Ismael Prego, más conocido como Wismichu en Youtube, se he convertido en blanco fácil a raíz de la publicación de Bocadillo, un falso largometraje que se estrenó en el Festival de Sitges y que enfureció a partes iguales a público y crítica. Como desveló más tarde, todo se trataba de un montaje en favor de un proyecto mayor que, esta vez sí, cuenta con la colaboración de profesionales del sector y versa sobre la reacción de la sociedad ante la polémica generada.
Bocadillo es un gag de tres minutos que se repite hasta la saciedad, provocando el desespero de cualquiera. Los responsables del Festival de Sitges están al corriente y aun así proyectan el falso largometraje, exponiéndose a ser fustigados y quemados en la plaza mayor. La reacción es la prevista: la sala enfurece pasados los primeros minutos. Bocadillo se convierte en trending topic a nivel mundial.
El engaño se hace visible cuando Wismichu cambia su estado de Twitter por “el mejor directroll de España” y lanza el siguiente mensaje: “vosotros sois mi película”. A las pocas horas, la maquinaria informativa se pone en marcha y Twitter prende sus antorchas mientras pide la cabeza del youtuber en una bandeja de plata. En definitiva, la cosa se va de madre, pero ese es precisamente el objetivo del gallego.
Wismichu no es santo de mi devoción, ni siquiera me gustan sus vídeos, pero la polémica de Bocadillo es solo un ejemplo más de cómo la sociedad se comporta como una turba cuando aparece un nuevo supuesto enemigo público. Wismichu sale a la palestra aun sabiendo que será uno de los personajes más odiados en España durante unas semanas, y para eso hay que tener estómago.
Como siempre, la turba está alimentada por dos poderes inamovibles en la sociedad actual: las redes sociales y los medios de comunicación. En cuanto a las redes sociales y especialmente Twitter, ya no hay nada que hacer. Este último se ha convertido en un espacio anárquico dónde cualquiera crucifica a cualquiera, dónde es más fácil nadar con la corriente que defender un criterio propio. Sobre los medios de comunicación hablamos más adelante.
La polémica se vuelve esperpéntica cuando Wismichu es entrevistado en ‘La Resistencia’, el late presentado por David Broncano. Allí concede una entrevista espesa, incómoda. Algunos la definen como “la peor entrevista en ‘La Resistencia’” o “de vergüenza ajena”. Es caso es que el gallego no tiene suficiente con la que se ha liado en Twitter y, en un clímax bochornoso, coge una taza del programa y la estrella contra el suelo. Finalmente, Wismichu sale de escena al grito de “¡Viva Ignatius!”. Nadie del público ríe.
Como si se le fuese la kunda. #LaResistenciapic.twitter.com/Z8ckptcHaG
— La Resistencia en Movistar+ (@LaResistencia) 17 de octubre de 2018
La entrevista vuelve a avivar la llama del odio y parece que el youtuber solo tiene una salida: ser devorado por su propio experimento y pedir disculpas hasta decir basta. A mi parecer, el momento de la taza genera un cringe innecesario, esté o no pactado con el propio Broncano.
17 de octubre. La situación se ha vuelto insostenible e Ismael Prego tiene que salir al paso para calmar las aguas. Y lo hace en el bastión de Youtube, dónde se supone que uno puede expresarse con total libertad. Explica que Bocadillo es solo una parte de la película definitiva, el primer paso de un experimento social que quiere poner en evidencia tres aspectos. Vamos por partes.
Desde el momento en que Wismichu anunció Bocadillo, varias distribuidoras su pusieron en contacto con él para sacar tajada, a pesar de que no habían visto un solo minuto del supuesto largometraje. Esto demuestra que la industria audiovisual (o parte de ella, mejor dicho) no se interesa por ofrecer contenido de calidad, sino por lanzar productos que resulte rentables desde el minuto 1. Nada nuevo bajo el sol y todo el mundo tiene derecho a hacer negocio con lo que le plazca, pero el youtuber ha tenido el valor de convertir la sospecha en una evidencia. Primera lanza rota en favor de Wismichu.
Tampoco es nada nuevo que el espectador medio no filtra el mensaje que ofrecen los medios, un mensaje completamente sesgado y subjetivo. En el caso de Bocadillo, han surgido informaciones de todo tipo, desde que el pase de la película costaba 14 euros (cuando en realidad eran 4) a que la mayoría de espectadores estaban contratados por el propio Wismichu. La desinformación está demasiado arraigada en la sociedad como para que el youtuber pueda hacer algo al respecto, pero buen intento.
Por un motivo o por otro, los youtubers siempre tienen que justificar su trabajo. Como sucede en todos los ámbitos del entretenimiento, hay youtubers que ofrecen buen contenido y youtubers que se limitan a la chavalada con challenges, retos virales y titulares clickbait que buscan la visita fácil de quinceañeros ávidos de nuevas modas. Lo repito: Wismichu no es santo de mi devoción, pero si algo se desprende de sus vídeos es que el gallego es honesto con lo que hace.
Cuando dice que los medios de comunicación intentan desprestigiar el trabajo de los youtubers no le falta razón. Los medios tienen miedo de que la moda youtuber haya venido para quedarse y represente la muerte de la televisión cuando se produzca el cambio generacional. Porque recordemos que para triunfar en Youtube hay que cumplir uno de estos tres requisitos: ser un gran comunicador y conectar con el público, ofrecer un contenido que interese a un nicho de público o ser un completo idiota.
Wismichu no es de estos últimos, a pesar de que algún vídeo suyo me ha producido cierta vergüenza ajena. Si algo ha hecho bien es mirar de tú a tú a la industria audiovisual y sacar algunos colores, algo que, por ser joven y youtuber, tiene pinta de costarle muy caro.
El documental definitivo estará dirigido por Carlo Padial (Algo muy gordo y Quiero ser negro) y contará con la colaboración de profesionales reconocidos como el director de fotografía Diego Dussuel (Entre dos aguas) o el montador Jaume Martí (Jurassic World). Por el momento, Wismichu nos recordado algo: no podemos valorar nada que no hayamos visto antes. Solo espero que su película no sea tan vergonzosa como el día en el que el mismo Ismael Prego rompió la taza de Broncano. O la serie de animación del Rubius.
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