1981, empezó su trabajo de funcionario en una fábrica ucraniana y tres años después asaltó a su segunda víctima, una prostituta de 17 años llamada Larisa Tkachenko. Después de un intento sexual fallido, la estranguló salvajemente. Fue entonces cuando abordó la completa locura: le cortó los pezones a la menor y se los comió. Desde aquel momento sintió el impulso irrefrenable de matar y comerse parte de sus víctimas, especialmente los genitales.
Aunque dejó tras de sí un rastro evidente de ADN, los investigadores no puedieron determinar su identidad ya que fue catalogado como no secretor, y por lo tanto su semen o su saliva no poseen sustancias suficientes necesarias para el estudio.
El número de víctimas fue en aumento durante los años siguientes, hasta alcanzar a las 57 que confesó más tarde. Obtenía placer sexual a través de la violencia, aunque la eyaculación precoz que experimentaba le enfurecía aún más, creando un círculo vicioso atroz.
En 1990 fue condenado a 15 días de prisión aunque no por sus crímenes, sino por comportamiento impropio en la estación de autobuses de Rostov. El 17 de octubre de ese mismo año volvió a matar en un bosque cercano a la estación ferroviaria de Donlesjoz. Dicho crimen llamó la atención de las autoridades, que se volcaron en encontrar al asesino.
Andrei empezó a llamar la atención como sospechoso por su extraño comportamiento, motivo por el cual la policía le realizó numerosos interrogatorios. “Me detuvieron el 20 de noviembre de 1990 y he permanecido bajo custodia desde entonces. Quiero exponer mis sentimientos con sinceridad”, afirmó más tarde. Fue en ese momento cuando el carnicero de Rostov confesó sus horribles atrocidades, dejando perplejos a los investigadores soviéticos.
Aunque era evidente que actuaba cegado por sus traumas y su impotencia, los psiquiatras del Instituto Serbsky establecieron que sus actos eran premeditados y fue declarado como «legalmente cuerdo». En 1992 se celebró su juicio y Andrei Chikatilo fue condenado a la pena capital. El 14 de cerebro de 1994 fue ejecutado de un tiro en la cabeza en la prisión de Rostov.
Sus crímenes han llenado páginas y páginas, aunque nadie alcanza a comprender como Andrei era capaz de cometer tan terribles actos con niños y adultos. Algunos señalan que arrancar los ojos se convirtió en su sello como asesino en serie, mientras otros remarcan su actividad como caníbal. En cualquier caso, es considerado como el peor asesino de la Unión Soviética y un episodio negro en la historia de la extinta KGB.