Quizá pienses que en la actualidad no hay una ideología política y económica que sea claramente mayoritaria en el lugar donde vives, tal y como sucedía con el socialismo en la Unión Soviética o con la socialdemocracia en la Europa de mediados de siglo, por ejemplo.
Sin embargo, lo cierto es que el mundo global está dominado por el neoliberalismo, una variante del liberalismo económico que se centra en la toma de control de los Estados con tal de debilitar sus funciones y así promover la primacía del sector privado, junto con la acumulación de la riqueza y el poder por parte de quienes más tienen. A esto es a lo que se refieren muchos cuando hablan del “libre mercado”, incluso si no son conscientes de ello.
El neoliberalismo es la ideología dominante en el mundo actual. A pesar de que se focaliza fundamentalmente en la economía, depende de forma clave de la política y tiene consecuencias sociales innegables, tanto en lo material como en lo psicológico, incluyendo los valores y principios morales.
Para entender este concepto es necesario aclarar en primer lugar qué es el liberalismo clásico. Podemos definir esta ideología, que se remonta al siglo XVIII, como una reacción al conservadurismo de la época, que se manifestaba en la ausencia de división de poderes y en la dominación económica de la población por parte de las elites, con la monarquía absolutista como máxima expresión.
El liberalismo tradicional defendía la libertad individual en distintos ámbitos, incluyendo la religión, los derechos civiles y la economía, pero con el tiempo esta última faceta pasaría a considerarse la más distintiva de lo que hoy llamamos liberalismo. Paradójicamente, en la actualidad el liberalismo económico, en oposición al socialismo, se alía con gran frecuencia con el conservadurismo.
Tras las prolongadas y extendidas crisis económicas que se produjeron en la época de la Segunda Guerra Mundial, así como gracias a la amenaza que suponía la ideología comunista para las ideas occidentales, más favorables a las élites económicas, los gobiernos empezaron a aplicar políticas que favorecían a la mayoría de la población para calmarla. De este modo surgieron la socialdemocracia y el Estado del bienestar, que se asoció sobre todo a Europa.
Naturalmente, este tipo de políticas hicieron que los beneficios de las personas con más dinero descendieran en comparación con los años previos, cuando su poder no había tenido prácticamente ningún control político.
En consecuencia muchos miembros de la elite económica, entre los que destaca Friedrich von Hayek, se organizaron para promover los principios del “libre mercado” que tanto habían beneficiado a su clase en el pasado; en este contexto surgió la nomenclatura “neoliberalismo”, entendida como una recuperación del liberalismo económico en particular.
Después de un tiempo, y de forma llamativa, los defensores del neoliberalismo dejaron de usar el término que habían acuñado y se centraron en promover sus ideas de forma más o menos sutil. A mediados de los años 70 y a principios de los 80, con la llegada al poder de Margaret Thatcher y Ronald Reagan y con el intervencionismo estadounidense en dictaduras como la de Pinochet en Chile, el neoliberalismo se popularizó y se convirtió en la ideología dominante en todo el mundo.
Hoy en día, cuando hablamos de neoliberalismo nos referimos básicamente a la toma de control de los Estados por tal de aplicar políticas económicas de corte liberal. En la práctica esto se traduce en medidas que incrementan enormemente la desigualdad socioeconómica, como la reducción de los impuestos para las grandes fortunas, la privatización de servicios públicos y el descenso de los salarios.
En la actualidad la mayoría de neoliberales rechazan esta palabra, probablemente porque consideran que se utiliza como un paraguas para incluir propuestas más o menos distintas. Sin embargo, incluso análisis superficiales permiten identificar una línea temporal evidente, junto con tendencias políticas con consecuencias muy similares.
Los neoliberales, se llamen como se llamen a ellos mismos (con frecuencia se consideran simplemente liberales), defienden la focalización del Estado y de las personas en la productividad y la eficiencia económicas, en lo material, lo tangible y lo numérico. Se trata por tanto de una perspectiva que obvia lo social y lo psicológico y reduce la realidad a conceptos económicos tan cuestionables como el del producto interior bruto o PIB.
Muchos críticos consideran que el neoliberalismo no es más que un proyecto de las clases dominantes para revestir medidas económicas que las benefician de un contenido ideológico e incluso ético que facilite la asunción de tales políticas por parte de la población general, a quien el neoliberalismo perjudica de forma clara. A día de hoy el éxito de este proceso es indudable.