Los 12 asesinos en serie con más víctimas

Esta es la oscura historia criminal de los asesinos en serie que más víctimas tienen en su haber. Traumas infantiles, una sexualidad anómala y una incansable pulsión de muerte, son sólo algunos de los ingredientes para este letal cóctel.
Los asesinos en serie y el macabro ranking de víctimas que dejaron.
Los asesinos en serie y el macabro ranking de víctimas que dejaron. | Imagen de: Pixabay/Republica.

 

La crónica negra de la Humanidad está repleta de capítulos funestos. El de hoy, está dedicado a los asesinos en serie con mayor número de víctimas mortales.

Debido a que, en algunos casos, las técnicas de análisis no era tan avanzadas como lo son actualmente y a que muchos crímenes se cometieron en zonas remotas, la lista está confeccionada  en función del número de asesinatos por los que se condenó a estos sujetos, ya que se sospecha que alguno de ellos podría estar detrás de más muertes de las que se les culpa.

12 asesinos en serie con más muertes a sus espaldas

En esta lista presentamos a los asesinos en serie que más víctimas mortales han causado (que se sepa) a lo largo de los siglos.

12. John Wayne Gacy, ‘el payaso asesino’

Gacy es uno de los asesinos en serie más recordados de la historia criminal de Estados Unidos. Respetado miembro de su comunidad, se ganó el aprecio de todos por su álter ego, ‘Pogo, el payaso’, figura que utilizaba para entretener a los hijos de los vecinos que asistían a las barbacoas organizadas en el jardín de su vivienda del estado de Illinois.

Se le acusa de haber abusado, torturado y asesinado hasta un total de 33 adolescentes y jóvenes de diversas edades, cuyos cuerpos aparecieron enterrados bajo el suelo de su propiedad, siete de los cuales no pudieron ser identificados. Otros cuatro cadáveres se encontraron en un río cercano. Su vida terminaría con una inyección letal el 10 de mayo de 1994.

11. Ted Bundy, ‘el asesino de estudiantes’

Ted Bundy encarnó el arquetipo de psychokiller extremadamente inteligente y de pasado turbio. Como muchos otros, escondió las secuelas de una infancia traumática bajo una fachada de encanto personal que utilizaba para ganarse el favor de sus víctimas, para después violarlas y ejecutarlas. Su forma de proceder consistía muchas veces en simular tener un brazo escayolado, pedir ayuda para cargar los libros en su coche y, una vez su objetivo estaba dentro, dejarla sin sentido y huir del lugar.

De entre todos sus crímenes, se encuentra también el de Kimberly Leach, una niña de apenas 12 años a quien Bundy raptó de un patio mientras jugaba. A pesar de ello, recibió correspondencia de varias admiradoras durante su estancia en prisión, llegando a casarse con una de ellas y teniendo una hija en común. Además, ejerció su propia defensa durante el juicio, aunque no le serviría para evadir la silla eléctrica el 24 de enero de 1989.

Desde 1974 hasta 1979, Bundy segó la vida de 36 chicas, todas ellas con rasgos físicos muy parecidos (jóvenes caucásicas de pelo moreno). No obstante, se cree que podría ser el culpable de más de un centenar de ellas, razón por la que se le considera uno de los asesinos en serie con más víctimas de Estados Unidos.

10. Manuel Delgado Villegas, ‘El Arropiero’

Si hay un nombre tristemente célebre en la criminología española del siglo pasado, ese es el de Manuel Delgado Villegas, apodado “El Arropiero” porque se dedicaba a la venta ambulante de arrope, una especie de mosto elaborado con el jugo de frutas.

Analfabeto, huérfano de madre y de inteligencia límite, este criminal errático cometió hasta 48 asesinatos a lo largo de la geografía española, después de dar rienda suelta a sus perversiones sexuales sometiendo a los incautos que caían en sus garras. A pesar de todo, las autoridades siempre han sospechado que la cuenta final podría ascender, debido a su comportamiento agresivo y a su apetito insaciable.

Moriría el 2 de febrero de 1998 debido a una enfermedad pulmonar, consecuencia de su adicción al tabaco.

9. Gary Ridgway, ‘el asesino de Green River’

Tiene el dudoso honor de ser el asesino en serie con más víctimas de todo Estados Unidos: Gary Ridgway experimentó ya de adolescente una malsana pulsión por matar, a la que dio rienda suelta durante casi 20 años antes de ser apresado.

Aficionado a pagar por sexo, Ridgway sentía un tremendo desprecio por las mujeres, en concreto por las prostitutas, para quien eran poco más que basura. Esto le permitió poder desarrollar su larga carrera criminal durante tanto tiempo, que llevó a cabo a lo largo de la zona de Green River, condado de King (Washington); lo que le granjeó su tétrico apodo. Al aceptar los 49 asesinatos que se le atribuían, se libró de la pena capital y actualmente está cumpliendo cadena perpetua.

8. Anatoli Onoprienko, ‘la bestia de Ucrania’

Una oleada de crímenes a mediados de los noventa hizo revivir el horror en la sociedad ucraniana de aquellos años, que se recuperaba poco a poco de las atrocidades cometidas por otro de sus asesinos en serie más sanguinarios, Andrei Chikatilo, “el carnicero de Rostov”, ajusticiado en 1994.

Sin embargo, el móvil de este nuevo monstruo no era sexual, sino económico: se colaba por las noches en las casas que planeaba saquear y, para no dejar testigos, aniquilaba a todos los que hubiera dentro, ejecutándolos en la misma habitación uno por uno, sin importar sus edades.  En total, acabó con la vida de 52 personas a cambio del poco dinero y pequeños objetos de valor que recolectase, con una cifra récord de 43 víctimas concentradas entre octubre del 95 y marzo del año siguiente.

Fue condenado a cadena perpetua en 1998, permaneciendo recluido hasta su muerte en 2013 debido a un ataque cardiaco.

 7. Pedro Rodrigues Filho, ‘Pedrinho Matador’

Mato por Prazer” reza tatuado en el anverso de su brazo derecho. Así es como podría sintetizarse el lema de vida de Pedro Rodrigues, seguramente uno de los asesinos en serie más agresivos de todo Brasil, actualmente entre rejas por segar 71 vidas.

Crecer en un entorno hostil es uno de los factores de riesgo para la predisposición a la violencia, más aún si el narcotráfico es una constante. Fue en este ambiente donde “Pedrinho”  se convertiría en uno de los bandidos más peligrosos de los bajos fondos brasileño.

Aquejado de una fuerte inclinación por la violencia debido un traumatismo craneal por un golpe cuando estaba en el vientre materno, su trayectoria asesina no se detuvo ni estando en prisión, donde mató a casi 50 personas entre funcionarios y otros reclusos.

6. Javed Iqbal

Hasta un total de 100 niños fueron las presas de este despiadado asesino en serie pakistaní. Javed Iqbal era un ingeniero químico famoso en su lugar de origen por acoger y dar trabajo en la fundición de metal que poseía a los chavales más desamparados. Paralelamente a esta obra de caridad, se dedicaba a secuestrar a los infantes de los suburbios, para después abusar de ellos de las formas más horribles, cortarlos en pedazos y echar los restos en recipientes llenos de ácido.

Tras llegar al centenar de asesinatos, se presentó a la redacción del periódico donde días antes había enviado una misiva confesando ser el autor de las numerosas desapariciones de los últimos años. Según sus propias palabras, decidió parar de matar por voluntad propia, ya que adujo que perfectamente podría haber llegado hasta 500 defunciones.

Finalmente, Iqbal fue sentenciado a ser estrangulado, troceado y puesto en ácido una vez por cada infante muerto; aunque la condena no llegó a hacerse efectiva, pues murió apaleado en su celda.

5. Pedro Alonso López, ‘el Monstruo de los Andes’

Pedro Alonso López pasó parte de su infancia carente de un referente paterno sólido (el cabeza de familia fue asesinado apenas meses después de nacer) y siendo testigo en primera persona de una madre que se dedicaba a la prostitución. Por si fuera poco, fue sodomizado en varias ocasiones desde que tenía ocho años, algo que sin duda determinaría su carácter antisocial y marcaría su trayectoria homicida.

Pedro fue detenido por una multitud cuando trataba de raptar a una niña pequeña, que iba de la mano de su madre. Ya en comisaría, tras varias reticencias,  admitió haber matado a 110 chicas en Ecuador, otra centena en Colombia y más de cien en Perú. Al comienzo, los investigadores no le concedieron ninguna credibilidad a sus palabras, pero cuando los condujo hasta una zona en mitad del campo donde había enterrados hasta 57 cuerpos, empezaron a ver que su testimonio era real.

Por lo visto, “El Monstruo de los Andes” violaba a sus víctimas y las estrangulaba mientras lo hacía, ya que encontraba el placer sexual al sentir cómo se les escapaba la vida. Una vez muertas, las enterraba en áreas alejadas, adonde probablemente volvía para abusar de nuevo de los cuerpos. Estas tumbas eran para Pedro Alonso López una suerte de altar a su obra, que se acrecentaba con cada cadáver que dejaba. Fue liberado en 1998 y actualmente se desconoce cuál es su paradero.

4. Luís Alfredo Garavito, ‘La Bestia’

No hay apodos suficientes para catalogar los crímenes perpetrados por Luís Alfredo Garavito, probablemente el mayor asesino en serie de la historia de Colombia y de todo Latinoamérica.

Durante un recorrido de apenas 6 años (de 1992, cuando cometió su primer asesinato hasta 1999, cuando fue apresado), Garavito reconoció haber acabado con la vida de 192 niños de entre 6 y 16 años. Fue también un consumado violador que perpetró hasta 200 agresiones sexuales, más secuestros y torturas. Por si fuera poco, anotaba en su diario de viajes un número que correspondía a la edad de cada uno de los niños asesinados, además de conservar recuerdos a modo de trofeo.

Ya en prisión, Garavito reveló que también había realizado rituales satánicos con los cuerpos, aunque nunca explicó cómo y qué hizo. Se cree que aproximadamente hacia 2023 pueda salir de prisión, beneficiándose de la posibilidad de libertad condicional por buena conducta.

3. Herman Webster Mudgett, ‘Dr. Holmes’

Esconder una personalidad sombría bajo un halo de encanto superficial es un rasgo definitorio de los asesinos en serie más crueles (Ted Bundy o Jeff Dahmer, fuera de esta lista, son claros ejemplos de ello). Esta misma estrategia ya la utilizaba Herman Mudgett, que se hacía llamar pretenciosamente ‘H.H.Holmes’ por su pasión hacia el personaje creado por Conan Doyle.

Este estafador de mujeres se dedicaba a seducirlas con tal de luego sacarles todo el dinero que pudiera. Con lo que reunió de sus fraudes, Mudgett construyó un hotel que llamaría “Holmes Castle”. Este edificio era en realidad un laberinto de pasadizos secretos, con falsos espejos a través de los que podía espiar a sus víctimas, trampas de toda clase (cámaras de gas incluidas), habitaciones de las que no se podía salir y un sótano donde almacenaba los cuerpos de los huéspedes que mataba, para deshacerse de ellos tranquilamente.

Si bien este falso Holmes contabilizó ‘solamente’ 27 asesinatos, las investigaciones actualmente ascienden el recuento de crímenes a más de 200, ya que en aquella época (finales del s. XIX y comienzos del siguientes) las técnicas de la criminología no permitieron dar respuesta al recuento final.

2. Harold Shipman, ‘el doctor Muerte’

Este sanguinario desalmado aprovechó su condición de médico de cabecera para  segar las vidas de hasta 215 pacientes, utilizando una inyección de morfina que les administraba en las rutinarias visitas a las que acudían.

El reputado galeno comenzó sus andanzas en 1975, que se extenderían a lo largo de dos décadas por varios centros médicos del país. Sin embargo, fue en Hyde (Manchester) donde fundó su propia consulta y allí llevaría a cabo la mayor concentración de muertes: 143.

Gracias a un testamento falsificado a su favor y a la exhumación del cadáver de la que fue una de sus fieles pacientes (con evidencias de sobredosis de morfina), que Shipman fue detenido en 1998. A raíz de ahí, otros cuerpos fueron desenterrados y se vio que el doctor estaba detrás de las defunciones. Con todo,  se convirtió en el asesino en serie con más víctimas de todo Reino Unido. Murió ahorcado en 2004 en su propia celda.

1. Erzsébet Bathory, ‘la Condesa Sangrienta’

En el pasado, el culto a la sangre como líquido de propiedades casi mágicas capaz de conceder la belleza eterna era una práctica habitual entre la gente pudiente. La obsesión por la eterna juventud consumió a Erzsébet Báthory, hasta tal punto que llegaría a ser conocida como ‘la Condesa Sangrienta’, debido a los oscuros tratamientos que realizó con el líquido rojo, que incluían rituales de magia negra.

Para que la sangre conservara sus cualidades, los hechiceros que trabajaban para ella le recomendaron que debía utilizar la de jóvenes doncellas (“puras de alma”, según algunos documentos). Báthory, con ayuda de sus sirvientes, que le proveían con chicas de los poblados cercanos,  asesinaba a las muchachas y bebía su sangre. No obstante, el uso que le dio a este líquido se fue ampliando, ya que también se embadurnaba el cuerpo como si de un ungüento más se tratara y se bañaba en ella en grandes piscinas.

Un total de 650 desapariciones se cree que fueron obra de la condesa y de sus secuaces, que fueron torturados y decapitados por su colaboración durante años. Sin embargo, a Erzsébet le esperaba otro funesto destino: como idearia de tal carnicería y por las prácticas de brujería, se la condenó a morir emparedada.

Cuatro años tardó la ‘Condesa Sangrienta’ en morir, a pesar de encontrarse aprisionada entre cuatro diminutas paredes, sin la posibilidad de ver el sol más que a través de una pequeña rendija y siendo alimentada apenas una vez al día. Con todo, se ha convertido en la mujer asesina en serie con más víctimas en su cuenta, aunque para algunos no fue más que un intento de desprestigio por parte de sus rivales políticos.