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10 cuentos latinoamericanos cortos que te sorprenderán

Los mejores escritores del continente han plasmado en los cuentos latinoamericanos cortos un universo mágico cargado de tradición.

La rica tradición oral y la pluma de sus excelentes narradores han dado lugar en América Latina a un mundo mágico de cuentos y narraciones breves. Los cuentos latinoamericanos cortos ofrecen un amplio abanico de estilos y temáticas para niños y mayores que, recogiendo la tradición, se han convertido en tradición.

La soledad, el amor, la muerte, la eternidad, el paso del tiempo, el odio o los sueños son algunos de los temas universales que figuran en los cuentos cortos que ofrecemos a continuación.

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10 cuentos latinoamericanos cortos

La literatura latinoamericana ha dado página y páginas de una brillante narrativa que tiene un lugar reservado en las letras universales. Sus genios han conseguido, además de legarnos novelas apasionantes, tejer su mundo mágico en relatos breves. Es en esa concisión donde algunos de ellos encuentran la máxima expresión de su talento.

Así es como, recogiendo la tradición de las historias orales de generaciones pasadas, y poniéndolas en contacto con las preocupaciones existenciales y los temas universales contemporáneos, han conseguido escribir historias hilarantes y conmovedores, aterradores y desternillantes, pero siempre cargadas de mensajes.

Hay cuentos para niños y para adultos, narraciones de un minuto y cuentos de doce páginas, algunos surrealistas, otros realistas, y otros eclécticos. Pero todos enseñan algo, y los diez que te ofrecemos a continuación son capaces de llegar al alma.

1. El extraño (María Guadalupe Gaitán Cortés)

En Michoacán, México, María Guadalupe Gaitán Cortés escribió uno de los cuentos más populares del continente. Su historia cruda narrada en primera persona es un reflejo de los efectos devastadores de la inmigración sobre las familias, y la soledad de las mujeres en sociedades tradicionalmente machistas.

La estructura del cuento, con un soliloquio de la madre hablándole a su hija mayor Rosita, es tan simple como compleja la variedad de los temas, que como en una muñeca rusa encierra uno dentro del otro.

 

El tono melancólico del poema pone en el centro de la atención del lector la amargura de la soledad de una madre que se queda desamparada con una hija y otra en camino. El padre viaja a Estados Unidos para conseguir recursos económicos, y a lo largo del cuento se filtra el sufrimiento de la eterna y vana espera del regreso.

A partir de ahí se trasladan otros temas menos concretos, más universales: la soledad de las madres abandonadas con sus hijos, la precariedad económica y las adversidades a las que hacen frente (a la protagonista le sangran las manos de trabajar en la lavandería), la mentalidad patriarcal y el machismo, y al fin, el orgullo y la aceptación.

2. Teoría de Dulcinea (Juan José Arreola)

Pocas veces la belleza desgarradora de la narrativa se manifiesta de una forma tan arrebatadora en tantas pocas líneas. El minuto de lectura que le cuesta a uno el cuento de Juan José Arreola llamado “Teoría de Dulcinea” es una inmersión mágica en el vasto océano de la melancolía y la reflexión acerca del amor, la locura, la literatura y el tiempo.

Como solía trasmitir Arreola en sus escritos, la ironía atraviesa este cuento en el que nos encontramos continuamente entre la fantasía y la realidad. El autor nos convierte así en una especie de Alonso Quijano  cuyo fervor por la literatura caballeresca le lleva a confundir la realidad con la fantasía.

En realidad, Arreola reflexiona sobre el amargo paso del tiempo con la muerte como castigo, a través de la historia de un viejo escritor que en el umbral de la vejez se ve seducido por una joven muchacha. Como la lúcida locura de Don Quijote, el escritor se lanza a la búsqueda desesperada de los deseos a través de la literatura.

El cuanto acaba con la joven campesina llorando “ante la tumba del caballero demente”.

3. El Aleph (Jorge Luis Borges)

Es el cuento total. Algo más largo que el resto de narraciones cortas, es sin embargo un recomendado viaje intelectual por el universo de uno de los mejores escritores latinoamericanos. A través de la muerte de la amada de Borges, Beatriz Viterbo, el narrador reflexiona sobre el hombre, el arte y la existencia.

Se trata de una narración complicada con una estructura compleja que sigue siendo objeto de estudios literarios e interpretaciones. En el núcleo se encuentra el mensaje principal de Borges: la imposibilidad del hombre de alcanzar el universo.

Lo hace a través de complejas divagaciones metafísicas y filosóficas sobre el hombre moderno, el universo, el paso del tiempo… Y lo hace a través de El Aleph, un objeto místico que encuentra en los sótanos de la casa de Beatriz: en el lugar más recóndito del mundo halla Borges “el punto que contiene todos los puntos del universo”.

La idea que le queda al final al lector, al margen de todas las interpretaciones que puedan hacerse, es la incapacidad del hombre de enfrentarse a la metafísica y la totalidad: todo acaba como un frustrado intento de la unidad, como una ficción.

4. No oyes ladrar a los perros (Juan Rulfo)

La preciosa narración que encumbró al escritor mexicano Juan Rulfo, “No oyes ladrar a los perros”, en una metáfora perfecta de su universo literario atravesado por la angustia del campesino mexicano.

En esta narración un padre lleva a su hijo agonizante a hombros hasta el pueblo más cercano, pero la travesía es un largo y agotador camino. La angustia se refleja por la incapacidad del padre de descansar: si deja el cuerpo en el suelo no lo podrá volver a cargar.

Lo que al principio puede parecer un acto heroico de un padre que salva a su hijo se va revelando como algo más crudo: el hijo es un chico problemático que ha caído herido en alguna de sus reyertas, y el sacrificado padre realiza el acto heroico por el recuerdo de su esposa, la madre del chico. A partir de entonces todo son reproches.

Sin embargo, se trata de una metáfora: padre e hijo son un propio cuerpo, pues el hijo no puede ver y el padre no puede oír. Por eso le pregunta “¿No oyes ladrar a los perros?”.  Aunque el hijo responde siempre que no, al llegar el padre oye un montón de perros ladrando. “No me ayudaste siquiera con esta esperanza”.

5. El almohadón de plumas (Horacio Quiroga)

“El almohadón de plumas” es uno de los cuentos más conocidos de la producción del escritor realista uruguayo Horacio Quiroga. Además de su sencillez y su trama efectiva, se trata de un buen exponente de los rasgos principales ese realismo fantástico que combina dosis de realismo y fantasía a partes iguales.

Quiroga lo imprime, sobre todo, en el desenlace, cuando explica la muerte de la protagonista, Alicia, en extrañas circunstancias. Así, el narrador cuenta con tono serio y formal la existencia de un parásito gigante que escondido bajo la almohada de Alicia le succionó la sangre hasta vaciarla.

El estilo ameno y el halo de rareza y misterio que rodea la historia enganchan al lector desde el primer momento, introducido por una descripción realista de la historia de amor de Alicia y su novio e introduciendo poco a poco la extraña enfermedad de ella.

6. El jorobadito (Roberto Artl)

La temática que el argentino Roberto Artl escogió para su narración “El jorobadito” es algo tan universal y tópico en la literatura como el origen del mal. Además, es una confesión desde los húmedos calabozos donde está arrestado por el asesinato de un jorobado, que recuerda a míticas confesiones literarias como la de Raskólnikov.

En este caso, sin embargo, la narración adquiere unos tintes mucho más irónicos y fantasiosos que somete al lector a continuos vaivenes. Las escenas están envueltas de un auténtico poso surrealista.

Las autoridades han encerrado al narrador porque en un acceso de locura ha asesinado a un jorobado. Este, sin embargo, había urdido un plan utilizando al jorobado sin ningún tipo de compasión para poner a prueba a su amada, de la que duda de su fidelidad. El plan sale mal y el jorobado acaba siendo la víctima.

La narración es el intento del criminal por demostrar a la sociedad que el jorobado es el loco, lo que convierte el cuento en un brillante y efectivo juego de espejos.

7. La luz es como el agua

El padre y maestro del realismo mágico, el inolvidable Gabriel García Márquez, desarrolló en “La luz es como el agua” una de sus más mágicas y preciosas metáforas, envuelta en una conmovedora reflexión acerca de la infancia y los sueños.

En una ciudad sin mar como Madrid unos niños piden como regalo de Navidad un bote. A pesar de lo absurdo, pues no tienen mar para navegar, sus buenas notas en el colegio hacen que su padre les compre el bote. Los pequeños navegan los miércoles, cuando los padres van al cine, rompiendo un faro e inundando la casa de luz.

Navegan en la luz, porque la luz es como el agua.

Luego piden un equipo de buceo, y tras conseguir la mejor nota de su clase lo reciben como regalo. Así es como invitan a todos los compañeros de clase a bucear en la luz de su hogar. Los transeúntes contemplan alarmados el espectáculo de luz que inunda la casa, en la inmensidad de la cual mueren todos los niños ahogados.

8. El cocodrilo (Felisberto Hernández)

Gigantes de la literatura norteamericana como García Márquez o Cortázar le consideraron un maestro de la literatura fantástica. El escritor y pianista Filisberto Hernández se especializó en la narrativa corta planteando a través de situaciones fantásticas problemas existenciales con gran sentido autobiográfico.

En este caso narra la cruel adaptación de un pianista a su nueva vida, obligado por la precariedad económica a vender medias para las mujeres. Sin embargo, el pianista descubre que su tristeza genera compasión en la gente y acaban comprando las medias. De modo que utiliza el llanto como estrategia para vender.

 

Cuando por fin vuelve a actuar, no puede evitar ponerse a llorar, por lo que empieza a ser conocido de forma irónica como “El cocodrilo”. A modo de burla le acaban regalando una caricatura con un cocodrilo que tiene teclas de piano en vez de dientes. El cuento acaba con el pianista llorando en su cama en el hotel.

Cuando amanece, los ojos le escuecen por las lágrimas secas.

9. No se culpe a nadie (Julio Cortázar)

El maestro del relato breve y la literatura experimental en América Latina se llama Julio Cortázar, y su mundo literario quedó plasmado en centenares de cuentos. Uno de ellos, “No se culpe a nadie”, es la plasmación de una de las obsesiones de Cortázar, las manos, traducida a una metáfora sobre el trastorno de la personalidad.

El talento literario de Cortázar se pone al servicio de una narración frenética que va encerrando al lector en la absurda angustia del protagonista. Este se enreda en su pulóver azul mientras se está vistiendo para ir a ver a su esposa.

La angustia va creciendo a medida que el hombre no encuentra la forma de sacar las manos por las mangas, y cuando lo consigue una de las manos ha cambiado su forma y trata de matarlo. Al final se precipita desde su piso y muere.

Cortázar revela con esta metáfora brillante de qué modo la psique puede afectarnos hasta desposeernos de nuestro propio cuerpo.

10. El maíz (adaptación de la leyenda azteca)

En México se suele explicar a los niños un cuento heredado de la tradición azteca, que narra el origen de la adoración de los hombres al dios Quetzalcoátl, pero que además encierra un mensaje mucho más útil: mejor el ingenio que la fuerza.

Dice este cuento que las familias del imperio azteca se alimentaban de hierbas y helechos, aunque ansiaban alcanzar las lejanas mazorcas de maíz. Estas, sin embargo, se encontraban lejos, allende las escarpadas e inaccesibles montañas.

Pidieron ayuda a los dioses, pero uno tras otro fracasaron en el intento de mover las montañas. Sin embargo, Quetzalcoátl decide utilizar el ingenio: se convierte en una pequeña hormiga negra, y junto a otra hormiga consiguen realizar la larga travesía y trae el maíz a los aztecas. Los hombres adoran eternamente a ese dios desde entonces.

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