Escena de 'El Caso Alcàsser', de Netflix.

‘El caso Alcàsser’: crónica de un delirio

Netflix presenta un documental que deslegitima la teoría alternativa en torno al primer crimen mediático en España.

‘Allí vimos que el mal está entre nosotros’. Con esta inquietante frase en una reciente entrevista concluían los directores del documental  ‘El caso Alcàsser’, Ramón Campos y Elías León Siminani, las sensaciones que les ha dejado en el cuerpo sumergirse de nuevo en el caso más escabroso e ingrato de la crónica negra española.

26 años después de la fatídica noche de autos y de una inigualable voracidad mediática de horas y horas, páginas y páginas, de periodismo y amarillismo, los directores de este documental estrenado con gran revuelo en Netflix, se han acercado más que nadie a la gran incógnita nunca aislada del mayor misterio de la criminología en España.

El documental acaba como todos los que se han emitido hasta ahora, sin aportar una prueba clara que desvele quiénes fueron los asesinos de las niñas de Alcàsser, pero logra curiosamente acercarnos más que nunca a la verdad del caso.

Entrevista en 'El Caso Alcàsser'.
Entrevista en 'El Caso Alcàsser'. | Netflix.

 

Los hechos: ¿De qué va ‘El caso Alcàsser?’

La desaparición la noche del 13 de noviembre de 1992 de tres niñas (Míriam y Desirée, de 14 años, y Toñi, de 15) en el municipio de Alcàsser, y la aparición de los cuerpos enterrados en una fosa en Tous tres meses después de una búsqueda sin precedentes en España marcó un antes y un después en el impacto de la crónica negra en la opinión pública española.

El juicio celebrado en 1997, rodeado de una expectación mediática jamás vista hasta el momento, sentenció a 107 años de cárcel a Miguel Ricart, un delincuente común de 23 años, de los cuales cumpliría 20 antes de salir en libertad. El otro sospechoso, Antonio Anglés, desapareció misteriosamente antes de ser detenido por la policía y nunca más se supo de él.

Sin embargo, aquel no fue el final del caso Alcàsser, sino sólo el principio. Y es que por primera vez en la historia de la justicia penal en España, aquel no fue el verdadero juicio al asesino de las niñas de Alcàsser. Existió un auténticojuicio paralelo en el que los medios de comunicación alimentaron una seductora teoría alternativa.

Esta fue sostenida desde el principio por el padre de una de las víctimas, Fernando García, junto al criminólogo  José Ignacio Blanco.

Ambos mantuvieron siempre que Miguel Ricart y Antonio Anglés fueron solo los cabeza de turco de una operación a gran escala en la que importantes personalidades de la élite política y social en España secuestraban a niñas para realizar rituales satánicos. En el caso de Míriam, Toñi y Desiré se les fue presuntamente de las manos, se asustaron, e hicieron aflorar los cadáveres amañando las pruebas para implicar a Anglés y Ricart.

Imágenes del juicio en el documental de Netflix.
Imágenes del juicio en el documental de Netflix. | Netflix.

 

Investigación de primer nivel lejos del morbo

Los hechos son conocidos. Lo relevante en el caso Alcàsser ha sido siempre la exposición de los mismos, y el documental de Netflix es el más logrado porque consigue sencillamente resolver la paradoja de acercarse a la verdad alejándose al máximo del morbo.

En ninguno de los cinco capítulos, de una hora cada uno, aparecen muestras explícitas de los cadáveres y las autopsias, y en cambio si emergen imágenes inéditas de entrevistas y de las sesiones del juicio. Eso da credibilidad y empaque al proyecto, pero esta aumenta cuando advertimos que además de rigor y profesionalidad, hay una voluntad de enfoque.

Por eso, el primer capítulo es simple y llanamente una contundente crítica al amarillismo que se desató en torno a la tragedia desde el minuto cero. Quizás se refieran a eso sus autores, cuando afirman que el mal se halla entre nosotros: la morbosidad con la que se ensañaron personajes como Nieves Herrero en aquellos días sigue removiendo las tripas.

El documental se sitúa entonces en una aparente equidistancia en la que se van valorando las pruebas de cargo de las dos versiones opuestas desde un primer momento: los que avalaban la tesis de la autoría de Ricart y Anglés (eventualmente con un tercero), y los partidarios de la rocambolesca historia de Fernando García y Juan Ignacio Blanco.

A través de tres episodios, el documental parece ir acercándose a una eventual aceptación de la tesis de Fernando. La instrucción del caso fue ciertamente un desastre, hubo errores en el levantamiento de los cadáveres y en la realización de las autopsias, y algunas pruebas como la ausencia de sangre en el colchón donde yacieron las niñas parecen conclusivas.

También va tomando cuerpo la idea de que estuvieron varias personas implicadas en el asunto, y no parece descabellado pensar que esas muertes pudieran estar  relacionadas con otros crímenes no resueltos de niñas adolescentes.

Escena de 'El Caso Alcàsser', de Netflix.
Escena de 'El Caso Alcàsser', de Netflix. | Netflix.

 

Mensajes entre líneas: la tesis del documental

Sin embargo, el documental nos está introduciendo de forma subrepticia (y genial) en el mismo torbellino en el que quedó engullido todo el peso de la verdad del caso Alcàsser, y se revela en el quinto y último como lo que es: la crónica de un delirio.

A lo largo de todo el documental vemos a Fernando García y Juan Ignacio Blanco convertidos en auténticos héroes del pueblo llano extendiendo teorías cada vez más delirantes en programas de máxima audiencia como ‘Esta noche cruzamos el Misissipi’, de Pepe Navarro. En ellos vemos el alzamiento de su estrella mediática, a la vez que seguimos también la irremediable degeneración de sus intervenciones.

Y en un momento dado el espectador empieza a dudar si realmente esos dos personajes fueron unos farsantes de forma consciente (se demuestra el fraude de la Asociación Niñas de Alcácer), si fue el criminólogo quien utilizó el dolor de Fernando García para ganar celebridad, o si simplemente fue Fernando quien acabó consumido por su propio personaje como una forma de metabolizar su dolor.

En el otro extremo, como un brillante juego de espejos, el documental muestra la figura de  Rosa Folch, la madre de Desirée, que a pesar de no contar con el respaldo popular y mediático de Fernando García, decidió enfrentarse a las teorías conspirativas y sufragar su dolor en la honesta confianza en la justicia.

El último capítulo es verdaderamente revelador de lo que quiere transmitir el documental. A fecha de hoy no sabemos quiénes son los asesinos de las niñas de Alcàsser, pero en una de las últimas escenas habla el último periodista que logró hablar con Miguel Ricart, hoy en paradero desconocido, y  este le reveló que se arrepentía.

¿Fue entonces la teoría alternativa sólo un cruel delirio? ¿O hay un fondo de verdad? El personaje de Juan Ignacio Blanco acaba definitivamente desacreditado al negarse a entregar el supuesto vídeo snuff de las torturas de las niñas que según él está en su posesión, y gana peso una verdad quizás menos mediática, menos espectacular, pero más cruel y que nos interroga a todos sobre  la naturaleza del mal que vive entre nosotros.

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