Un hombre trabajando con la carne de Kebab

Esto es lo que lleva un kebab realmente y no te va a gustar

El kebab, al igual que otras comida rápidas, no se escapa de tener una composición más que dudosa.

Un hombre trabajando con la carne de KebabEn este artículo hablaremos del döner kebab o shawarma, conocido simplemente como kebab. | Imagen: Matthieu Joannon

Solemos considerar que  la cima de la pirámide de la mala alimentación está coronada por las pizzas y las hamburguesas, especialmente si son distribuidas por ciertas cadenas de comida rápida que nos vienen fácilmente a la mente cuando pensamos en ello. Ahora bien, desde un tiempo atrás hasta hoy, habría que incorporar también al kebab.

El aumento de la popularidad del kebab

Aunque suele haber la creencia de que el contener carne y ensalada lo convierte en un producto recomendable, la verdad es que este bocadillo típico turco dobla en calorías a cualquier hamburguesa, resultando ser una  bomba de relojería para nuestro organismo.

En los próximos apartados vamos a intentar explicar el porqué hemos llegado a situaciones en las que a veces preferimos comer aquello que sabemos que puede ser perjudicial antes que escoger formas más saludables de alimentarse y a qué se ha debido este repunte de fama en estos últimos años. Seguidamente, repasaremos cuáles son los ingredientes con los que se hacen los kebab y explicaremos por qué motivos es mejor eliminarlos de nuestra dieta.

La sociedad fast food...

Todos estamos más o menos familiarizados con las consecuencias que una mala alimentación acarrea, ya no sólo a nivel estético, sino de salud; pero aún así seguimos recurriendo a este tipo de “alimentos”  en ciertas ocasiones. El ritmo frenético de vida que impera en las sociedades más industrializadas ha provocado que se normalicen y se tolere su consumo, amparándose en la rapidez con la que nos los sirven, permitiéndonos seguir con nuestra rutina.

Esto está promovido también por horarios laborales que reducen al máximo el periodo estipulado para comer, a veces traspasando lo establecido legalmente y por un estilo de vida sedentario  combinado, en según qué casos, con una escasa actividad deportiva y una dieta cuestionable en muchos aspectos, cuanto menos.

...y las medidas al respecto

No son pocas las denuncias que la Organización Mundial de la Salud ha hecho con respecto a los restaurantes de comida basura de todo tipo, que han sido sometidos a incontables inspecciones de sanidad para determinar la calidad de sus productos, tras varios escándalos por los que algunos tuvieron que pagar millones en indemnizaciones. No obstante, siguen en el punto de mira.

La OMS lleva tiempo intentando concienciar a la población de  los riesgos de recurrir con frecuencia a este tipo de establecimientos, debido a la cantidad de grasas saturadas, exceso de calorías y azúcares que cualquiera de los menús que se distribuyen contienen.

Documentales como el polémico Super size me (Morgan Spurlock, 2003) han servido igualmente de altavoz para intentar advertir al público e intentar inculcar buenos hábitos alimenticios ya desde la adolescencia.

Composición (ingredientes) de un kebab

Teóricamente, el kebab o bocadillo turco lleva carne de animales como ternera, cordero o pollo, descartando la de cerdo por motivos religiosos. Esta carne se acompaña de abundante ensalada (lechuga, cebolla, remolacha, tomate, entre otros) y se envuelve en un wrap, un rollito de tortita que recibe el nombre de dürum; o bien en pan ‘de pitta’, pequeño y redondeado. Muchos gustan de acompañarlo con diferentes tipos de salsas, dulces o más picantes, para potenciar su sabor.

La comodidad de poder sostenerlo en la mano mientras vas caminando o charlando, sin la necesidad de sentarte a una mesa y utilizar cubiertos o platos, ha contribuido a que muchos planes de fin de semana terminen con un kebab para llenar rápidamente los estómagos vacíos.

Ahora bien, desde su popularización se viene investigando el contenido de su carne, y es del todo menos alentador: lo que se vende como carne es en realidad carne mezclada con las entrañas de dichos animales. De hecho, un estudio británico publicado por el diario inglés Daily Mail encontró que la carne etiquetada que muchos kebabs vendían no se correspondía con su etiquetaje en un 15% de los casos.

Siendo más precisos, ésta contenía carne de cordero (como venía estipulado), pero combinada con ternera y cerdo, algo inaudito si tenemos en cuenta que es una comida originaria de países musulmanes, donde la carne de este último está prohibida; pero también consumida en el sur de Asia, donde las vacas son consideradas animales sagrados. No obstante, la culpa por este asunto se atribuye a los fabricantes; no a los vendedores.

¿Valor nutricional?

La forma y preparado del kebab que conocemos en los países occidentales no lo hacen nada recomendable para la ingesta. La cantidad de sal por unidad supera la recomendada por una persona al día; y las calorías contenidas en una sola pieza oscilan entre 1000 y 2000. Ciertamente, este plato nunca se ha caracterizado por un control exhaustivo para ajustarse a los patrones de una vida sana, pero estas dosis son exacerbadas.

Puede que haya quien piense que con escoger los de menor tamaño se soluciona esta problemática. Esto es falso: el mito de que los kebabs pequeños son más saludables que los grandes cae por sí solo, porque la diferencia de calorías entre ambos es escasa.

Combinemos todo esto con patatas fritas y bebidas con alto contenido en azúcares, hace que uno se lo piense dos veces si valora su bienestar, ¿verdad? Así que, reconozcámoslo:  el aporte nutricional del kebab es de muy baja calidad.