Eso de contar mitos de miedo junto a una fogata puede sonar a película americana, pero es algo que todos deberíamos hacer de vez en cuando. Os presentamos una lista de siete mitos de terror cortos que dejarán helados hasta al más valiente. Puede que algunas de estas leyendas se hayan ido tergiversando con los años, pero otras siguen estando rodeadas de misterio y aún no tienen respuesta. Prepárate para pasar miedo.
Todos conocemos la historia de la chica de la curva o hemos oído cuentos sobre monstruos en el armario, pero es traemos una selección de mitos de terror que se salen de la norma.
Esta leyenda argentina ha dejado a los niños del país sin dormir durante muchas noches, y no es de extrañar. Según los habitantes de Corrientes, en una escuela llamada Joan Pujol se ha aparecido en innumerables ocasiones una joven vestida con un largo traje blanco y una capa roja. Recorre los pasillos con una vela encendida en la mano, siempre en silencio.
El mito afirma que la hija de una familia rica fue abandonada por un militar que le había jurado amor eterno. Tras un tiempo, la joven quedó embarazada y dio a luz a una niña hermosa y sana. Fue entonces cuando el atractivo militar la abandonó, y en cuanto los hermanos de la joven se enteraron de que había quedado madre soltera, la encerraron en un cuarto secreto de la casa.
La joven se fue deteriorando por el abandono, iluminada apenas por la luz de la vela. Muchos años después falleció por el frío y la humedad, demasiada para el calor de la vela. Desde entonces su alma vaga por los pasillos de la escuela, que fue construida en el mismo lugar de la mansión. Nadie se ha atrevido a apagar esa vela para que, por fin, pueda descansar en paz.
En Galicia el mito más extendido es el de la Santa Compaña. Se trata de un grupo de almas en pena que recorre los aledaños de las parroquias, para advertir a todas aquellas casas en las que pronto habrá una muerte. También se les llama Estantigua o Güestia, según la región del norte de España. La compañía siempre sale a las doce de la noche, y una persona viva va delante con la cruz de Cristo.
Se dice que quien realiza la función de portador no recuerda lo sucedido al día siguiente. Esta persona viva se irá debilitando progresivamente, a menos que la Santa Compaña encuentre a otro mortal que desempeñe su nueva función. “Andad de día, que la noche es mía”, van exclamando.
También hay mitos de terror actuales, y es que estos suceden incluso ahora. Este cuenta la historia de una madre soltera con una vida normal. Un buen día ganó un teléfono móvil en un concurso. Como era lógico, su hijo quiso jugar con el nuevo dispositivo y ella accedió a cambio de que no enviara mensajes a nadie ni instalara nada raro.
A las 11 de la noche ella se cansó de ver su programa favorito y fue a la habitación de su hijo para darle las buenas noches. Él estaba dónde debía estar, con el teléfono en la mano. Tal como le había dicho, el niño no había tocado demasiadas cosas, pero había estado haciendo algunas fotos.
Eran fotos tontas y de mala calidad, así que empezó a borrar las más recientes. Cuando fue a borrar la última, un sudor frío le recorrió la espalda. Era una foto de su hijo durmiendo en la cama, pero parecía que había sido tomada por alguien más. ¿Era el rostro de una mujer anciana eso que aparecía en la mitad izquierda?
El segundo mito corto tiene lugar en Berlín, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. En una ciudad asolada por el hambre y las bombas, la gente sobrevivía con los escasos recursos de los que disponían. Dice la historia que un hombre ciego vagaba por la ciudad desconsolado, intentando que alguien le ayudara. Una joven berlinesa fue la primera en ofrecerse.
Ambos empezaron a conversar y el anciano le dijo si podía entregar una carta a la dirección indicada. Como el lugar le quedaba de camino a casa, ella accedió encantada. La chica se dio cuenta de que había algo extraño en la dirección, y es que no lograba distinguir si el número era un 4 o un 9. Cuando se volvió al hombre ciego, este había desaparecido.
Meses más tarde, la policía acudió al miso lugar, alertada por varios incidentes en la región. Una vez allí, se encontraron con un panorama dantesco. Tres carniceros cortaban carne humana para venderla como carne de cerdo. Entre los cuerpos sin vida, el de una joven descuartizada con las manos amputadas. En una de ellas, el sobre de una carta con un mensaje aterrador.
“Esta es la última que os mando hoy”.
Otras veces es la mitología la que da lugar a mitos realmente espeluznantes. El folclore etíope cuenta la historia de una aterradora criatura llamada Leucrota. Con un hocico que se extiende de oreja a oreja, este animal es similar a una hiena pero posee poderes difíciles de explicar.
Los lugareños afirman que la Leucrota tiene la capacidad de imitar los sonidos de la voz humana. Se vale de esta habilidad para atraer a las presas. También afirman que, cuando pasa semanas sin llevarse nada a la boca, desentierra cadáveres de los cementerios para devorarlos.
En ocasiones, los mejores mitos de terror son aquellos que están contados en primera persona. “Como cada noche, no hay nada que aprecie más que arropar a mi hijo antes de que se duerma. Siempre ha sido un chico muy valiente, pero últimamente me dice que no puede conciliar el sueño. El motivo: cree que hay algo debajo de su cama. A veces es en su armario. Da igual, son tonterías de críos.
La misma historia se repite cada día, así que me estoy empezando a preocupar. Yo intento tranquilizarle, pero lo cierto es que noto algo extraño en su habitación. Además, por mucho que suba la calefacción sigue haciendo frío.
Ahora me lo pide suplicando: ‘Papi, por favor, mira debajo de mi cama’. Me agacho y levanto las sábanas poco a poco. Me da un vuelco el corazón. Mi hijo está ahí debajo, temblando mientras me dice: ‘Papi, hay algo en mi cama’. Debí hacerle caso, a él y a su hermano, que murió hace un año en esta misma habitación”.
Un cañón situado en Tenerife es origen de muchos mitos y leyendas urbanas que hielan la sangre. Algunas son difíciles de creer, pero otras tienen un extraño elemento en común: la aparición de luces y figuras luminosas. Todo se remonta a 1912, cuando dos mineros de la región buscaban nuevas vías para sus excavaciones. Súbitamente, una de las paredes se derrumbó.
Cuando recuperaron el conocimiento, contemplaron muertos de miedo como dos entes luminosos se mostraban ante ellos. Huyeron despavoridos en busca de la Guardia Civil, que por supuesto se rió de ellos y no hizo nada al respecto. Sin embargo, no era la primera vez que alguien de la zona se topaba con esos seres luminiscentes.
Décadas antes, una niña se aventuró a recorrer el barranco sola, a saber por qué motivo. Como era la hora de la siesta, se durmió bajo un pino. Al despertar, un ser luminiscente la invitó a acompañarle a una cueva. Ella no sintió miedo alguno y le cogió de la mano. Cuando la niña volvió al pueblo nadie se lo podía creer. Habían pasado 20 años desde su desaparición.
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