Aunque se está avanzando cada vez más hacia una igualdad que parece cada vez más cercana (aunque a ratos da la sensación de que se aleja un poco más), en nuestra sociedad todavía imperan ciertas creencias machistas que consideran que el hombre es superior a la mujer. Existen individuos en ambos sexos que tienen interiorizados este tipo de creencias machistas en sus esquemas de pensamiento cotidiano sin apenas cuestionarlos.
Debido a que aún persisten tanto creencias como conductas sexistas que no han sido del todo extirpados, conviene detectar cuáles son estos hábitos y rasgos machistas, para tratar de evitar que se perpetúen y lograr una igualdad que todavía hoy se nos escurre de entre los dedos.
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10 hábitos y caracteres machistas de los que más se emplean
Conozcamos cuáles son las características y costumbres machistas que más suelen esgrimirse contra las mujeres:
1. Juzgar a una mujer por su aspecto
Este es un atributo marcadamente machista que siempre se ha dado y que todavía aún prevalece. Se trata de formar una opinión en base a la apariencia física de una mujer, bien sea por sus rasgos físicos o por su forma de vestir.
Es triste, pues se sigue pensando que por llevar escotes pronunciados o faldas de cierta longitud, algunas mujeres buscan provocar la excitación masculina; argumentos muy peligrosos si consideramos que son los que subyacen a creencias que pueden validar o justificar agresiones sexuales o violaciones.
2. Rechazar a una mujer por el número de hombres con los que se ha acostado
Sí, ocurre. Pensar que una mujer vale más o menos considerando la cantidad de hombres con los que ha estado es una forma de desvalorizarla y oprimirla intentando que sea sumisa y guarde exclusividad (cosa que no se demanda entre los hombres).
3. No considerar a una mujer válida para algún trabajo
El ámbito laboral continúa siendo uno de los asuntos pendientes en el campo de la igualdad, ya que se mantiene la creencia de que hay ciertos puestos para los que una mujer no está del todo capacitada y que por ello, es mejor contratar a un hombre.
Igualmente, en muchas entrevistas de trabajo, continúa preguntándose a las mujeres si son madres o planean serlo en un futuro cercano, para evitar tener que acarrear con los gastos de su baja maternal en caso de quedarse embarazada y no arriesgarse a que baje la productividad. Este tipo de cuestiones dan evidencia de que sigue habiendo comportamientos machistas en el mundo laboral.
Todavía queda mucho camino que recorrer para lograr la conciliación entre la vida laboral y familiar.
4. Silbar a una mujer por la calle
Chistar, silbar o lanzar comentarios dirigidos a cualquier mujer que camina por la calle es una de las conductas típicamente machistas que más interiorizadas y normalizadas están.
Más allá de la imagen tópica asociada a los trabajadores de una obra, muchos hombres siguen lanzando miradas (in)discretas a mujeres, acompañadas de comentarios ordinarios fuera de lugar o de silbidos, un comportamiento completamente reprochable que no debería darse.
5. Apodar a una mujer de forma despectiva
Y nos referimos a cuando se toman ciertas confianzas por parte de algunos hombres machistas en cuanto a referirse a una mujer que apenas conocen con apelativos ofensivos que las despersonalizan y cosifican, además de dar muestras de una mentalidad bastante casposa.
Así que acabemos con los “churri”, “niña”, “cielo” o similares.
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6. No dejar expresarse a una mujer en una conversación
Esto es lo que en la neolengua actual ha recibido el nombre de mansplaining, en referencia a la tendencia a acallar (de forma consciente o inconsciente) las opiniones de una mujer en una discusión o conversación por parte de los hombres que formen parte; o simplemente a no dejar que se exprese libremente.
La idea machista que subyace a esta práctica es la de que la opinión femenina no tiene cabida y no merece que se le preste la misma atención.
7. Justificar el acoso sexual
Antes mencionamos el riesgo de normalizar el juzgar a una mujer por su forma de vestir o aspecto físico, dando por hecho que es más promiscua y que busca sexo inminente.
Justificar que una mujer no tiene derecho a quejarse si recibe ciertos comentarios sexistas o si, peor aún, un hombre trata de propasarse con ella, amparando el argumentario en el ya manido “ella se lo ha buscado” o “lo estaba pidiendo”, es uno de los rasgos machistas que algunos todavía sostienen y que más daño hacen a la mujer.
8. Mantener prejuicios machistas
Lo grave de muchos hombres machistas (y mujeres, que también existen), es que no se cuestionan ni intentan cambiar sus ideas preconcebidas acerca del sexo femenino y las asumen como veraces.
Algunas de estas creencias que subsisten tienen que ver con comportamientos asociados a las mujeres ante ciertas situaciones: pensar que las mujeres lloran a la primera de cambio, que no tienen nociones para las reparaciones, que estarán siempre malhumoradas cuando tengan el periodo o que no saben aparcar un coche son algunos de los ejemplos clásicos.
9. Chistes machistas y humor negro
Bajo el manto de la libertad de expresión se escudan muchos chistes machistas que denigran a la mujer y que son pretendidamente divertidos. Frivolizar con algunos temas delicados, como el maltrato a la mujer, los roles de género asociados a la mujer son una forma de perpetuar del machismo que todavía impera en algunos ámbitos de la sociedad.
10. Despreciar a una mujer que no sea madre o no quiera serlo
Existe la concepción de que la finalidad última de una mujer es la de procrear, sin considerar que pueda escoger o no el ser madre. Si bien es verdad que es un fin biológico para el que los seres vivos han evolucionado, el libre albedrío del que gozamos los seres humanos nos permite escoger qué es lo que queremos hacer con nuestra vida.
En el caso de las mujeres, cada día abundan más aquellas que prefieren no ser madres y evitar esta responsabilidad, pero no por ello son menos dignas que las que sí quieran serlo.
No todos los hombres son machistas
Es un hecho. Aunque todavía quedan hábitos misóginos como los citados (y otros tantos que no hemos incluido), no es menos cierto que es una tendencia a la baja, al menos en algunos países del mundo.
El problema viene cuando desde algunos sectores feministas (o mejor dicho, ‘misándricos’) se trata de criminalizar al colectivo de hombres, acusándolos de todos los males que aquejan a la sociedad, generalizando la conducta de algunos indeseables al resto de varones y pisoteando sus derechos innegables como seres humanos; todo ello bajo la amenaza de ser acusados de “machistas” o “misóginos” por tratar de defenderse y no querer someterse a unos ideales que les obligan a agachar la cabeza.
El fuego nunca debe combatirse con el fuego, de modo que la lucha hacia una supuesta igualdad no debe justificarse en utilizar a los hombres como blanco de las iras de una sociedad frustrada.
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