Entendemos por memoria a la capacidad de recuperar datos que vamos almacenando a lo largo de nuestra experiencia, aunque este rasgo que todos vinculamos a esta capacidad hace referencia únicamente a uno de sus varios cometidos.
Veamos qué mecanismos garantizan que la información que procesamos llegue a la memoria y qué tipos de memoria se conocen.
Procesos implicados en la memoria
Para que podamos acceder a los recuerdos guardados en el cerebro se ponen en marcha una serie de mecanismos adquiridos e innatos y que actúan de forma similar a como trabaja un ordenador. Aunque el cerebro es menos rápido en algunas tareas que una de estas máquinas, es capaz de procesar informaciones captadas de forma paralela por diferentes sentidos:
1. Percepción
Toda aquella información que entra por diferentes canales: visual, auditivo, táctil, olfativo. Las personas con algún déficit sensorial tendrán dificultades o les resultará imposible percibir nada a través de la vía que tengan afectada.
2. Codificación
Toda la información sensorial captada por nuestros canales de percepción es registrada y posteriormente, procesada por el cerebro, que analiza las características de cada escena …..
3. Almacenamiento
Los datos que el cerebro ha registrado viajan por el entramado neuronal y se van acumulando en la memoria. Para no saturarla, aquellos que consideremos irrelevantes o que menos utilidad tengan, acabarán desechándose. De esta forma, permanecerán los datos de mayor utilidad.
4. Recuperación
Tiene que ver con la manera de evocar la información aglutinada y que se asienta en nuestra base de datos cerebral.
Tipos de memoria
Hay varios modelos explicativos que dividen la memoria en varias secciones encargadas de un tipo de tareas u otras. El conocido como “de almacenamiento y transferencia”, de Richard Atkins y Richard Shiffrin, distingue tres conceptos fundamentales de memoria: la sensorial, a corto plazo y a largo plazo.
1. Memoria sensorial
La memoria sensorial es aquella que se sirve de los sentidos como mecanismo por el cual percibir la información del entorno. Las clases de memoria consideradas sensoriales serían la icónica, ecoica, olfativa o cinestésica dependiendo de si la información entra por los ojos, oídos, olfato o a través de movimientos determinados. Su duración es efímera, de manera que si no la atendemos el suficiente tiempo como para procesarla posteriormente, se desechará y no se transmitirá a la memoria a corto plazo.
2. Memoria a corto plazo
La memoria que se emplea a la hora de ejecutar cualquier actividad, la que denominamos “de trabajo” o “a corto plazo” es la segunda clase que definen los profesores Atkins y Shiffin. De acuerdo a su postulado, la memoria a corto plazo decae rápidamente, a no ser que se esté utilizando la información. Este repaso contribuye a que se retenga por más tiempo. Debido a su naturaleza, es de capacidad limitada, aunque puede expandirse gracias a procesos como el chunking, que ayuda a conjugar diferentes partes de pequeñas informaciones en un todo con sentido.
El término “de trabajo” está actualmente más en uso, pues se considera que el concepto de “a corto plazo” no hace justicia a la trascendencia de esta memoria, vital para funciones como la resolución de problemas, comprensión y razonamiento.
3. Memoria a largo plazo
Finalmente, la memoria a largo plazo cuenta con una amplia extensión de material que se ha ido recopilando con la experiencia y consolidado con el paso del tiempo. Ahora bien, el riesgo a que se deformen, falseen u olviden muchos recuerdos a largo plazo también existe. Muchos datos pueden pasar directamente a esta memoria sin percatarnos de su percepción.
Se distinguen dos tipos de memoria a largo plazo: la implícita y explícita.
3.1. Memoria implícita
Hace referencia a todo aquello que se almacena de forma inconsciente. Muchas tareas cotidianas que tenemos interiorizadas se realizan gracias a esta memoria, como ir en bicicleta; no importa cuánto tiempo pase, siempre sabremos mantener el equilibrio para no caernos de ella. Dentro de esta, la memoria “procedimental” es uno de sus tipos.
3.2. Memoria explícita
La memoria explícita o declarativa se percibe de forma consciente, no automática e incluye el conocimiento de cada uno sobre el mundo que nos rodea, basado en la información que se va recopilando a lo largo del tiempo. En este caso, estaríamos hablando de la “memoria semántica”. Todo lo que consideramos “cultura general” entraría en este apartado. Saber quién fue Napoleón o la capital de Australia (es Canberra, para los que aún dicen que es Sidney), son ejemplos de memoria explícita.
Por otro lado, como parte también de la memoria explícita encontramos la memoria episódica, aquella sobre nuestras vivencias autobiográficas. Todo lo que nos ha acontecido y que recordamos de pequeños, de cuando íbamos al colegio, la primera vez que conducimos lo almacenamos en esta memoria.
Técnicas que garantizan un mejor recuerdo
Empleamos diferentes técnicas que aseguran que podremos recuperar de la memoria nuestros recuerdos. Aquí van unas cuantas:
1. Repaso
El tiempo que dedicamos a aprender nuevos conocimientos y la frecuencia con que los revisemos ayudará a que este aprendizaje se consolide con más efectividad, garantizando que el contenido se alterará lo menos posible y su recuperación será más fácil. Tiene mucho que ver la atención que pongamos en esta tarea para asegurar que se realiza con éxito.
2. Posición seriada
El efecto de la posición seriada determina que los elementos que se presentanen primera (efecto de primacia) o última posición (efecto de recencia) son los más sensibles a ser recordados, algo que se ha denominado “recuerdo inmediato” y “recuerdo de recencia”, respectivamente.
3. Autorreferencia
Es bien sencillo: aquello que sea más importante para nuestra persona, de acuerdo a nuestros gustos, preferencias e inquietudes, se mantendrá por mayor tiempo posible nuestra memoria que no si se trata de información irrelevante que ni nos va ni nos viene.
4. Memoria fotográfica
Asociar conceptos concretos con imágenes permite que su recuerdo sea más fácil de evocar. Los conceptos abstractos, por contra, al no estar representados de ninguna manera, son más complejos de memorizar.
5. Organización
Con tal de cerciorarnos de mantener recuerdos bien consolidados, conviene organizarlos por imágenes, significado, contextos, jerarquías , etc.
6. La relevancia de lo novedoso
Recordaremos mejor la información más novedosa. Es casi imposible intentar recordar lo que hiciste un día normal, porque el cerebro deja de darle importancia a los sucesos repetitivos. Hacer que cada dato de información sea único es esencial para conseguir recordarlo.
7. Intensidad emocional
Cuanta más intensidad en nuestro estado de ánimo asociado a una vivencia, más facilidad para retenerlo en la memoria. Tanto si la activación emocional es positiva como negativa, estando así asociados a sentimientos como la ira o la felicidad, la información asociada a respuestas emocionales se almacenará mucho mejor.