Madrid amanece en un día de calor veraniego de esos en los que no pasa nada ni parece que pueda pasar. Una pareja de jóvenes entre 25 y 27 años (Jaime Llorente y María Pedraza) se despiertan después de tener sexo empapados en sudor; otra chica, de la misma edad, hace lo propio pero con un desconocido; el último de nuestros cuatro protagonistas está dándose un baño en una piscina hinchable de niños en una azotea. Y tú, ¿a quién te llevarías a una isla desierta?
Jota Linares, director y co-guionista de la última adquisición española de Netflix que ha visto la luz, nos propone una película con ánimo de ser generacional. Esos últimos millenials, nacidos entre 1990 y 1995, que ya han terminado sus estudios, o están a punto, y que están caminando por la finísima línea que hay entre darle un empujón a tu carrera como actriz y empezar a trabajar en un restaurante de comida rápida.
Los protagonistas (Marcos, Marta, Celeste y Eze) acaban de pasar la crisis de los 25 y todavía tienen el ánimo en el cuerpo suficiente como para darse una última dosis de químicos, chupitos y fiesta antes de dar el paso definitivo a la adultez, pero ya tienen la mochila cargada con restos de muchas noches y muchos desengaños y, ante el cambio de ciclo que se les viene, solo pueden refugiarse en el pasado o en el futuro para huir de un presente que se ha hecho inhabitable.
Para reflejar eso, el piso en el que sucede ese último día y esa última noche es un piso en demolición, todo desordenado con todos haciendo la mudanza para largarse de allí cuanto antes. Una isla desierta de la que todos quieren escapar.
Lidiar con la verdad… ¿desde una isla desierta?
“Eh, ¿a quién te llevarías a una isla desierta?, es un juego y es muy fácil, perfecto para noches como esta. Imaginaos que hay una explosión nuclear y se va todo a tomar por culo, pero hay una isla desierta a la que os podéis ir con dos acompañantes. De los que estamos aquí debéis elegir a dos personas y decir por qué. Si no no vale.”
Después de una noche de fiesta llegas a casa de after porque quieres terminar cantando en la azotea y, la que ha sido tu compañera de piso desde hace 8 años, dice de jugar a un juego. Evidentemente la cosa se complica; con el telón de fondo de la madrugada las verdades que se han mantenido ocultas durante muchos años salen a escena. Es complicado lidiar con las emociones y con las despedidas, con las frustraciones y con el deseo, pero sobre todo con el engaño.
En ¿A quién te llevarías a una isla desierta? se pone sobre la mesa el tema de la verdad y la mentira; uno que es casi tan transversal para nuestra generación como la crisis económica o las nuevas tecnologías de la información. En un mundo que ha roto los valores con los que nuestros abuelos (más) y nuestros padres (menos) se criaron, que ha permitido un casi todo vale, la mentira es un arma para lidiar con el día a día, tanto con el mundo como con nosotros mismos.
Si esta película (que antes ha sido obra de teatro “Cenicienta”: de las salas del circuito independiente a Netflix) tiene un valor clave, además de acertar con el ritmo, la estética (cualquiera se reconocería en cualquiera de las localizaciones) y los motivos que desarrolla la cinta, es el de poner a toda una generación ante la mentira y la verdad. Ambas, tan opuestas y tan iguales; con dos caras: la verdad y la mentira para proteger o para hacer daño. “¿Cómo llevas lo de ser un mentiroso de mierda?”, escuchamos preguntar en el momento más tenso de la película. Buenísima pregunta, ¿no?
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