Con tristes y alegres leyendas japonesas sobre el amor y la vida se ha intentado dar nombre a las montañas, a los árboles o, sencillamente, explicar los sentimientos. Estas son las leyendas más cautivadoras y populares, como la leyenda del hilo rojo o de la mariposa blanca, o para niños, como la de la mariposa azul.
A través de una rica mitología mezclada con las costumbres japonesas y la vida de los campesinos, los japoneses han explicado de generación en generación aquello para lo que no tenían explicación. Eso ha cristalizado en un rico tesoro de leyendas populares.
Historias sobre el destino, el amor y las estrellas, o sobre el origen del árbol de Sakura o el nombre del Monte Fuji. Estas son algunas de las leyendas japonesas más bonitas sobre el amor y la vida.
Seguramente habrás notado que en muchas culturas la amistad se expresa uniendo los dedos meñiques: esto parte de la creencia de que una arteria une el corazón con el dedopequeño de la mano.
Dice una bonita leyenda japonesa de amor que un poderoso emperador solicitó los servicios de una bruja para que siguiera el hilo rojo de su meñique, y esta le llevó hasta una campesina que vendía productos en el mercado con un bebé en brazos. Furioso por creerse objeto de burla, este empujó a la campesina abriendo una brecha en la frente de la niña y mandó cortar la cabeza de la bruja.
Algunos años más tarde la corte real aconsejó al rey casarse con la hija de un rico terrateniente. El día de la boda, al levantar el velo y ver por primera vez la faz de su mujer, el emperador reconoció en la frente la herida que le había abierto siendo un bebé. Hay hilos destino que no se pueden cortar.
Esta es una preciosa leyenda japonesa de amor. Un samurai tiene que ir a la corte real para rendir pleitesía al nuevo rey, y al regresar a su pequeño pueblo regala un espejo a su esposa. De eso hace muchos siglos, tantos que el espejo era aún algo nuevo para muchos japoneses de las zonas rurales.
Tanto es así que la mujer del samurai al verse en el espejo le preguntó quién era aquella mujer. El guerrero le explicó que era su mismo reflejo. Antes de morir víctima de una grave enfermedad, entregó el espejo a su hija diciéndole: “Cada vez que me eches de menos mira mi reflejo en el espejo”.
Con la misma ingenuidad, cada vez que la pequeña miraba al espejo veía su propio reflejo creyendo que era el de su madre. Por eso se dirigió a su padre y le dijo: “Mira que extraño, papá. Mamá parece más joven y ya no está enferma”. El samurai, con lágrimas en los ojos, le espetó: “Tú la ves a ella en el espejo como yo la veo en ti”.
Esta leyenda tiene un calado tan profundo que se celebra en la tanabatatsume cada año, el séptimo día del séptimo mes: ese día se unen Orihime y Hikoboshi.
Orihime era la hija del rey del cielo y pasaba los días absorta en su trabajo: tejer trajes para su padre. Un día, de visita al taller, quedó prendada de un pastor Hikoboshi, con el cual su padre, enternecido por el amor de su hija, los unió en matrimonio. Entregados a su pasión, abandonaron sus labores: ella ya no tejía, y él abandonó el rebaño.
Furioso, su padre les condenó a vivir cada uno a un lado del río, separados. El sufrimiento de los amantes era tal que resolvió darles la oportunidad de verse, una vez al año, el séptimo día del séptimo mes. Cada año, dicen los japoneses, las urracas extienden las alas a uno y otro lado del río para convertirse en un puente que comunica a Orihime y Hikoshobi. Ella es la estrella Vega, mientras que el otro es la estrella Altair.
Un sabio anciano, solitario y meditativo, irrumpió en un pueblo en el que se quedó a vivir al lado del cementerio. El viejo levantó la curiosidad entre los habitantes de aquel lugar: ¿Quién sería ese viejo extraño y solitario y qué hacía al lado del cementerio?
Un día, el anciano enfermó y, puesto que no se había casado nunca, los lugareños se lo comunicaron a sus dos únicos familiares: su hermana y un sobrino. Mientras el pequeño cuidaba al enfermo, una mariposa blanca se posó sobre el anciano y tras varios intentos de ahuyentarla, el niño consiguió que esta saliera volando muy despacio.
Este la siguió con curiosidad: la mariposa se posó en la lápida de una mujer muerte a los 18 años. Al regresar a la casa de su tío, éste había muerto, y tras contar la historia a su madre, ésta le explicó la verdad: el hombre había ido a pasar sus últimos años al lado de su prometida, que era la mujer enterrada en el cementerio y convertida en mariposa.
Una bonita leyenda japonesa se basa en la flor de Sakura y en la mujer más importante de la historia y la literatura en Japón: Shizuka Gozen.
Shizuke fue el gran amor en vida de Yoshitsune, hermano del emperador Yoritomo, y quiso seguirlo después de que ese fuera condenado al exilio por enfrentarse a su hermano. Shizuke bailó una danza ante las principales familias nobles, y confesó su amor por Yoshitsune, lo cual enfureció tanto a Yoritomo que planeó matarla.
Pero la mujer del emperador, conmovida, salvó a Shizuka, que emprendió un largo camino para encontrar a su amado. En el pueblo de Miasa Oshio enfermó y murió. Tenía 31 años y llevaba consigo una rama de árbol Sakura que hizo brotar de la tierra un árbol que aún se mantiene majestuoso en ese pueblo de la prefectura de Nagano.
Kaguya-hime es uno de los personajes legendarios más queridos por los niños en Japón, protagonista de una leyenda ancestral sobre el origen de un monte.
Un viejo campesino que se ganaba la vida cortando bambú se sorprendió ante los rayos de luz que salían de un brote: era una bebé diminuto que decidió adoptar como su propia hija, junto a su esposa. Le pusieron de nombre Kaguya.
Su belleza atraía a los hombres, pero ella rechazaba uno a uno a los pretendientes, incluso al mismo emperador, que al enterarse de que era hija de la luna y que pronto vendrían las tropas celestiales a buscarla, mandó a su guardia proteger a la doncella. En vano, pues llegó el día y la princesa tuvo que regresar a la una.
Antes de partir, se despidió entre lágrimas de agradecimiento de sus padres, y regaló al emperador una rama. Este subió a la cima más alta del reino, y en lo más alto del monte quemó la rama y un papel donde había escrito su mensaje de amor.
Desde entonces, se le conoce como Monte Fuji-yama (“que nunca muere”):
Una leyenda japonesa para niños que tiene como moraleja el principio de que todos somos responsables de nuestros actos.
Un padre, agobiado por las incesantes preguntas de sus dos hijas curiosas, les llevó a vivir en el templo de un hombre sabio. Este sabía responder a todas las preguntas, por complicadas que fuera. Las niñas se marcaron el reto de hacerle caer en el error. ¿Pero cómo?, se preguntaba la pequeña. “Tengo una idea”, dijo la mayor.
Fue a buscar a una mariposa azul y, al regresar, le propuso a su hermana preguntar al sabio si la mariposa que tenía en la mano estaba viva o muerta. “Si responde que está muerta, la soltaré; si responde que está viva, la aplastaré con la mano”. Así, respondiera lo que respondiera, el sabio fallaría.
Presentándose ante el maestro, la hermana mayor preguntó si la mariposa que llevaba en la mano estaba viva o muerta. El maestro preguntó: “Depende de ti, su vida está en tus manos”.
Esta leyenda japonesa de amistad se basa en la tradición y la costumbre japonesa, y es una reivindicación de la generosidad y la bondad. Un “kasa” es un sombrero de paja que los japoneses usan para resguardarse del frío, y un “jizo” es una figura de piedra para honrar a los bebés muertos en el parto.
Una vez un campesino pobre fue al mercado a vender las bufandas que tejía su mujer. De camino encontró cuatro jizas que estaban quedando sepultados bajo la nieve. El hombre les sacudió y les puso una bufanda a cada uno. Ya en el mercado, no consiguió vender nada, y viendo un vendedor de kasa con la misma suerte, decidieron intercambiar su género.
El vendedor de bufandas tampoco logró vender ningún kasa, y regresó a casa preocupado porque él y su esposa no tendrían nada para comer. Al cruzarse con los jiza, vio que la nieve los volvía a cubrir, así que los limpió de nuevo y les puso un kasa a cada uno. A la mañana siguiente encontró comida delante de la puerta de casa.
Al salir a recogerlos vio las huellas de las pisadas de los jiza que dejaron al marcharse.
Es uno de los cuentos favoritos para los niños, y es una adaptación de una vieja leyenda japonesa de amistad muy extendida.
Una mujer campesina que no podía concebir hijos descubrió un gran melón flotando en el río, y al abrirlo se encontró con un bebé. Le pusieron de nombre Momotaro (Momo significa melón), y el niño creció con una fuerza sobrenatural.Por eso, al crecer, los habitantes de la aldea le encomendaron la misión de librarlos de los demonios que solían molestarles.
El valiente Momotaro se encaminó a la isla de Onigashima, donde vivían los demonios, y por el camino reclutó a un perro, un mono y un faisán.
Cuando se acercaban a la isla, el faisán voló hacia donde estaban los demonios e informó de que estaban dormidos. Aprovecharon para acercarse gracias al olfato del perro, y el mono trepó por el muro para abrir la puerta desde dentro. Los mordiscos del perro, los picotazos del faisán, las travesuras del mono y la valentía de Momotaro les hizo rendirse.
La expedición volvió a la aldea con un saco lleno de las joyas y el oro que los demonios había robado durante años.
En la mitología japonesa, Kitsune es un zorro embaucador que tiene la habilidad de presentarse bajo una atractiva apariencia para conseguir algo a su beneficio.
La antigua leyenda de Kitsune es la historia de Tamamo-no-Mae, una bella y sabia mujer que vivía en la corte del emperador y que con un olor siempre perfumado y una belleza irresistible le hizo enamorarse locamente. El emperador cayó enfermó, y los médicos no podían curarle, por lo que recurrieron a un mago.
Este les dijo que la causa de la enfermedad era la propia Tamamo-no-Mae, que no era una mujer sino un zorro embaucador al servicio de un soberano que quería usurpar el trono del emperador. Así que este encomendó a los dos mejores guerreros del reino dar caza al zorro y matarlo.
Después de una larga búsqueda lo sorprendieron en la llanura de Nasu, y lo mataron. Su cuerpo se convirtió en la roca Sessho-Seki (“Piedra Asesina)” embrujada por Tamamo-no-Mae, que mataba todo aquel que se acercaba. Hasta que el monje budista Genno derrotó al espíritu con meditaciones y oraciones.