10 poemas de Rosalía de Castro comentados

Una selección de los mejores poemas de Rosalía de Castro, comentados uno a uno, para entender la obra de esta excelente escritora gallega.

Poemas de Rosalía de Castro, aquí ilustrada por Luisa Carnés.
Rosalía de Castro ilustrada por Luisa Carnés. | Imagen de: Hoja de lata.

 

Rosalía de Castro (1837 - 1885) realizó una prolífica contribución al mundo de las letras, gracias a su encomiable labor en el campo de la novela, la poesía y de los cuentos cortos. Gallega con una gran devoción por su tierra, muchos de los poemas de Rosalía de Castro fueron escritos en su lengua natal, pero también escribió algunas de las composiciones más hermosas de la lírica española en la lengua de Cervantes.

10 poemas de Rosalía de Castro repletos de melancolía

Vamos a acercarnos al trabajo de esta magnífica poeta, que nos legó algunos de los versos más hermosos y a la vez más tristes del género, para tratar de analizar cuál es su significado subyacente.

1. Un manso río

Un manso río, una vereda estrecha,

un campo solitario y un pinar,

y el viejo puente rústico y sencillo

completando tan grata soledad.

¿Qué es soledad? Para llenar el mundo

basta a veces un solo pensamiento.

Por eso hoy, hartos de belleza, encuentras

el puente, el río y el pinar desiertos.

No son nube ni flor los que enamoran;

eres tú, corazón, triste o dichoso,

ya del dolor y del placer el árbitro,

quien seca el mar y hace habitar el polo.


La soledad queda perfectamente retratada en este poema corto de Rosalía de Castro, y sería un elemento recurrente en su obra. Al comienzo, nos plantea un paisaje silvestre, con una vereda, un pinar y un puente como componentes principales de esta escena. En los versos siguientes, la autora nos explica lo que significa la soledad y nos dice que, para combatirla, basta sólo un recuerdo que llene dicho vacío que tiene el corazón.

2. Soledad

Un manso río, una vereda estrecha,

un campo solitario y un pinar,

y el viejo puente rústico y sencillo

completando tan grata soledad.

¿Qué es soledad? Para llenar el mundo

basta a veces un solo pensamiento.

Por eso hoy, hartos de belleza, encuentras

el puente, el río y el pinar desiertos.

No son nube ni flor los que enamoran;

eres tú, corazón, triste o dichoso,

ya del dolor y del placer el árbitro,

quien seca el mar y hace habitable el polo.


Un concepto que, traducido al castellano sería similar a la aflicción (la saudade) está presente en muchos de los poemas de Rosalía, manifestada de diversas formas según el significado de cada escrito. En Soledad, la autora describe esta sensación utilizando elementos que encontramos en la verde Galicia por los que ya nadie pasa.

3. Recuerda el trinar del ave

Recuerda el trinar del ave

y el chasquido de los besos,

los rumores de la selva

cuando en ella gime el viento,

y del mar las tempestades,

y la bronca voz del trueno;

todo halla un eco en las cuerdas

del arpa que pulsa el genio.

Pero aquel sordo latido

del corazón que está enfermo

de muerte, y que de amor muere

y que resuena en el pecho

como un bordón que se rompe

dentro de un sepulcro hueco,

es tan triste y melancólico,

tan terrible y tan supremo,

que jamás el genio pudo

repetirlo con sus ecos.


Con nostalgia, Rosalía de Castro se acuerda del cantar de los pájaros, del sonido de los besos, el ulular del viento y del retumbar de los truenos. No obstante, el eco de un corazón apesadumbrado nunca podrá repetirse dos veces de la misma manera ni con tanta claridad.

4. Hojas marchitas

Las rosas en sus troncos se secaron,

los lirios blancos en su tallo erguidos

secáronse también,

y airado el viento arrebató sus hojas,

arrebató sus hojas perfumadas

que nunca más veré.

Otras rosas después y otros jardines

con lirios blancos en su tallo erguidos

he visto florecer;

más ya cansados de llorar mis ojos,

en vez de llanto en ellos, derramaron

gotas de amarga hiel.


En estos versos, la imagen de unas flores marchitándose se contrapone al recuerdo que tiene la autora de cuando las había visto brotar hermosas y esplendorosas. Es una clara metáfora para describir el pesar que sentimos por aquellas personas que se fueron y que no volverán, de quienes únicamente queda el recuerdo.

Rosalía de Castro, la gran literata gallega.
Rosalía de Castro, la gran literata gallega. | Imagen de: Galicia Press.

 

5. Ya no mana la fuente, se agotó el manantial

Ya no mana la fuente, se agotó el manantial;

Ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.

 Ya no brota la hierba, ni florece el narciso,

Ni en los aires esparcen su fragancia los lirios.

Sólo el cauce arenoso de la seca corriente

Le recuerda al sediento el horror de la muerte.

 ¡Mas no importa!; a lo lejos otro arroyo murmura

Donde humildes violetas el espacio perfuman.

 Y de un sauce el ramaje, al mirarse en las ondas,

Tiende en torno del agua su fresquísima sombra.

 El sediento viajero que el camino atraviesa,

Humedece los labios en la linfa serena

Del arroyo que el árbol con sus ramas sombrea,

Y dichoso se olvida de la fuente ya seca.


Un manantial seco, de donde el agua ya no brota y que ha dejado de bañar el campo, donde ya no germinan las flores y que ha perdido todo su verdor. Con tristeza contemplamos esta escena, pero con la esperanza de que la vida va a volver a surgir, pues un nuevo afluente baña la tierra y puede volver a calmar la sed de los viajeros, animales y de la flora, que vuelve a crecer en los alrededores. De los poemas que componen su último trabajo (En las orillas del Sar, 1884).

6. A la memoria del poeta gallego Aurelio Aguirre

Lágrima triste en mi dolor vertida,                    

perla del corazón que entre tormentas  

fue en largas horas de pesar nacida, 

en fúnebre memoria convertida 

la flor será que a tu corona enlace; 

las horas de la vida turbulentas 

ajan las flores y el laurel marchitan; 

pero lágrimas, ¡ay!, que el alma esconde, 

llanto de duelo que el dolor fecunda, 

si el triste hueco de una tumba anega 

y sus húmedos hálitos inunda, 

ni el sol de fuego que en Oriente nace 

seco su manantial a dejar llega 

ni en sutiles vapores le deshace, 

¡y es manantial fecundo el llanto mío 

para verter sobre un sepulcro amado 

de mil recuerdos caudaloso río!


Una oda dedicada al compatriota y colega de profesión Aurelio Aguirre, fallecido en 1858 a la edad de 25 años en trágicas circunstancias. Rosalía de Castro abre su corazón y nos muestra lo que para ella significó la pérdida de esta joven promesa de la lírica: no importa que un sol abrasador seque los ríos y afluentes, ella verterá suficientes lágrimas en su honor como para llenarlos de nuevo.

7. Las campanas

Yo las amo, yo las oigo,

cual oigo el rumor del viento,

el murmurar de la fuente

o el balido de cordero.

Como los pájaros, ellas,

tan pronto asoma en los cielos

el primer rayo del alba,

le saludan con sus ecos.

Y en sus notas, que van prolongándose

por los llanos y los cerros,

hay algo de candoroso,

de apacible y de halagüeño.

Si por siempre enmudecieran,

¡qué tristeza en el aire y el cielo!

¡Qué silencio en la iglesia!

¡Qué extrañeza entre los muertos!


No todos sus poemas tratan sobre asuntos como la melancolía y la inexorabilidad del tiempo, algunos están dedicados a su Galicia querida y a la vida en los pueblos de finales del siglo XIX. Las campanas es una detallada representación de cómo el sonido de este instrumento se escucha todavía por las villas y aldeas perdidas de la Galicia profunda.

8. Alma que vas huyendo de ti misma

Alma que vas huyendo de ti misma,

¿qué buscas, insensata, en las demás?

Si secó en ti la fuente del consuelo,

secas todas las fuentes has de hallar.

¡Que hay en el cielo estrellas todavía,

y hay en la tierra flores perfumadas!

¡Sí!... Mas no son ya aquellas

que tú amaste y te amaron, desdichada.


Rosalía de Castro mantiene aquí un diálogo consigo misma, aunque más concretamente, con su alma. Por sus circunstancias personales, la poetisa se encuentra tan abatida que se recrimina a sí misma por seguir buscando desesperadamente un consuelo que parece condenada a no hallar nunca más.

9. En un álbum

Te vi una vez de niña;                    

me pareciste flor de primavera

o capullo de rosa que exhalase 

 su virginal esencia. 

  

Ahora dicen todos 

que eres mujer bella... 

¡Quiera Dios que en el lecho de las vírgenes 

por largo tiempo en largo sueño duermas! 

¡Que es el sueño más dulce 

que duermen las hermosas en la Tierra!


De Castro habla aquí de la pureza y la inocencia que caracteriza la niñez, y expresa su deseo de que estas cualidades perduren y no se pierdan con el pasar de los años.

10. Hora tras hora, día tras día

Hora tras hora, día tras día,

Entre el cielo y la tierra que quedan

Eternos vigías,

Como torrente que se despeña

Pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume

Después de marchita;

De las ondas que besan la playa

Y que una tras otra besándola expiran

Recoged los rumores, las quejas,

Y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,

Negros tormentos, dulces mentiras,

¡Ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,

En dónde, alma mía?


En las orillas del Sar (1884) es una de sus obras más tristes, reflejo del sufrimiento que sentía la autora en sus últimos meses de vida. De nuevo, percibimos el empleo de la saudade para expresar la pena por tiempos pasados donde había felicidad y frivolidad, algo que claramente ha dejado un poso de melancolía en la poeta.