El juramento hipocrático es aquel que obliga a todos los galenos a no dejar morir a ninguno de sus pacientes. Desde los civiles más honrados y respetables hasta los seres más despreciables despojados de toda cualidad que determinaríamos como “humana” tienen garantizado que, llegado el momento de ponerse en manos de médicos o cirujanos, éstos harán lo imposible para mantenerlos con vida.
Ahora bien, parece que a los médicos de un hospital de Florida se les presentó una circunstancia atípica; una de esas ante las que no enseñan a reaccionar en ninguna universidad de Medicina (bueno, tal vez ahora sí), y tuvieron que obrar casi a ciegas. El revuelo causado es una muestra de que realmente, las alternativas no eran demasiadas y que, decidieran lo que decidieran, alguien iba a echárseles al cuello.
Todo por culpa de un tatuaje
Esta inusual situación comienza con un hombre que ingresa en estado comatoso en el hospital en cuestión. Al ser tumbado en la camilla y desprenderlo de sus ropas, los profesionales observan que en su pecho luce un tatuaje que reza “Do Not Resuscitate” (“No resucitar”, si nos ceñimos a la traducción del inglés). Sin identificación ni familiares a los que se pudiera contactar, ¿qué había que hacer?
Lo que se conoce del misterioso hombre del tatuaje
Esto es lo que ha trascendido del hombre con el tatuaje “DNR”:
- Unos 70 años
- Estaba semi-inconsciente en el momento de llegar
- Padecía una patología obstructiva pulmonar crónica
- Era diabético
- Había ingerido una alta cantidad de alcohol
- Sufría arritmias cardiacas crónicas
Tras un análisis más exhaustivo a cargo de los encargados de la unidad de cuidados intensivos, se descubrió que también padecía hipotensión y acidosis metabólica (una condición que se manifiesta por un descenso en la concentración del bicarbonato o por la acumulación de ácidos; cosa que hace que sea difícil su excreción).
Tras fotografiar el tatuaje e intentar recabar la máxima información sobre el paciente, los médicos trataron de encontrar más datos en el historial del hombre, para ver si su informe constaba en los archivos y así descubrir si había dejado una última voluntad en caso de fallecimiento. Como tampoco se pudo averiguar si tenía familia para contactar con ellos y el estado de inconsciencia del hombre no pudo revertirse, la situación se complicaba.
La sensatez prevalece
Viendo que las opciones se iban reduciendo, los profesionales decidieron no tener en cuenta el mensaje del tatuaje, amparándose en el principio de no recurrir irremediablemente a la salida fácil llegados a ese punto de confusión.
Sin embargo, por muy honrosas que fueran las intenciones y por muchos esfuerzos que mostrase el paciente por intentar mejorar, el departamento de ética del hospital no lo veía tan claro. Finalmente, se optó por administrarle antibióticos y por una reanimación mediante líquidos intravenosos y vasopresores.
“No resucitar”, la sonada decisión final
A pesar de revisar a fondo este caso tan delicado y de las energías por mantenerlo vivo, los asesores éticos convinieron que lo mejor era honrar el tatuaje de “No Resucitar” como si éste se tratara de la última voluntad en vida del hombre. El motivo en el que basaron tan alocada decisión fue que la ley a veces falla a la hora de apoyar y respetar el interés de los pacientes ante estas situaciones.
Así pues, el equipo encargado del caso redactó un DNR (un documento legal en Estados Unidos, firmado ante notario, según el cual se manifiesta el último deseo de un enfermo terminal de no ser mantenido con vida), considerando el mensaje del tatuaje como deseo explícito del hombre. Finalmente, a lo largo de la noche, su estado empeoró sin que se llevasen a cabo medidas de emergencia; y falleció.