Los poemas de Miguel Hernández, perteneciente a la generación del 27, representan la España del hambre y de la guerra con una sencillez y proximidad que conmueven. Te presentamos una breve selección de las mejores composiciones de este poeta del pueblo.
Aunque por edad pertenecía a la generación del 36, los expertos coinciden en enmarcar el estilo de Miguel Hernández (1910-1942) en la generación del 27. Lo que le ha convertido en uno de los poetas más queridos y aclamados es su capacidad por transformar la España de la muerte, el hambre y la guerra en una belleza lírica que brota del alma.
A pesar de su escasa formación y de ser un autodidacta, este pastor de ovejas se convirtió en el poeta del pueblo con composiciones líricas de una gran sencillez y efectividad. La musicalidad de sus versos y la potencia de su mensaje han hecho de sus versos material al que muchos cantautores han puesto música años después de su muerte.
Su compromiso con los valores izquierdistas y su muerte en la prisión como víctima de la represión franquista le convirtieron en un icono. Pero lo que sigue conmoviendo a millones de lectores son los temas esenciales de su poesía: el hambre, el trabajo, la guerra, el campo, el amor, la esperanza… Las luces y la sombras de la vida.
Esta es una selección de los poemas más representativos del poeta de Orihuela, que expresan su estilo y muestran sus temas recurrentes.
Eres la noche esposa, la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina,
eres la medianoche, la noche culminante,
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.
El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca los cuerpos con su choque.
Como una tempestad de enloquecidos lechos,
eclipsa las parejas, las hace un solo bloque.
El hijo está en la sombra: de la sombra ha surtido,
y a su origen infunden los astros una siembra,
un zumo lácteo, un flujo de cálido latido
que ha de obligar sus huesos al sueño y a la hembra.
Moviendo está en la sombra sus fuerzas siderales,
tendiendo está la sombra su constelada umbría,
volcando las parejas y haciéndolas nupciales.
Tú eres la noche, esposa. Yo soy el mediodía.
Hijo del alba eres, hijo del mediodía.
Y ha de quedar de ti luces en todo impuestas,
mientras tu madre y yo vamos a la agonía,
dormidos y despiertos, con el amor a cuestas.
Con el amor a cuestas dormidos y despiertos,
Seguiremos besándonos en el hijo profundo.
Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos,
se besan los primeros pobladores del mundo.
El poema más representativo del alma de la poesía de Miguel Hernández: una llamada a la explosión de la vida, con sus luces y sus sombras, y su vínculo con las pasiones sexuales y los elementos de la naturaleza.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿Quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Lévantate olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olvido alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿Quién
amamantó los olivos?
El vínculo del hombre a la tierra, el paisaje del campo andaluz subdesarrollado de los años treinta y la lucha contra los terratenientes eran temas clave en la poesía de Miguel Hernández.
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Estando en la cárcel, Miguel Hernández recibió una carta donde su esposa le decía que su hijo no comía más que pan y cebolla. De el dolor escribió esta desgarradora poesía.
Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.
Pocas poesías tan sencillas se han convertido en algo tan universal y atemporal, eterno: unclamor contra la violencia y la reivindicación del amor como motor del hombre.
Sangre que no se desborda,
juventud que no se atreve,
ni es sangre, ni es juventud,
ni relucen, ni florecen.
Cuerpos que nacen vencidos,
vencidos y grises mueren:
vienen con la edad de un siglo,
y son viejos cuando mueren.
Con la belleza práctica y musical de estos versos el poeta llamaba a la juventud a defender unos valores, a levantarse con coraje por la libertad.
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentement mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Como un ruiseñor cantaba así la tragedia de un pueblo, la guerra civil española. Esta poesía de guerra es una mezcla de épica y llanto.
Carne de yugo, ha nacido
Más humillado que bello,
Con el cuello perseguido
Por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja y ya encallecida.
Me duele este niño hambriento
Como una grandiosa espina,
Y su vivir ceniciento
Revuelve mi alma de encina.
Quién salvará a ese chiquillo
Menor que un grano de avena?
De dónde saldrá el martillo
Verdugo de esta cadena?
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta,
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Uno de sus poemas más conocidos, personifica en el miserable y hambriento niño yuntero la pobreza de todo un pueblo y la esperanza de la revolución social como salvación.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
De la muerte de su amigo del alma a una edad muy temprana, el joven Miguel Hernández compuso una poesía de un estilo perfecto y un sentimiento vivaz que se sigue estudiando en las escuelas.
Florecerán los besos
Sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
Elevará la sábana
Su intensa enredadera
Nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
Detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.
Así termina este poema donde Miguel Hernández representa su vida como una casa pintada y llena de vida: una metáfora de la esperanza a pesar de las desgracias.
¿No cesará este rayo que me habita
el corazón de exasperadas fieras
y de fraguas coléricas y herreras
donde el metal más fresco se marchita?
¿No cesará esta terca estalactita
de cultivar sus duras cabelleras
como espadas y rígidas hogueras
hacia mi corazón que muge y grita?
Escrita en 1936, se considera la obra cumbre de Miguel Hernández porque perfecciona el estilo y desarrolla su temática en una sublime simbología más alegórica. Representa la unión entre el cielo y la tierra, y la resurrección.
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.
Me sobra corazón.
Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
Una poesía triste de Miguel Hernández, en la que muestra su lado pesimista, la sombra que hay en todo hombre. “Me sobra corazón” es su forma de decir que a veces, ser tan sensible es una condena.
Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.
En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.
La poesía de Miguel Hernández es el testimonio lírico de una época de escasez, sobre todo en el ámbito rural. Esta poesía fue el símbolo de una generación, la generación del hambre.
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.
La música que le puso Joan Manuel Serrat lo ha convertido en un himno de la libertad. Es un bellísimo canto a la esperanza del hombre nuevo que nace.
Todo está lleno de ti,
y todo de mí está lleno:
llenas están las ciudades,
igual que los cementerios
de ti, por todas las casas,
de mí, por todos los cuerpos.
Esta poesía de amor contiene los rasgos estilísticos del poeta: precisión métrica, musicalidad, juego de contrastes, rima asonante, composición sencilla.
Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el pueblo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas.
Y las verán cortadas tantos explotadores
en sus mismas rodillas.
Una de las poesías políticas de Miguel Hernández que resume con épica el mensaje comunista: las manos son el capital del trabajador.