El gimnasio es ese lugar al que por desgracia debemos acudir una vez en la vida, en contra de lo que dicta nuestro sabio corazón. Da igual si es un gimnasio caro o barato, en todos ellos encontrarás estos tipos de personas que presentamos a continuación. Puede que tú seas uno de ellos o que pronto lo seas.
Si ya los has identificado todos enhorabuena, porque ya formas parte del hábitat natural del gimnasio, un mar de sudor, lágrimas y música techno. Si aún no los conoces, es porque estás haciendo el vago mientras cada mes sigues pagando matrícula.
Suele ser el dueño del establecimiento. Lo identificarás fácilmente, y es que no sabes dónde acaba su cuello y dónde empieza su espalda. Es una masa triangular de músculo que ofrece esteroides a todo aquél que tiene a mano, anunciando los beneficios de ingerir batidos a base de químicos y clara de huevo. Sus músculos son una extensión del mismo gimnasio.
Se subió a la bicicleta en el 89, cuando le dio por hacer ejercicio, y desde entonces sigue ahí, persiguiendo un objetivo que no alcanza nunca. Al parecer, no hay ningún familiar que pregunte por él pero tampoco parece envejecer. Se alimenta a base de isotónicos y tiene la mirada perdida, recordando una vida anterior de la que nadie tiene constancia.
Su único rasgo distintivo es ese. Aunque se apunta a todas las clases que puede, es imposible entablar una conversación con él y es que siempre agoniza y suelta sílabas entre jadeos. Se dice que una vez se apuntó a tenis y lo dejó porque “no era lo suyo”.
Ese individuo que asusta a los de la clase de spinning con sus gritos agónicos, mientras trata de levantar una barra de 200 kilos (mínimo). En ocasiones grita aunque no esté levantando peso. Es el cliente preferido del exculturista y su sucesor natural, por lo que va desarrollando músculo dónde antes solo había ropa. Siempre mira con desdén al eterno novato, que es nuestro siguiente tipo de persona.
Muchos se sentirán identificados con esta persona. Siempre que acude al gimnasio (y lleva ya unos cuantos años) dice que es su primer día y pide consejo sobre cómo funcionan las máquinas. Acude de forma intermitente y suelta excusas nerviosas, aunque nadie le escuche.