A menudo los mejores poetas han escogido la estructura de poemas de cuatro estrofas para expresar sus sentimientos y sus inquietudes del alma. En las siguientes composiciones, que van desde el clásico soneto a estructuras libres y poemas cortos, encontrarás inspiradores mensajes sobre el amor y la vida.
ÍNDICE
1. Poemas de 4 estrofas célebres
2. Poemas de 4 estrofas de amor
3. Poemas de 4 estrofas cortos
Poemas de 4 estrofas célebres
Estructuras como el soneto y otras construcciones de cuatro estrofa permiten condensar en poco espacio ideas y sentimientos de todo tipo sobre el amor, la amistad y la vida. Estos poemas de escritores célebres te resultarán muy inspiradores.
1. Soneto XCVII (Gustavo Adolfo Bécquer)
Viajé a las leyendas del maestro
para soñar al lado de sus rimas.
Deseché las palabras que no estimas
ensuciando su mundo tan siniestro.
Hay textos pretenciosos de lo diestro
de lenguajes vulgares por las cimas.
Con tu inmortal recuerdo, tú me animas
a rescatar tus sueños del secuestro.
Porque las letras llenas de vacío
vacían este lleno de mi alma
de sueños congelados por el frío
De este mundo que borra de la palma
de mi mano leyendas de este río
de tu arte que rimaba con mi calma.
Con su formato favorito, el soneto, el gran maestro del Siglo de Oro de la poesía española, Gustavo Adolfo Bécquer, construye un auténtico homenaje a la poesía como vehículo de expresión de los sentimientos y el amor.
2. Ángela adónica (Pablo Neruda)
Hoy me he tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio.
De su mirada largamente verde
la luz caía como un agua seca,
en transparentes y profundos círculos
de fresca fuerza.
Su pecho como un fuego de dos llamas
ardía en dos regiones levantado,
y en doble río llegaba a sus pies,
grandes y claros.
Un clima de oro maduraba apenas
las diurnas longitudes de su cuerpo
llenándolo de frutas extendidas
y oculto fuego.
El maestro de la poesía de amor, Pablo Neruda, vuelca en sus versos toda la pasión y el ardor con los que solía envolver las palabras. En esta poesía admira la belleza de una joven comparándola con los elementos de la naturaleza.
3. Las cuatro de la madrugada (Wislawa Szymborska)
Hora de la noche al día.
Hora de un costado al otro.
Hora para treintañeros.
Hora acicalada para el canto del gallo.
Hora en que la tierra niega nuestros nombres.
Hora en que el viento sopla desde los astros extintos.
Hora y-si-tras-de-nosotros-no-quedara-nada.
Hora vacía.
Sorda, estéril.
Fondo de todas las horas.
Nadie se siente bien a las cuatro de la madrugada.
Si las hormigas se sienten bien a las cuatro de la madrugada,
habrá que felicitarlas. Y que lleguen las cinco,
si es que tenemos que seguir viviendo.
La ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1996 visita en este poema de cuatro estrofas ese momento de entre la madrugada y el día por el que se filtra la nostalgia de la escritora, un sentimiento reforzado con epítetos: vacía, estéril, sorda.
4. Morir soñando (Miguel de Unamuno)
Morir soñando, sí, mas si se sueña
morir, la muerte es sueño; una ventana
hacia el vacío; no soñar; nirvana;
del tiempo al fin la eternidad se adueña.
Vivir el día de hoy bajo la enseña
del ayer deshaciéndose en mañana;
vivir encadenado a la desgana
¿es acaso vivir? ¿y esto qué enseña?
¿Soñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿A qué poner en ello tanto empeño?:
¿aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
-cielo desierto- del eterno Dueño?
El soneto fue también la construcción favorita para Miguel de Unamuno, poeta de la generación del 98, que en este caso deja entrever en la profundidad de sus palabras su dimensión de intelectual y filósofo: toda una reflexión sobre la vida y la muerte.
5. El bisonte (Jorge Luis Borges)
Montañoso, abrumado, indescifrable,
rojo como la brasa que se apaga,
anda fornido y lento por la vaga
soledad de su páramo incansable.
El armado testuz levanta. En este
antiguo toro de durmiente ira,
veo a los hombres rojos del Oeste
y a los perdidos hombres de Altamira.
Luego pienso que ignora el tiempo humano,
cuyo espejo espectral es la memoria.
El tiempo no lo toca ni la historia
de su decurso, tan variable y vano.
Intemporal, innumerable, cero,
es el postrer bisonte y el primero.
En este poema de cuatro estrofas, aparentemente sencillo e inocente, Jorge Luis Borges demuestra por qué es uno de los escritores más grandes de todos los tiempos, un pensador único que hace magia con las palabras con el bisonte como metáfora del tiempo.
6. El baccarrá de la noche (Leopoldo María Panero)
¿Quién me engaña en la noche, y aúlla
pidiéndome que salga, que salga a la calle y camine,
y corra, y atraviese las calles como perro rabioso
las calles desiertas en que es siempre de noche,
buscando locamente el baccarrá en la noche?
¿Quién despierta, qué hembra mortal o pájaro para decirme
que aún vivo, que aún deseo, que tengo
todavía que imprimir una última dirección a mis ojos
para buscar el baccarrá de la noche?
¿Que uñas escarban mi vejez, y qué mano que no perdona
tortura mi muñeca, conduciéndome
como a un lugar seguro, al baccarrá en la noche?
¿Qué mano de madre, qué oración susurran
luna tras luna los labios de la luna
gritando en medio de la calle a solas
descrubiéndome en la acera, denunciando a todos
mi testamento secreto, mi pavor y mi miedo
sin descanso de encontrarme, no sé si hoy quizás,
tal vez mañana, jugando
ya para siempre al baccarrá en la noche?
El baccarrá es un juego de cartas muy común en los casinos. En esta poesía, el poeta de la locura, Leopoldo María Panero, habla de las voces que le inducen a la mala vida y glorifica la tentación como aquello que le hace sentir vivo.
Poemas de 4 estrofas de amor
Gabriela Mistral, José Hierro, Miguel Hernández, Mario Benedetti, Ángel González y Rosalía de Castro consiguieron recoger, cada uno con su estilo, en los siguientes verso de 4 estrofas, la esencia del amor. No te los pierdas.
7. Yo canto lo que tú amabas (Gabriela Mistral)
Yo canto lo que tú amabas, vida mía,
por si te acercas y escuchas, vida mía,
por si te acuerdas del mundo que viviste
al atardecer yo canto, sombra mía.
Yo no quiero enmudecer, vida mía.
¿Cómo sin mi grito fiel me hallarías?
¿Cuál señal, cuál me declara, vida mía?
Soy la misma que fue tuya, vida mía.
Ni lenta ni trascordada ni perdida.
Acude al anochecer, vida mía;
ven recordando un canto, vida mía,
si la canción reconoces de aprendida,
y si mi nombre recuerdas todavía.
Te espero sin plazo ni tiempo.
No temas noche, neblina ni aguacero.
Acude con sendero o sin sendero.
Llámame a donde tú eres, alma mía,
y marcha recto hacia mí, compañero.
Esta llamada al amor es un grito de pasión y esperanza. En cuatro estrofas, la poetisa chilena desprende arrebato, ilusión, ternura y amor puro, la nostalgia del amor perdido y, sin embargo, la confianza ciega y la fe como último salvavidas.
8. Por siempre (Mario Benedetti)
Si la esmeralda se opacara,
Si el oro perdiera su color,
Entonces, se acabaría
Nuestro amor.
Si el sol no calentara,
si la luna no existiera,
entonces, no tendría
sentido vivir en esta tierra
como tampoco tendría sentido
vivir sin mi vida,
la mujer de mis sueños,
la que me da la alegría...
Si el mundo no girara,
O el tiempo no existiese,
entonces, jamás morirías
tampoco nuestro amor…
pero el tiempo no es necesario
nuestro amor es eterno
no necesitamos del sol
de la luna o los astros
para seguir amándonos…
Si la vida fuera otra
y la muerte llegase
entonces, te amaría
hoy, mañana…
por siempre…
Todavía.
Benedetti siempre consigue llegarnos al corazón con ese estilo tan sencillo y directo. En este poema de cuatro estrofas consigue reflejar el poder del amor más allá del ser y del tiempo, como un sentimiento eterno y poderoso.
9. Paseo (José Hierro)
Sin ternuras, que entre nosotros
sin ternuras nos entendemos.
Sin hablarnos, que las palabras
nos desaroman el secreto.
¡Tantas cosas nos hemos dicho
cuando no era posible vernos!
¡Tantas cosas vulgares, tantas
cosas prosaicas, tantos ecos
desvanecidos en los años,
en la oscura entraña del tiempo!
Son esas fábulas lejanas
en las que ahora no creemos.
Es octubre. Anochece. Un banco
solitario. Desde él te veo
eternamente joven, mientras
nosotros nos vamos muriendo.
Mil novecientos treinta y ocho.
La Magdalena. Soles. Sueños.
Mil novecientos treinta y nueve,
¡comenzar a vivir de nuevo!
Y luego ya toda la vida.
Y los años que no veremos.
Y esta gente que va a sus casas,
a sus trabajos, a sus sueños.
Y amigos nuestros muy queridos,
que no entrarán en el invierno.
Y todo ahogándonos, borrándonos.
Y todo hiriéndonos, rompiéndonos.
Así te he visto: sin ternuras,
que sin ellas nos entendemos.
Pensando en ti como no eres,
como tan solo yo te veo.
Intermedio prosaico para
soñar una tarde de invierno.
José Hierro desborda este poema de 4 estrofas de ternura y delicadeza, una poesía romántica que como en todas las composiciones de este poeta mezcla el amor con un punto de nostalgia, tristeza y dolor.
10. Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos (Miguel Hernández)
Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios,
intratables espino a manojos…
No me encuentro los labios sin tus rojos,
Que me llenan de dulces campanarios,
sin ti mis pensamientos son calvarios
Criando nardos y agostando hinojos.
No sé qué es de mi oreja sin tu acento,
ni hacia qué polo yerro sin tu estrella,
y mi voz sin tu trato se afemina.
Los olores persigo de tu viento
y la olvidada imagen de tu huella,
que ti principia, amor, y en mí termina.
El poeta del pueblo despliega toda su habilidad para la rima, la armonía y la musicalidad en este poema de 4 estrofas de amor. Como es común en la poesía de Miguel Hernández, el poema es un canto al cuerpo y los sentidos.
11. Las campanas (Rosalía de Castro)
Yo las amo, yo las oigo,
cual oigo el rumor del viento,
el murmurar de la fuente
o el balido del cordero.
Como los pájaros, ellas,
tan pronto asoma en los cielos
el primer rayo del alba,
le saludan con sus ecos.
Y en sus notas, que van prolongándose
por los llanos y los cerros,
hay algo de candoroso,
de apacible y de halagüeno.
Si por siempre enmudecieran,
¡qué tristeza en el aire y el cielo!
¡Qué silencia en la iglesia!
¡Qué extrañeza entre los muertos!
Esta composición de 4 estrofas muestra claramente los rasgos de la poesía del romanticismo, ya demás es una de las más optimistas de Rosalía de Castro, siempre envuelta en la desolación. En este poema metafórico habla de la tristeza cuando se pierden las cosas bellas.
12. Alga quisiera ser, alga enredada (Ángel González)
Alga quisiera ser, alga enredada,
en lo más suave de tu pantorrilla.
Soplo de brisa contra tu mejilla.
Arena leve bajo tu pisada.
Agua quisiera ser, agua salada
cuando corres desnuda hacia la orilla.
Sol recortando en sombra tu sencilla
silueta virgen de recién bañada.
Todo quisiera ser, indefinido,
en torno a ti: paisaje, luz, ambiente,
gaviota, cielo, nave, vela, viento…
Caracola que acercas a tu oído,
para poder reunir, tímidamente,
con el rumor del mar, mi sentimiento.
En esta obra de arte del poeta de Oviedo galardonado con el Príncipe de Astúrias en 1985, Ángel González, muestra su sensibilidad artística y su precisión técnica en una poesía aparentemente austera pero cargada de simbolismo.
13. Solamente deseo amarte (Paul Éluard)
Solamente deseo amarte.
Una tempestad llena el valle,
un solo pez el río.
Te he hecho
a la medida de mi soledad,
todo el mundo para esconderse,
días y noches para comprenderse.
Para contemplar en tus ojos
todo lo que pienso de ti
y de un mundo hecho a tu imagen
Y las noches y los días gobernados por tus párpados.
En pocos poemas cortos se condensa tanta inmensidad y profundidad. Uno de los intelectuales más destacados del surrealismo francés parece en este caso tocar de pies en el suelo y hablarnos del poder del amor con un realismo desbordante.
Poemas de 4 estrofas cortos
Cuatro estrofas es una medida perfecta para un poema: ni muy corto ni muy largo. Pero en los siguientes poemas descubrirás simpáticos juegos de palabras y mensajes profundos en cuatro estrofas de versos cortos.
14. Escritas al dorso de dos cartas postales (Marguerite Yourcenar)
Una sirena llora
la salida de un barco
sobre el agua que borra.
Yo sufro la ausencia
y el espacio duro;
la pena es un muro.
La ruta es una trampa:
ni trenes, ni navío;
el viaje está vacío.
………………………….
Reflejo, que tu lanza
traspase la distancia
y pegue con dulzor.
(La miel de las heridas
embalsama el amor)
Una de las escritoras más célebres de todos los tiempos nos descubre aquí su talento y su originalidad, en una poesía cargada de sensibilidad que se lleva nuestra alma con la brisa suave que acaricia el mar.
15. Es verdad (Federico García Lorca)
¡Ay qué trabajo me cuesta
Quererte como te quiero!
Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.
¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?
¡Ay qué trabajo me cuesta
Quererte como te quiero!
Mezcla de surrealismo, lenguaje popular y sentimiento a flor de piel, este poema corto de cuatro estrofas es puro Lorca. El vendedor ambulante se convierte en el amante que canta de forma lírica el amor por su amada.
16. En el árbol de mi pecho (Gloria Fuertes)
En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado.
Cuando te veo se asusta,
aletea, lanza saltos.
En el árbol de mi pecho
hay un pájaro encarnado.
Cuando te veo se asusta,
¡eres un espantapájaros!
Los poemas de Gloria Fuertes, la poetisa de los niños, muestran siempre ese desparpajo y esa alegría que en este poema consigue condensar en solo 8 versos. Pocas personas como ella saben ver el amor de una forma tan pura e inocente.
17. Desde que estás (Ryszard Kapuscinski)
Desde que estás
todo cambia de color
tiene un matiz más:
Tú
Desde que estás
cambian los sonidos:
están llenos de tu voz.
Desde que estás
los bosques y los árboles
huelen a ti.
Desde que estás
toco el mundo,
un mundo completo
y único.
Un poema de amor muy original que uno de los grandes escritores de nuestro tiempo, Ryszard Kapuscinski, consigue enmarcar en cuatro versos cortos. Habla del poder del amor para cambiar todo lo que nos rodea.
18. Por rincones de ayer (José Agustín Goytisolo)
En lugares perdidos
Contra toda esperanza
Te buscaba.
En ciudades sin nombre
Por rincones de ayer
Te busqué.
En horas miserables
Entre la sombra amarga
Te buscaba.
Y cuando el desaliento
Me pedía volver
Te encontré.
La estructura parece coger un ritmo endiablado que nos lleva a un final esperado pero arrebatador. Una poesía que se lee en apenas unos segundos y que, sin embargo, nos deja como el protagonista del mismo: sin aliento.