Teoría de la generación espontánea: una explicación sencilla

Explicación de la Teoría de la Generación Espontánea de forma sencilla. Descubre qué significa y los científicos más famosos que la defienden.
En el primer frasco no hay filtro. En el segundo hay un tapón y en el tercero una gasa.
En el primer frasco no hay filtro. En el segundo hay un tapón y en el tercero una gasa. | Imagen: Cedida.

 

Para llegar a entender cómo surge la vida, desde los minúsculos seres unicelulares hasta los complejos organismos pluricelulares en los que hemos evolucionado, multitud de hipótesis han tratado de ofrecer explicación lo suficientemente válida y contrastada. En su día, los defensores de la teoría de la generación espontánea estaban convencidos de que creían haber dado con la respuesta, y durante siglos pareció que tenían la razón.

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¿Qué es la Teoría de la Generación Espontánea?

Si queremos comprender las explicaciones que antaño se daban sobre fenómenos que hoy en día son sobradamente conocidos y cuyo origen se conoce a ciencia cierta, es necesario hacer un ejercicio de cambio de perspectiva, algo nada fácil.

Es decir, tenemos que retrotraernos a una época en la que la ciencia todavía andaba “en pañales”, y cuando no estaba bien vista por una mayoría social que lo achacaba todo a la voluntad divina y que se oponía a que evidencias contrastables amenazasen con tumbar sus creencias.

No obstante, incluso muchos filósofos y científicos del pasado que hoy se consideran claves en nuestro avance como sociedad, estaban a favor de la teoría de la generación espontánea.

Origen de la Teoría de la Generación Espontánea

En palabras claras, la teoría de la generación espontánea sostenía que la vida podía originarse a partir de la materia inanimada.

Abiogénesis, vida a través de lo inanimado

Los primeros en hablar de la capacidad de la vida por emerger de los lugares más insospechados, fueron antiguos filósofos griegos, como Anaximandro o Tales de Mileto.

Estos pensadores consideraban que de la interrelación de, por ejemplo, el calor proveniente de los rayos del sol, la acción del aire o la humificación que dejaba la lluvia; con la acumulación de basura, del barro mojado o de comida en proceso de putrefacción, nueva vida podía ser creada.

De esta forma, esta primera versión de la teoría de la generación espontánea permitía explicar el origen de criaturas como los insectos, gusanos o pequeños vertebrados (lagartijas o rana).

Con Aristóteles, posterior a los nombrados, el paradigma materialista cambió por otro de naturaleza distinta. Según él, un impulso divino, calificado como “entelequia”, se manifestaba a través de la energía y le insuflaba vida a la materia exánime.

Biogénesis, vida después de otros seres vivos

Contrariamente a las ideas de la Grecia Antigua, surgió otra corriente, más escéptica y encaminada hacia el método científico (aunque errada en su desarrollo), de que la vida no puede crearse de aquello que nunca la ha tenido, pero sí que puede surgir de, por ejemplo, un cuerpo en descomposición.

Como decimos, en cierta medida este planteamiento es acertado, pero tropieza cuando trata de explicar el motivo.

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Científicos a favor de la Teoría de la Generación Espontánea

Tal y como comentábamos al comienzo, no era sólo el pueblo llano el que respaldaba esta creencia, sino que también hubo reputados sabios que la apoyaban.

1. Francis Bacon (1561 - 1626)

Hasta la fecha,  la doctrina aristotélica se había mantenido como única explicación para los fenómenos que ocurrían en la naturaleza: todo provenía de una energía que se le otorgaba a las sustancias inertes.

Sin embargo, Bacon creía que este pensamiento chocaba de frente con la ciencia, por lo que su trabajo consistió en tratar de demostrar que el filósofo griego estaba errado y que había que desterrarlo como fuente de conocimiento real.

Aunque negaba que existiera esta “entelequia”, Bacon respaldaba la teoría de la generación espontánea, si bien para él las causas de la misma residían en la combinación de ciertos factores que posibilitaban que fluyera la vida y que era posible analizar y desgranar siguiendo el método inductivo.

2. René Descartes (1596 - 1650)

Uno de los máximos exponentes del racionalismo, René Descartes, creía fervientemente en la teoría de la generación espontánea, pero por intervención divina. Probablemente, sus años de educación en un centro jesuita influyeron a Descartes a la hora de desarrollar sus postulados, que otorgaban un importante papel a Dios.

De este modo, para el matemático francés, la sustancia infinita y perfecta que es Dios, fue quien creó toda sustancia, pensante (el alma o la mente) y física (el mundo material).

3. Isaac Newton (1642 - 1727)

También el padre de la física clásica fue durante toda su vida un dedicado hombre de fe, convencido de que Dios Padre es el único dador de vida en la Tierra, reminiscencias tomadas de su pasión por el Egipto Antiguo.

A pesar de ser tildado de hereje por su fe antitrinitaria, Newton estaba convencido de que la obra de Dios era lo único que podía explicar la construcción de las pirámides y del resto de arquitectura de esta civilización, pensamiento que generalizó a todo fenómeno que ocurriera en la naturaleza.

4. John Needham (1713 - 1781)

El biólogo inglés postulaba, como Aristóteles, que un impulso vital originado genuinamente en la materia inanimada era el causante de vida.

Para sostener su hipótesis, realizó un experimento, que consistía en hervir carne y dejarla reposar en un recipiente mal cerrado a propósito. Para Needham, el agente que infundía la vida era el aire, de modo que si pasaba cierto tiempo y en la mezcla aparecían organismos que antes no estaban presentes, quedaría demostrada la teoría de la generación espontánea. Al confirmar su hipótesis, decidió que esta experiencia bastaba para darle validez.

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