Si hacemos memoria y nos retrotraemos a nuestra época en el colegio, seguro que desenterraremos recuerdos que permanecían aletargados en algún cajón de la parte más recóndita de nuestro cerebro. Y es que en el colegio hemos pasado casi más tiempo que en nuestra casa, lo que nos ha ofrecido algunos de nuestros recuerdos más bonitos y divertidos; a la vez que otros algo más amargos.
En un afán por tratar de rememorar nuestros días de escolarización, nos hemos propuesto seleccionar las que creemos son las frases más típicas que parece que todo profesor que dedicado a la docencia tiene que tener en su repertorio. Seguro que más de uno las habrá tenido que escuchar con frecuencia.
12 Frases típicas de profesores que seguro has escuchado
Ahí van unas cuantas frases dichas por nuestros queridos maestros de colegio. Algunas aún nos siguen proporcionando buenas risas cuando recordamos anécdotas vividas en el colegio con nuestros compañeros de clase.
12. ¡Fuera de clase!
“Sal al pasillo a pensar” o “vete al final de clase” eran las variantes de esta expresión. ¿Nadie ha tenido nunca un día especialmente revoltoso en el aula y le han tenido que mandar fuera un rato hasta que el maestro le dejase volver a entrar de nuevo? Algunos casi han pasado más tiempo fuera que dentro de clase.
11. Te quedarás una hora castigado
Al finalizar la jornada, ver cómo el resto de compañeros se iban a casa y el colegio se iba vaciando, a excepción de las cuatro ovejas negras de cada rebaño (o curso) que se quedaban en el aula de los castigados, era un panorama bastante desolador. Además, esa hora de más se hacía una eternidad, así que para hacerla más interminable, era muy típico imponer deberes o tareas para entregar antes de ser liberados.
10. Estás castigado sin recreo
De nuevo, una pena impuesta a los más guerrilleros. Castigar sin disfrutar de la hora del recreo era una baza habitual con la que amenazar a los pupilos. El corto periodo del recreo servía para desayunar, jugar con los amigos, desconectar después de dos primeras horas de clase y cargar energías para el resto de jornada; así que era siempre muy valorado y un privilegio al que nadie quería renunciar.
Nada era más frustrante para el pobre castigado que ver al resto de niños y niñas correteando, jugando al balón o con sus juguetes mientras éste permanecía en un rincón del patio (custodiado por el profesor que le había prohibido salir a jugar) o sentado en su pupitre contemplando la escena desde su aula.
9. Vete al despacho del director
El camino hacia el despacho del director era bien conocido por los más indisciplinados. Cuando la trastada se había ido de las manos, tocaba visita obligada al despacho del director, donde la regañina que le iba a caer al pobre temerario que hubiera protagonizado la travesura le haría replanteárselo la próxima vez que pensase en armar una buena.
8. No te levantarás hasta que no hayas acabado todo
Probablemente, los recuerdos más amargos que nos trae nuestra época de colegio e instituto estén relacionados con la hora de comer (para los afortunados que nunca pisaron e comedor de su escuela: no sabéis de la que os habéis librado). Aquellos alumnos que han tenido la inmensa fortuna de poder disfrutar de las delicatessen del menú escolar, se vieron obligados a desarrollar su ingenio para librarse de tener que comer los manjares que les fuera imposible tragar.
Aunque la frase “no te levantarás hasta que no te lo hayas acabado todo” parece más propia de una madre, ciertamente era muy empleada por los profesores que hacían las veces de guardianes de comedor y que se dedicaban a evitar que nadie se deshiciera de la comida de forma clandestina. Igual que los alumnos, debían tener los cinco sentidos alerta para evitar que nadie se fuera sin dejar el plato o bandeja realmente vacíos.
7. Copia 300 veces “no hablaré en clase”
Un clásico. Este castigo pretendía impartir disciplina a los alumnos que mostraban peor comportamiento en clase, los que no callaban, se distraían o distraían al resto.
Para los que estaban acostumbrados a estas reprimendas, llegar a cien veces ya no suponía ningún reto, pues lo habían tenido que hacer en muchas ocasiones; así que muchos profesores se venían arriba obligando a escribirlo 300 o más veces.