“¡Muchas gracias, Steven Spielberg!”. Esto es lo que probablemente estén pensando muchas personas tras ver “Tiburón”, la adaptación que el genial director realizó en 1975 de la obra del mismo nombre escrita por Peter Benchley un año antes.
Y es que si algo le debemos a esta película, es la forma que ha tenido de inducirnos miedo a meternos en el agua y a ser víctimas del ataque de un escualo; aunque la visión de Spielberg sobre estos animales está exageradamente fuera de lugar, ya que los ataques de tiburones a personas en la vida real son escasos
A lo largo de las siguientes líneas vamos a aprender qué es la selacofobia y cuáles son sus síntomas y causas. Al final de todo, daremos una serie de apuntes que pueden ser de interés para conocer más a estos esplendorosos animales.
¿Qué es la selacofobia?
El miedo a los escualos se conoce como “selacofobia” y puede desencadenarse por diferentes causas: desde un evento traumático fruto de un encuentro real con tiburones o cualquier otra criatura marina; hasta haber desarrollado fobia a los escualos tras ver la citada película (o alguna de sus innumerables imitadoras), tal vez algún reportaje sobre testimonios de víctimas de ataques e incluso tras haber leído sobre el tema.
Decimos que la selacofobia puede deberse no sólo a una experiencia traumática con tiburones, sino también con cualquier otro animal de mar. En consecuencia, se generalizaría el miedo a todos los seres marinos, incluidos los tiburones. Así pues, hablaríamos de “selacofobia”, pero no exclusivamente, ya que podría haber también miedo a los delfines, ballenas, atunes o peces similares a los tiburones.
Síntomas
No habría mucha diferencia de síntomas entre los que se incluyen para la selacofobia con los de otro tipo de fobias, por ejemplo: el aumento de la tasa cardíaca, ansiedad acompañada de sensación de falta de aire; hasta temblores incontrolables y pensamientos intrusivos irracionales en los casos de más severidad.
Este compendio de síntomas podrían aparecer si la persona se ve expuesta a imágenes de tiburones, reales o en la ficción, bien sea ante una pantalla, libro, en un acuario o incluso si los imagina; y su intensidad variará según la percepción que el sujeto tenga de peligro inminente.
Diferencias entre selacofobia y talasofobia
Para los que no estén familiarizados, puede haber una confusión de términos y utilizar “selacofobia” y “talasofobia” de manera intercambiada como si se tratara de sinónimos. Conviene dejar clara la diferencia entre ambos vocablos.
Hemos dicho que la selacofobia es el pánico a los tiburones debido a haber estado expuesto a estos animales de alguna u otra forma. Por otro lado, la talasofobia es el miedo a bañarse en grandes superficies de agua; elicitado por pensamientos vinculados a la inmensidad del gran azul, la sensación de ser insignificantes cuando nos bañamos en zonas donde nos cubre o el desconocimiento de saber qué hay bajo nuestros pies.
Así pues, la talasofobia podría darse tanto en mares y océanos, como en ríos, lagos y piscinas para los casos muy graves.
El tiburón como animal inofensivo
Sin ninguna pretensión por despreciar a las personas a las con selacofobia, en este apartado pretendemos limpiar un poco la imagen que el tiburón se ha ganado de forma inmerecida como devorador de hombres.
El mundo del cine y de la literatura no ha contribuido tampoco a que la opinión popular acerca de estos peces haya mejorado ni un ápice; más bien al contrario, la ha empeorado y seguramente ha disparado más casos de selacofobia. La representación que se ha hecho de los tiburones es la de un animal que ataca a la primera oportunidad que se le presenta y que siente especial devoción por abalanzarse sobre cualquier persona incauta que se adentre en sus dominios.
Es cierto los tiburones son grandes depredadores, pero si analizamos el número de ataques a seres humanos, la verdad es que aunque éstos son una probabilidad, su incidencia es más bien baja. No sólo eso, sino que los casos de víctimas mortales se reducen aún más.
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No obstante, no hay que olvidar que los tiburones son animales cazadores y, cuando escasean sus presas, son oportunistas, de modo que se vuelven menos selectivos a la hora de escoger. Así que aunque la comunidad científica trata de mejorar la opinión del público inexperto en la materia, conviene no perder de vista su gran potencial predatorio, pero sin exagerar demasiado.
Información útil para los selacófobos
A continuación aportaremos unos cuantos datos que serán de utilidad para quienes estén aquejados de selacofobia y que pueden servir también para normalizar la figura del tiburón como animal majestuoso que es y que merece ser respetado, pero no temido:
1. A los tiburones no les gusta el sabor de la carne humana
Es cierto. Los tiburones no disponen de manos o extremidades con las que puedan tocar o manipular los objetos de su entorno. La única forma que tienen de conocer si algo es o no comestible es mediante su boca. Por eso, el primer mordisco que emiten es para confirmar si están ante una potencial presa. Cuando esto no es así, tras esta mordida se alejan.
La mayoría de accidentes en los que había personas implicadas no fueron más allá de un tanteo; el problema es que según el tamaño del animal, de las características del ataque o la potencia de su dentellada, las lesiones a veces son extremadamente graves.
2. Confusión con presas habituales
Muchos ataques de tiburón son sobre surfistas, buzos o nadadores. Suena a tópico y es algo que no para de repetirse, pero no deja de ser verdad: los tiburones se equivocan de objetivo.
La estrategia de ataque que adoptan suele consistir en embestidas por sorpresa desde el fondo hasta la superficie, donde nadan sus objetivos. Además de eso, la forma que adquiere la silueta de un humano (especialmente si está sobre una tabla de surf o enfundado en un traje de neopreno) si miramos hacia la superficie estando a cierta profundidad, se parece demasiado a la de las presas habituales del tiburón: pequeños mamíferos, como focas, leones marinos u otros peces; como atunes, entre otros.
3. Más probabilidades de ser alcanzado por un rayo
Este dicho pretende ilustrar las pocas probabilidades de sufrir un ataque de tiburón. Sí, hay zonas del planeta donde es más probable que pueda pasar y que conviene conocer si vamos de viaje, pero existen playas señalizadas que prohíben el baño o advierten de avistamientos de escualos. También hay que tener en mente que raramente un tiburón se acercará a la costa, y de hacerlo, suele ser por desorientación.
4. Pocos ataques acaban en muerte
La mayoría de ataques a personas están protagonizados por especies de tiburón muy voraces, como el blanco, tigre, toro o mako. En caso de muerte, ésta se produce debido a la pérdida masiva de sangre, ya que hemos dicho que los tiburones lanzan un primer mordisco, que puede ser fatal si se secciona una arteria (sobre todo la femoral).
Rara vez estos ataques han acabado en desapariciones, ya que el tiburón suele soltar a su presa o la fortuna ha querido que muchos vivan para contarlo.
Ahora bien, que nadie se espante: existen más especies de escualos y no todos representan una amenaza para las personas y aún así, no siempre atacan.
5. Objetos brillantes
Un consejo para los que tengan fobia no sólo a tiburones, sino a otros peces o animales marinos: no llevar ningún abalorio que brille. Estos objetos reflejan la luz del sol y provocan un destello que atrae a estas criaturas, así que nada de colgantes, pulseras o anillos, por muy resistentes al agua que sean, si no quieres llevarte un buen susto.
Unas últimas palabras sobre los tiburones
Los tiburones son animales en peligro de extinción que están siendo esquilmados por el ser humano. Bien sea para hacer esas malditas sopas que cocinan en Japón con sus aletas (expertos en pasarse por el forro la legislación sobre especies protegidas; véase delfines, ballenas o tiburones) o para utilizar su aceite para productos cosméticos; la proporción de tiburones muertos a manos de seres humanos sigue superando y por mucho la de humanos muertos por escualos.
Con artículos como este tratamos de concienciar a quienes pueda interesarles el querer cambiar la suerte de algunas de las especies animales más amenazadas por la acción humana del planeta. Lamentaríamos perder al tiburón, cuyos antepasados datan de antes de los dinosaurios.