Gustavo Adolfo Bécquer tiene un lugar curioso en el Olimpo de la poesía española. Por un lado se le conoce como uno de los mayores escritores (si no el mayor) de poemas del romanticismo, por otro, desarrolló su actividad literaria cuando este periodo ya había tocado a su fin (o le quedaba muy poco).
Bécquer nació en Sevilla en 1836 (el 17 de febrero, por lo que hace apenas un par de días se ha cumplido su 183 aniversario) y murió muy joven, siguiendo el ideal romántico, con 34 años, en 1870. Su obra más importante es ‘Rimas y Leyendas’ que se divide en casi un centenar de poemas y una serie de relatos fantásticos, que recogen el gusto por lo gótico y por lo costumbrista del romanticismo.
10 poemas de Bécquer para entender el romanticismo
Sus Rimas se caracterizan por el uso de un amplio repertorio de recursos literarios, predilección por la temática propia del romanticismo, un lenguaje sencillo y eficaz y el uso del verso libre.
Sus poemas fueron escritos a lo largo de su vida pero no vieron la luz hasta la muerte del sevillano, lo que supuso que su orden final de publicación fuera diferente al que él había pergeñado. En este repaso de poemas de Bécquer nosotros no nos vamos a guiar por ningún orden establecido, simplemente vamos a disfrutar de la obra de uno de los mejores poetas españoles de la historia.
1. Rima XXIX
Sobre la falda tenía
El libro abierto;
En mi mejilla tocaban
Sus rizos negros;
No veíamos las letras
Ninguno, creo;
Mas guardábamos ambos
Hondo silencio.
¿Cuanto duró? Ni aun entonces
Pude saberlo;
Solo sé que no se oía
Más que el aliento,
Que apresurado escapaba
Del labio seco.
Solo sé que nos volvimos
Los dos a un tiempo,
Y nuestros ojos se hallaron,
Y sonó un beso.
Creación de Dante era el libro,
Era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
Yo dije trémulo:
¿Comprendes ya que un poema
Cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
—¡Ya lo comprendo!
Este poema viene acompañado de una cita de ‘La Divina Comedia’ (“La bocca mi baciò tutto tremante”), una de las grandes obras de la Literatura Universal y el libro que la amada de Bécquer leía apoyado en su falda. Esta rima, una de las más bellas de la obra del sevillano, está escrita en octosílabos y pentasílabos y destaca por su atmósfera sensual y cálida. Sin lugar a dudas hay que sentir un gran amor para escribir un poema así.
2. Rima XII
Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar te quejas:
verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva
y verdes son las pupilas
de las hurís del profeta.
El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes,
verde el color del que espera
y las ondas del Océano
y el laurel de los poetas.
Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve al través de las perlas.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que parecen tus pupilas,
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.
Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta.
que en el estío convida a
apagar la sed en ella.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo creas,
que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.
Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.
Y sin embargo,
sé que te quejas
porque tus ojos
crees que la afean:
pues no lo eras,
que, entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.
Este poema de Bécquer, esta Rima XIII, sobresale del resto por varios motivos. En primer lugar su extensión es mayor que la de las de la mayoría del libro, en segundo, su lenguaje es exquisito y se puede justificar como una de las influencias de los autores del modernismo debido a la elección de palabras que remiten a la antigüedad, al lujo y a lo sensorial. Esta pieza vuelve a jugar, como la anterior, con los octosílabos y los pentasílabos.
3. Rima XXVII
Despierta, tiemblo al mirarte;
dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma,
yo velo mientras tú duermes.
Despierta, ríes, y al reír, tus labios
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean
sobre un cielo de nieve.
Dormida, los extremos de tu boca
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere.
-¡Duerme!
Despierta, miras, y al mirar, tus ojos
húmedos resplandeces
como la onda azul, en cuya cresta
chispeando el sol hiere.
Al través de tus párpados, dormida,
tranquilo fulgor viertes,
cual derrama de luz templado rayo,
lámpara transparente…
-¡Duerme!
Despierta, hablas, y al hablar, vibrantes
tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes.
Dormida, en el murmullo de tu aliento
acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
enamorada entiende…
-¡Duerme!
Sobre el corazón la mano
me he puesto por que no suene
su latido y de la noche
turbe la calma solemne.
De tu balcón las persianas
cerré ya por que no entre
el resplandor enojoso
de la aurora y te despierte…
-¡Duerme!
Aquí Bécquer juega con las antítesis y las oposiciones para crear un poema maravilloso en el que hace del amor un sentimiento tan poderoso que cuando la amada está despierta apenas puede aguantarle la mirada. Una turbación que encaja perfectamente con los ideales del romanticismo (esa polarización entre lo tangible y lo intangible).
4. Rima XXXVIII
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?
Esta brevísima rima de cuatro versos, que se ha ganado por derecho propio el estar entre las obras más reconocidas del poeta sevillano, habla del amor perdido, como muchos de los otros poemas de Bécquer de la sección central de ‘Rimas’. Aquí juega con los endecasílabos y el heptasílabo en una forma similar -que no igual- a la de la lira. La pregunta retórica del final nos permite a los lectores imaginar cada uno nuestro propio desenlace.
5. Rima XXI
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Que es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.
Una rima muy similar a la anterior que mencionamos en la forma (tres endecasílabos y un heptasílabo para finalizar, además de preguntas retóricas) pero muy diferente en el fondo. Este poema trata por un lado el eterno tema de la musa como inspiración poética del autor/creador (un concepto este, el de creador muy potente durante el Romanticismo) y por otro hace una teoría poética “poetizada” en la que ofrece una respuesta muy bella a la difícil pregunta de ¿qué es la poesía?
6. Rima LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas… ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día….
ésas… ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…, desengáñate,
¡así no te querrán!
Otro de los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer que lleva resistiendo más de 150 años en el imaginario de los lectores. No hay adolescente en España que no lo haya leído en clase, y es que esta rima destaca por su sencillez y por su inteligente uso de la alegoría y el paralelismo. El poema nos va llevando lentamente hacia un final en el que se muestra todo el sentimiento que hace nacer el poema: “ya nadie te querrá como te quise yo”
7. Rima LXXX
Una mujer me ha envenenado el alma
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?
En los primeros cuatro versos de este poema en endecasílabos encontramos dos estructuras montadas gracias a paralelismos para formar un inicio memorable de poema. Después Bécquer no afloja y nos ofrece un ejemplo perfecto de aliteración con el sonido /n/ para terminar con otra de sus recurrentes preguntas al lector. Un poema breve pero muy elaborado que muestra toda la belleza y la crudeza del desamor.
8. Rima XLI
Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o abatirme!…
¡No pudo ser!
Tú eras el Océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén
¡tenías que romperte o que arrancarme!…
¡No pudo ser!
hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque…
¡No pudo ser!
Uno de los más famosos poemas del romanticismo español. Aquí Bécquer utiliza la imaginería típica del movimiento: clima tormentoso, naturaleza agitada, conflicto… para hacernos ver claramente un desencuentro amoroso causado por el tormentoso carácter de ambos amantes. Mientras sirviera para hacer poemas así, nos alegramos un poco por la poca fortuna amorosa del sevillano.
9. Rima I
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas ¡oh, hermosa!
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, contártelo a solas.
Con este poema empiezan las ‘Rimas’ de Gustavo Adolfo Bécquer, y ese “himno gigante y extraño” es su poesía, que nos deja una huella imborrable. Este poema que juega con la métrica variable de los acentos en los endecasílabos es la puerta de entrada perfecta a la obra de Gustavo Adolfo Bécquer: nos deja una reflexión impresionante sobre la poesía y la creación que sirve de poética (teoría sobre la poesía) para la obra que se nos viene.
10. Rima XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugo su llanto
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino: ella, por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún, ¿por qué callé aquel día?
Y ella dirá, ,¿por qué no lloré yo?
Para terminar con esta selección de grandes poemas del romanticismo a cargo de nuestro amigo Bécquer tenemos una rima XXX en la que reconstruye en apenas ocho versos endecasílabos una ruptura de la que ninguno de los dos amantes salió bien parado, un amor que era “mutuo” y que acabó en nada por culpa del orgullo.
Referencias bibliográficas
Bécquer, G. A. (2016). Rimas y leyendas (Los mejores clásicos). Penguin Clásicos.
Guillén, J. (1942). La poética de Bécquer. Revista Hispánica Moderna, 1-42.