Se dice que casarse es uno de los objetivos últimos que tenemos las personas, junto con el de reproducirnos para traer hijos a esta sociedad podrida, decadente y falta de valores, cada vez más necesitada de una limpieza a fondo. Toda persona que se salga de la norma preestablecida de ‘emparejarse, casarse y tener hijos’ es juzgada, señalada y apartada, de la misma forma que se hace con las piezas defectuosas en una cadena de montaje, de donde salen miles de ellas idénticas entre sí.
Siempre ha sido un debate muy discutido sobre quién vive más feliz, si las personas “felizmente casadas” o las que opten por estar solteras; polémica a la que sacaremos algo más de punta tratando de responder a una cuestión más concreta: “quienes son más felices, las esposas casadas o las amantes?”.
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Incapacidad de estar solo y dependencia emocional
¿Cuántas personas conocemos que van de relación en relación, incapaces de pasar un tiempo en soledad? Parece que se ha inculcado en el inconsciente colectivo un miedo irracional a estar solos.
El temor a ser catalogado como “solterón” o “solterona”, sumado a la presión social del entorno, empuja a quienes no saben estar solos a juntarse con la primera persona que les devuelva la sonrisa. Tras esta tendencia patológica está la falsa creencia inculcada de que los seres humanos seremos más felices, ya que es para lo que estamos destinados.
¿Estar soltera o casarse?
Como decíamos al comienzo, la sociedad impone una serie de estándares que se espera que cumplan todos los ciudadanos, ante la amenaza que quien no lo haga, será considerado como un apestado y sus motivaciones acerca de por qué no elige un estilo de vida que incluya a una pareja, cuestionadas.
“Nadie le quiere”, “Algo malo tendrá si no ha encontrado ya pareja” y demás peroratas se podrán escuchar por parte de quienes piensen que para la realización y el desarrollo personal es necesario entregarse a alguien.
La felicidad del amante
No se considera correcto reconocer que cada vez haya más divorcios en proporción al número de bodas, o que muchos matrimonios están condenados al fracaso, entendiendo que “fracaso” no tiene por qué suponer la ruptura y separación de los cónyuges, sino que puede tener otro significado: mala convivencia, no compartir momentos, mostrar poco afecto por el otro e incluso la posibilidad de cometer o sufrir una infidelidad según aumenten la frustración y el descontento.
Buscar o encontrar un amante pretende llenar el vacío existencial que a muchos ha quedado por formar parte de un matrimonio tocado de muerte, con la esperanza de que así recuperarán la felicidad e ilusión.
Motivos que tienen las amantes para ser felices
Al comienzo hemos planteado el interrogante sobre quiénes son más felices, si las esposas o las amantes de sus maridos o esposas. Lejos de frivolizar con el asunto o de juzgar si hay quien merece ser víctima de un adulterio, veamos algunas ventajas de ser “la amante de”, la mayoría relacionadas con la vida de soltera:
1. No tener ninguna responsabilidad moral
Las gente casada que es infiel a su pareja con una amante conoce perfectamente las implicaciones que todo ello acarreará, tanto a nivel personal como social, con tal de ocultar el secreto y mantener su mentira, más aún si hay hijos de por medio
No obstante, la amante no tiene por qué cargar con estas disyuntivas ni cuestionarse sus motivaciones. Al contrario, si se trata de una persona con la cabeza lo suficientemente fría, la amante puede ser capaz de relativizar la situación y quitarle hierro; al fin y al cabo, no está poniendo nada en juego ni le debe explicaciones a nadie, de modo que no tendría por qué ser menos feliz.
2. Sin implicación emocional (si se tienen las cosas claras)
Tal vez este sea el elemento de la lista que más pueda discutirse, pues no es raro que muchas amantes demasiado entregadas esperen inconscientemente acabar sustituyendo a la esposa, dependiendo de sus pretensiones al meterse enmedio de un matrimonio.
Más allá de lo cuestiones éticas, ser la tercera en discordia puede ser una experiencia divertida y sexualmente excitante que aumente su felicidad y dé lugar a multitud de anécdotas que contar en un futuro, siempre que se jueguen bien las cartas (esto es, si no hay excesiva implicación emocional y la amante tiene claro cuál es su papel, sin ir más lejos).
3. Sin cargas familiares
No nos meteremos a valorar qué ocurriría en el caso de una amante que, a su vez, estuviera casada o viviera emparejada; vamos a suponer que hablamos de una soltera que no esté a cargo de nadie.
Una de las virtudes, tanto de la soltería como de ser la amante de una persona casada, es el no tener cargas familiares a las que atender en casa (esto no se aplicaría si ésta tuviera hijos de una relación anterior); lo que tampoco significa que las amantes vivan sin responsabilidades.
No obstante, si suponemos que éstas viven por su cuenta y son autosuficientes, no tendrán que preocuparse por el bienestar de nadie más que de sí mismas, al contrario que las casadas.
4. Varios amantes a la vez
Tal vez la ventaja más envidiada sobre la soltería es, además de no tener que rendirle cuentas a nadie sobre lo que se hace o deja de hacer, la posibilidad de tener sexo con más de una persona.
La libertad sexual permite tener tantos encuentros sexuales (consentidos) como se desee, de modo que estar liada con alguien casado no tiene por qué implicar que haya exclusividad o que esté prohibido encamarse con otra gente.
Motivos para la felicidad de las casadas
A pesar de las ventajas mencionadas acerca de la soltería, las casadas también tienen razones para considerarse felices:
1. Mayor protección económica
Las personas casadas gozan de una mayor protección económica, pero no sólo porque el cónyuge pueda ayudar en caso de que uno de los dos pierda su empleo o sus ingresos mengüen. Casarse o vivir en pareja tiene como ventaja el compartir gastos (lo que incluye hipoteca, recibos o las compras del hogar), además de contar con ayudas sociales en caso de que uno de los dos se quede en paro.
Puede parecer frívolo comenzar a hablar de ventajas o puntos a favor de la vida de casados mencionando el apartado económico, pero ¿cuántas crisis matrimoniales se desatan por problemas económicos que pueden escalar hasta derivar en adulterio, divorcio o abandono?
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2. Apoyo emocional
Uno de los puntos más valorados de estar casado tiene que ver con recibir el apoyo emocional cuando llegan momentos de tristeza. En estos procesos, se tiene la seguridad de que el cónyuge estará ahí para escuchar, dar su opinión y aconsejar; algo muy importante cuando uno sufre y se siente perdido.
Por contra, los solteros, a no ser que tengan amigos de confianza a quienes recurrir, no contarán con esta asistencia in situ cursiva en el mismo hogar las 24 horas. Saber que el otro estará ahí cuando se le necesite, reforzará la autoestima y la seguridad, fortaleciendo la sensación de felicidad. Si no se siente que dicho apoyo existe, la felicidad puede resentirse.
3. No sufrir estigmatización social
Casarse está bien visto culturalmente. Aunque no es algo que se pueda medir, sí que es cierto que la vida de las personas casadas está mejor valorada que la de quienes no lo están. Optar por una vida en solitario, en cambio, suele ser motivo de burla o marginación.
Ambas decisiones tendrán sus repercusiones a nivel psicológico: la opción de vida de unos se reforzará positivamente (los casados) y se considerará “mejor”. Ocurrirá al revés con la de los solteros, que será prejuzgada y sentenciada como poco acertada.
De esta manera, la felicidad puede depender mucho si se asumen como ciertos estos prejuicios, según sean sus connotaciones positivas o negativas.
4. Plan de vida (a priori) más estructurado
No hay nada certero en esta vida y las cosas no siempre van como uno desearía, pero se asume que la vida de casados pasará por una serie de estadios más o menos estructurados: los primeros años, donde predominarán la pasión e ilusión; el asentamiento de la relación, donde se consolida el vínculo y quizás se baraja la posibilidad de ser padres; la crianza de los hijos (en caso de que se tengan) y el mantenimiento del vínculo (aquello de “hasta que la muerte nos separe”, aplicado a la vida real).
Remarcamos que esto no tiene por qué darse en todos los casos, ni en el mismo orden, ni con una frecuencia de tiempo estipulada. Ahora bien, en contraposición a la vida de soltero (más cambiante debido a que es la propia persona la que construye su camino, sin nadie al lado), las personas casadas parece que tienen un trayecto algo más determinado, lo que no les obliga a tener que recorrerlo si no lo desean, o a no tener que hacerlo en orden o pasando por todas las fases.
La felicidad de los solteros y los casados
En un estudio de 2016 sobre la felicidad de las personas casadas en comparación con la de las solteras, la Doctora DePaulo dio con unas interesantes conclusiones.
Entre otras cosas, sus hallazgos, fruto de décadas de investigación, demostraron que los solteros son más resolutivos y gozan de mayor autonomía, lo que contribuye a su desarrollo personal y, por ende, a su felicidad.
En contraposición, las personas que viven en pareja o que están casadas, son más dependientes e incapaces de actuar en ciertas cuestiones sin la aprobación de su cónyuge. Además, su felicidad se ve condicionada si no logran hacer feliz a su pareja.
No hay opción ganadora
Creemos que una persona debe saber estar sola antes de correr a los brazos de nadie sólo porque exista un entorno que conmina a ello. En la misma línea, opinamos que las prisas nunca son buenas consejeras y que estar saltando de pareja en pareja nos previene de llegar a este grado de autoconocimiento para que logremos preguntarnos “¿Qué es lo que quiero?, ¿Realmente es así como quiero que sea mi vida?”.
Los solteros alcanzan un mayor grado de autorrealización personal y autosuficiencia que les repercute positivamente, ya que se reducen drásticamente las emociones negativas que surgen de una relación en pareja y uno se vuelve emocionalmente más maduro. Cuando la gente soltera alcanza un nivel de bienestar que se asociaría con el de una persona casada (bienestar económico y social), lo hacen contra todo pronóstico y sin el sostén que reciben los casados, dando fe de una gran resiliencia que no todo el mundo tiene.
Ahora bien, también somos partidarios de que cada uno ejerza su libre albedrío como le plazca y que opte por la opción con la que se sienta mejor. Ni quedarse soltero ni estar casado son garantías seguras de felicidad y, absolutamente todo el mundo, tiene derecho a equivocarse en la vida. No es una competición.
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Para saber más:
DePaulo, B. (2006). Singled out: How singles are stereotyped, stigmatized, and ignored, and still live happily ever after. New York: St. Martin’s Press.
DePaulo, B. (2015b). Marriage vs. single life: How science and the media got it so wrong
Laditka, James N., & Laditka, Sarah B. (2001). Adult children helping older parents: Variations in likelihood and hours by gender, race, and family role. Research on Aging, 23, 429-256.