“Arroz, pollo y gimnasio”, esas son las tres reglas básicas que todo el que quiera conseguir un cuerpo escultural debe interiorizar para llegar a su objetivo; o al menos eso dicen los entendidos. Entrenar asiduamente y una estricta dieta que no permite demasiados lujos, combinado con mucha paciencia, son los ingredientes necesarios para estar en forma. Sin embargo, los hay que no son muy amigos de la dedicación y optan por acelerar este proceso mediante químicos que son de todo menos sanos.
Hace unos días se daba a conocer en todas las redes sociales el caso de un joven ruso de 21 años, cuyos bíceps habían alcanzado un diámetro de casi 60 centímetros tras haberse inyectado Synthol para que crecieran. Sin embargo, parece que este sintético no fue suficiente para su ambicioso proyecto de romper todos los récords del culturismo y probó consigo mismo una sustancia experimental que él había ideado. Mala idea.
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Los efectos de inyectar Synthol en los músculos
El Synthol es un aceite que, al inyectarse por vía subcutánea, aumenta exageradamente el volumen de los músculos. Su composición son ácidos grasos, lidocaína (un fármaco anestésico) y alcohol. Los efectos de este óleo provocan el estiramiento de la membrana que envuelve los músculos, llamada “fascia”.
No obstante, a pesar de lo fácil que resulta pincharse una dosis de Synthol y ver cómo inmediatamente esa parte del cuerpo tan deseada se infla a la par que lo hace la autoestima del usuario; un uso excesivo de este químico está vinculado a diferentes patologías como:
- Embolias pulmonares.
- Daños en las conexiones nerviosas.
- Infecciones.
- Lipogranuloma esclerosante (una afección que causa el deterioro de la grasa de las partes blandas donde se suelen inyectar sustancias modulantes y suele afectar, atención al pene y escroto).
- Infartos.
- Granulomas (pequeñas zonas de tejido inflamado).
- Quistes.
- Úlceras.
No, con el Synthol no era suficiente
Pues sorpresa, a pesar de todas estas “ventajas”, el Synthol es una sustancia que se comercializa, ergo es legal. Por suerte o por desgracia, su precio de mercado no es nada barato, de ahí que nuestro protagonista se pusiera excesivamente creativo y decidiera pincharse un mejunje casero hecho a base de aceite de oliva, peróxido de benzoílo y lidocaína; todo ello con tal de ahorrar el dinero que le costaba el Synthol.
¿El resultado? 10 centímetros más de diámetro en sus bíceps (el grosor de cada uno llega casi a 60, lo que hace que se vea desproporcionado con respecto al tamaño del resto de partes del cuerpo), un subidón de ego y un enrojecimiento preocupante de la zona.
Las consecuencias del experimento
Lo que al comienzo parecía ser simplemente una aberrante tontería (y horrible a la vista, todo sea dicho), ha pasado a ser una temeridad que le puede salir cara al chico. El tono enrojecido de sus bíceps después de aplicarse su particular suero modificante, ha hecho saltar las alarmas tras la viralización de sus fotografías.
Al comienzo de su “investigación”, la sustancia le provocó fiebres de hasta 40 grados e hizo que estuviera en cama con un intenso malestar general. Dichos síntomas remitieron al poco. Todo apuntaba a que la jugada le había salido bien (quería unos brazos desmesurados y eso consiguió, porque lo que es fuerza, no se consigue con ninguna inyección milagrosa); hasta que sus brazos comenzaron a perder su color natural y a tornarse rojo intenso.
Las predicciones de los médicos con respecto al futuro de este joven ruso no son nada esperanzadoras. De acuerdo con sus declaraciones, el tejido de los brazos ha cambiado de forma irremediable, literalmente “como si estuvieran hechos de gelatina”. La causa más probable de la hinchazón y enrojecimiento sea que o el óleo mismo o la misma sangre han debilitado los vasos sanguíneos, algo que no puede ser extirpado quirúrgicamente.
Pero lo realmente inquietante es que afirman que, tal vez, tengan que amputarle ambos brazos. Las cantidades de Synthol y de su sucedáneo inoculadas permanecerán en el cuerpo del joven entre 5 y 7 años aun dejando de administrarse más dosis, lo que puede ocasionarle parálisis y riesgo elevado de infarto. Un día, la inflamación irá a más hasta que el infarto deje de ser una posibilidad y se convierta en una certeza.
¿Qué podemos aprender de todo esto?
Da la sensación de que el público está más preocupado por el estado de salud de Kirill Tereshin (que así es como se llama), que él mismo, quien ha dicho sin cortarse un pelo cosas como “no me sentía mal cuando lo hacía, mi cuerpo se acostumbró a ello” o “en el transcurso de un mes he logrado 106.000 nuevos suscriptores a Instagram, ¡y eso me encanta!”.
Sea como sea, aunque se lo tome con tanta filosofía, no podemos perder la ocasión de aprender una lección de todo esto: inyecciones como esta, más si se autoadministran sin conocimiento alguno, nunca son una buena solución. La perseverancia, una dieta equilibrada y el ejercicio regular (no tiene por qué ser siempre en el gimnasio) tal vez no ofrezcan resultados tan inmediatos, pero las consecuencias no serán tan peligrosas.
Conviene no perder de vista tampoco, que pincharse este tipo de sustancias químicas no produce ningún aumento desmedido de nuestra fuerza, únicamente hará que luzcamos hinchados como si fuéramos un balón de playa. Y, encima, con severas consecuencias físicas, como ya hemos visto.
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