Existe una amplia gama de individuos con rasgos de personalidad muy variados entre ellos. Aunque la gran mayoría crecen en ambientes en los que se favorece una correcta socialización y se transmiten una serie de valores que promueven una vida adaptada a las normas de la comunidad, lo cierto es que una parte de estos sujetos tienen serias dificultades para amoldarse e interiorizar estas reglas de conducta.
Rasgos de personalidad no psicopática
Los individuos con ciertas características de personalidad psicopática carecen de conciencia suficiente y no suelen definirse por su tendencia al respeto por las leyes ni por una especial capacidad para relacionarse o interactuar con los demás.
Los siguientes tres indicadores son los que permiten determinar que hay un grado de integración acorde a las leyes universales que rigen cualquier sociedad más o menos civilizada:
1. Prosocialidad
El respeto por la vida de los demás, o si se prefiere, la promoción de los beneficios de la ayuda, solidaridad y cooperación hacia el prójimo; gracias a los vínculos que vamos desarrollando con nuestros iguales a medida que socializamos. Antónimo de ‘antisocialidad’.
Por ilustrarlo de alguna forma: Un conductor que circule por la autopista y quiera llegar pronto a su destino, se lo pensará dos veces antes de cometer una imprudencia al volante que pueda poner en peligro la vida de los demás que transiten por la autopista.
2. Evitación de la conducta delictiva
La simple amenaza o perspectiva de recibir un castigo o reprimenda por la comisión de un delito constituye un estímulo lo suficientemente poderoso como para rechazar esta idea.
El conductor del ejemplo anterior intentará no pisar demasiado el acelerador debido al riesgo de recibir una multa por exceso de velocidad.
3. Admisión de responsabilidades
Por lo general, cualquier persona tiene tendencia no sólo a huir de la posibilidad de delinquir, sino a aceptar ciertos valores que fomentan el esfuerzo y trabajo duro como métodos para lograr los objetivos vitales de cada uno.
Se asume entonces que el protagonista antes mencionado ha obtenido su automóvil de forma legal y que los medios económicos que le han permitido adquirirlo han sido a través de cualquier actividad lícita.
Lamentablemente, como se ha comentado con anterioridad, no todos los seres humanos siguen este patrón de conducta, sino que algunos se desvían y deciden hacer la guerra por su cuenta, como se suele decir, pudiendo llegar a traspasar la frontera del delito.
Rasgos de personalidad de los psicópatas
Acabamos de ver de qué maneras diferentes podemos ajustar nuestro comportamiento para vivir el día a día sin importunar a los demás ni complicarnos la existencia.
No obstante, no todo el mundo accede sin concesiones, ya que hay ocasiones en las que ocurre todo lo contrario y la persona opta por la irresponsabilidad, impulsividad y antisocialidad.
De este listado se pueden desarrollar varias combinaciones en las que ciertos rasgos resaltarían por encima de los demás en función del sujeto. Este desajuste en la conducta es originario de unos atributos de personalidad que impiden su corrección o ajuste. Hemos sintetizado los más relevantes y que suelen manifestarse con mayor frecuencia:
1. Impulsividad
Se refiere a la reflexión previa a consumar un acto, el “pensar antes de hacer algo”. La búsqueda de un placer inmediato o de aquello que se desea es lo que les mueve, llegando actuar de forma que puede ponerse en riesgo a sí mismo o a los que se encuentren en su campo de actuación.
2. Falta de remordimiento o culpa
O dicho de otra manera, la emoción que resulta después de hacer algo. Es uno de los grandes ausentes en la personalidad del psicópata y es fácilmente detectable cuando se analiza su forma de interactuar con el entorno.
3. El sentido del “YO”
La superioridad como forma de situarse con respecto a los demás y un sentimiento de valía exacerbado, sumado a un desprecio por el bienestar ajeno. Debido a esta particularidad en su manera de ser, muchos malhechores de todo tipo vieron truncados sus planes tras no tomar suficientes precauciones y haber bajado la guardia para no ser capturados.
4. Falta de empatía
Muy relacionado con los puntos anteriores. Es una incapacidad a la hora de procesar y comprender los sentimientos, circunstancias o motivaciones de las personas.
5. Manipulación
La utilización del engaño o cualquier estrategia cuestionable para obtener un beneficio propio, sin importar los medios o sobre quién tenga que pasar para ello. Simplemente importa el objetivo final.
6. Fallo en aceptar las propias responsabilidades
Antes veíamos que la asunción de responsabilidades constituía uno de los principios que aseguran la convivencia. En el extremo opuesto se encuentran aquellos que eluden las consecuencias de sus actos como mecanismo de defensa. Muchos delincuentes, por ejemplo los violadores, se sirven de este recurso para trasladar la culpa a su/s víctima/s, alegando que le incitaron a cometer el delito.
En términos más generales, el argumento de algunos delincuentes de origen marginal con una larga trayectoria delictiva, se basa en culpabilizar a “la sociedad” por haberles dado la espalda o no haberlos sabido integrar.
7. Superficialidad y encanto
Para enmascarar toda esta falta de caracteres que se han ido desarrollando y que permitirían fácilmente delatarlos, se emplean estrategias para enmascararlo todo tras un halo de verborrea, buenas maneras y exceso de agradabilidad con ánimo de ganarse la confianza de sus interlocutores.
¿Qué podemos esperar de todo esto?
A pesar de lo alarmante que es pensar que puedan haber entre nuestros semejantes algunos aquejados de las cualidades mencionadas, la pretensión de este escrito no es otra que la de informar e ilustrar y, si bien estamos de acuerdo en que el mundo en el que vivimos no siempre nos tiene reservadas alegrías y recompensas, las probabilidades de encontrarnos con alguien así, aunque nunca se reducen a cero, son más bien escasas.
En todo caso, se necesitan ciertas habilidades de detección y manejo de estas personalidades por si tenemos que convivir o lidiar con ellos en el día a día.