Te brindamos 40 frases de filósofos para cultivar la mente. La filosofía es el arte para pensar en los grandes interrogantes de la vida y darles una respuesta. Por eso, junto a complejos y encriptados sistemas filosóficos, la disciplina cuenta con una aplicación práctica que nos ayuda a reflexionar sobre el mundo y a resolver ciertas dudas.
Estas son algunas frases de filósofos sobre la vida y otras cuestiones existenciales que ayudan a reflexionar y a pensar.
A lo largo de la historia universal de la filosofía, los grandes pensadores no solo nos han legado sistemas filosóficos sino también citas célebres para reflexionar sobre un concepto de forma sintética, y a pensar en una idea.
Estas son cuarenta frases de filósofos sobre amor, sobre la vida, sobre las cuestiones existenciales del hombre, para pensar y para reflexionar.
Es una de las sentencias más conocidas de la historia de la filosofía porque resume en seis palabras lo que es la función misma de la disciplina filosófica. Fue expresada por el padre de la filosofía política y la ética, Sócrates, que junto a Platón y Aristóteles sistematizó el pensamiento filosófico clásico y le dio continuidad.
Su mayor aportación fue el método socrático, que es un examen al interlocutor a través de interrogaciones para determinar el grado de conocimiento sobre una materia. Por lo tanto, para Sócrates la filosofía consistía en partir del escepticismo sobre una materia a fin de acumular el máximo de conocimiento: “Solo sé que no sé nada”.
Confucio no es solo el fundador de una de las tradiciones religiosas orientales más antiguas, el confucionismo, sino también un inspirador espiritual para mucha gente alrededor del mundo. Sus frases se han convertido en útiles enseñanzas para el camino espiritual hacia la perfección de uno mismo.
En esta frase encontramos buena parte de su pensamiento: Confucio creía que el cuerpo del hombre, su naturaleza, era una cáscara vacía si este no conseguía cultivar el espíritu y llevarlo a la perfección. Los hábitos, las buenas acciones, es lo que convierte al hombre en un ser diferente, y solo alcanzará la plenitud a través de ellos.
Aristóteles, el padre de la lógica y la biología, inspirador de la filosofía occidental a lo largo de la historia, estaba convencido de que la infelicidad era el resultado de la inquietud derivada de un mal momento en la vida.
Por ello dedujo que a la felicidad se llega solo por el camino del conocimiento y el cultivo de la mente, y que “el ocio del espíritu”, es decir, dedicar tiempo a formar la conciencia y darle conocimientos, es la única forma de alcanzar una vida plena y satisfactoria.
Frases como esta de Platón sentaron las bases, en la Grecia clásica, del pensamiento filosófico occidental, que después del lapso de la escolástica medieval retomaría Descartes y ampliaría el idealismo alemán desde Kant hasta Hegel: la creencia de que solo se llega a la Verdad con el análisis detallado del conocimiento.
Lo demás es pura percepción (los sentidos nos engañan) y opinión infundada. Para conocer lo que verdaderamente es hay que partir de la propia conciencia y su estudio detallado de la realidad, que es el conocimiento.
Hay muchas frases de filósofos sobre la vida, y esta es una de ellas: versa sobre la felicidad y su sentido.
Una de las principales obsesiones de los pensadores de la antigüedad era reflexionar sobre la felicidad y cómo acceder a ella. Uno de sus máximos exponentes, Pericles, la definió como una recompensa que llega después de un arduo camino cuando se ha alcanzado la libertad (lo cual es un bien mayor) a través del coraje.
Sun Tzu, además de filósofo, fue un estratega militar de la antigüedad china y es conocido por su libro El arte de la guerra, que sigue influenciando el pensamiento militar hoy en día.
Sin embargo, como en la cita que nos ocupa, las frases de Sun Tzu trascienden el ámbito militar y son una enseñanza en el día a día de la vida misma. Aquí nos enseña a sacar partido de nuestra debilidad y a mostrarnos humildes en la fortaleza.
Uno de los grandes temas de la filosofía, la muerte, angustiaba también a los antiguos. Desde entonces, los grandes pensadores se han dedicado a intentar explicar la muerte y amortiguar el miedo que nos provoca. De nuevo tenemos que ir a Platón para encontrar la respuesta.
En esta frase encontramos el quid de la cuestión: desterrar la muerte de nuestros pensamientos solo nos genera más frustración, y la única forma de dar verdadero valor a la vida es siendo conscientes de que vamos a morir.
Uno de los más grandes pensadores de la época romana, Cicerón, creó uno de los epígrafes más solemnes de la Antigua Roma: Errare humanum est.
Pero en esta cita, además de reconocer humildemente la vulnerabilidad del hombre, añade uno de los malos vicios que según él está inserto en la naturaleza del hombre: el orgullo de no saber reconocer un error y querer persistir en él.
De nuevo la filosofía nos trae a colación el tema de la felicidad, pero esta vez el autor, Virgilio, nos advierte de que somos nosotros mismos a través de la ignorancia los que nos privamos de la libertad.
Además, al hacer referencia a los campesinos, Virgilio nos traslada la idea de que no se necesita mucha riqueza para ser feliz, sino humildad, una vida sencilla, y la conciencia de la misma felicidad. Con eso basta.
Tertuliano fue uno de los padres de la iglesia cristiana, gran influencia del cristianismo occidental, y reflexionó acerca del tiempo y la eternidad, dando para la historia esta maravillosa frase. En ella escenifica la vida como un teatro en el que el tiempo es una apariencia que esconde, detrás, la gran Verdad: la eternidad.
Tertuliano ve la vida terrenal como algo pasajero, temporal, extinguible y sujeto a algo mucho más importante, la vida celestial y eterna.
Boecio fue uno de los fundadores de la filosofía cristiana en occidente, pero lejos de caer en una teología basada solo en la fe, provenía de una tradición neoplatónica basada en la ética y la influencia de las ciencias exactas. Por lo tanto, el escepticismo y el rigor científico y del conocimiento formaban parte de su código intelectual.
En esta frase Boecio hace un juego de palabras que nos interroga acerca de la existencia de Dios. La conclusión es que no debemos buscar siempre excusas en la figura de Dios, sino que el bien y el mal proceden de las acciones libres del hombre.
Frase sobre el amor. San Agustín es el pensador más influyente del cristianismo en el primer milenio. Además de crear un sistema de pensamiento, era un escritor maravilloso que hacía juegos de palabras muy sugerentes. Este es uno de ellos.
Y además, resume exactamente lo que San Agustín pensaba. Él creía que el hombre estaba compuesto de cuerpo y alma, y que accedía a la felicidad a través del enriquecimiento del alma. Esto solo podía hacerlo llegando a Dios, y a él se llega amando sin reservas, desterrando los sentimientos de odio y rencor.
Esta es una frase más enigmática, más inaccesible, más complicada. Pero muy útil para penetrar en el pensamiento de este cura franciscano, Guillermo de Ockham, que hizo una gran aportación a la filosofía medieval en el campo de la lógica.
Su mayor aporte fue la regla conocida como “Navaja de Ockham”, un método científico según el cual, en igualdad de condiciones debemos creernos la versión más sencilla. Mediante esa frase, Ockham nos invita a no dejar volar la mente con especulaciones y basarnos en la evidencia de las cosas. Por separar Fe y Razón fue excomulgado.
Santo Tomás de Aquino fue un pensador crucial para la filosofía occidental porque además de la teología sistemática desarrolló la metafísica influenciando todo el pensamiento posterior.
En esta frase ataca duramente el dogmatismo, creando la idea de que la riqueza de la filosofía está en la variedad de pensamientos y la capacidad de ponerlos en común y discutir. Para eso necesitamos tener la mente abierta y no cegarnos en una idea.
René Descartes puso fin al período del pensamiento medieval conectando con la tradición del pensamiento clásico griego y romano, que parten del individuo (humanismo) para llegar al conocimiento.
La filosofía moderna nace con él, y con la frase “Pienso, luego existo” (Cogito ergo sum) que viene a decir que el hombre es en tanto que piensa, pues al pensar estamos adoptando consciencia de nosotros mismos, y esto es el primer paso para conocer.
Figura caudal del pensamiento europeo moderno, piedra fundacional del idealismo alemán, Inmanuel Kant siempre defendió el rigor intelectual, el trabajo filosófico, el esfuerzo para alcanzar la verdad.
Por eso el consideraba que reconocer el error y cambiar de opinión es una muestra de humildad que pertenece solo a los sabios, y que en cambio persistir en el error es una muestra de obcecación solo al alcance de los ignorantes.
Thomas Hobbes es un nombre muy conocido de la filosofía europea, pues desarrolló buena parte del sistema empírico inglés. Además dejó para la historia frases muy sugerentes como estas, que explican qué es la filosofía: el enriquecimiento del espíritu con el estudio sistemático y detallado de las cosas.
Por eso, para hacer filosofía hay que pensar, y para pensar se necesita tiempo: el ocio.
Este representante de la Ilustración francesa, Voltaire, era un acérrimo defensor de la libertad de pensamiento y opinión, y consideraba que todo el mundo tiene derecho a manifestar sus ideas por equivocadas que estas pueden estar.
Diciendo esta frase ponía de manifiesto que lo más sagrado para él no está en la verdad o el error de una idea, sino en la necesidad de que esta sea expresada.
El padre del empirismo inglés, doctrina filosófica que consideraba que el conocimiento se limitaba a la experiencia, fue también un firme defensor de la libertad (y por eso se considera a su sistema uno de los orígenes filosóficos del liberalismo).
Locke pronunció esta frase como una definición de sus ideas: consideraba la sociedad como un exceso de leyes y obligaciones que corrompían al hombre y lo condenaban a la esclavitud mental y física. Para Locke, la misión del hombre era encontrar su felicidad y para ello debía desatarse de todas las cadenas.
Esta frase se ha convertido en una de las más repetidas y conocidas de la filosofía. Pascal era un matemático, filosófico y teólogo, entre otras cosas, pero aun perteneciendo a la corriente del pensamiento que trataba de sistematizar el conocimiento, era en el fondo un humilde escéptico.
Por eso advirtió a sus coetáneos de los peligros de basarlo todo en la razón, pues a su entender hay cosas que no siguen las reglas de la lógica y que solo puede conocer el corazón, la intuición.
Personalidades como la de Leonardo da Vinci aparecen una vez en la historia. Su capacidad para pensar y crear de forma tan convulsamente prolífica parece de otro mundo. Pero esta frase resume, en parte, porque además del genio que le venía innato, consiguió transformar sus ideas en algo práctica.
Leonardo da Vinci es de estas personalidades incansables que hacen de su trabajo el motor de su vida, y esta frase resume lo que él pensaba: que solo a través del trabajo constante se puede llegar al éxito.
…y concluía diciendo: “porque quien enemigos no tenga, señal que no tiene: ni talento que haga sombra, ni valor que le teman, ni honra que le murmuren, ni bienes que le codicien, ni cosa buena que le envidien”.
Este monstruo del pensamiento político que fue Maquiavelo dejó para la historia de la filosofía un enorme tesoro en forma de citas célebres e ideas. Esta es una de ella, y además tiene una aplicación muy práctica: viene a decir que siempre nos quedamos con la primera impresión de una persona, por lo que dictan las apariencias.
Pero también es una invitación a ir más allá, a conocer la verdadera personalidad de las personas antes de emitir un juicio.
Enigmática sentencia de uno de los filósofos más brillantes de la era moderna, que luego fue interpretada y caricaturizada por muchos, entre otros Voltaire en su novela Cándido.
Lo que Leibniz, mente matemática y racionalista, quería transmitir, era mucho más sencillo: el mundo en el que vivimos es el mejor porque disponemos de reglas matemáticas y lógicas para fijarlo, mientras que los otros mundos desconocidos son imperfectos.
Esta sentencia invita a la reflexión y deja abiertas muchas cuestiones, pero fundamentalmente considera la ignorancia como un hándicap para el hombre, que no puede alcanzar la verdad y por lo tanto queda a expensas de los demás.
El conocimiento no solo nos hace libres, sino que nos da mucho poder porque nos ofrece más herramientas para afrontar una situación.
Este filósofo de la Ilustración francesa, Jean-Jacques Rousseau, reflexionó sobre un tema crucial: ¿el hombre nace bueno o es malo por naturaleza? Los romanos habían sentenciado, por ejemplo, que el hombre es un lobo para el hombre, y muchos otros creían que el hombre nace con el mal adentro.
Sin embargo, Rousseau creó la idea de que el hombre nace bueno y la sociedad influye en su corrupción. Es a través de la relación con los otros hombres como empezamos a absorber el mal, y su receta era clara: como el hombre no puede volver a su estado natural, debe realizarse un contrato social entre el individuo y la sociedad.
La modernidad no hubiera sido posible sin las aportaciones filosóficas de Hegel, probablemente junto con Kant el personaje más importante de la filosofía moderna. Pero su pensamiento dinámico fue acorde con su carácter y su forma de vida: para él lo único que tiene sentido en la vida del hombre es el movimiento.
Hegel trató de explicar el mundo y el ser humano como elementos dinámicos y cambiantes. Odiaba la pasividad, la tranquilidad, el silencio y la quietud. En esta frase nos invita a cambiar el mundo a través de la pasión.
Arthur Schopenhauer dedicó toda su vida a reflexionar sobre la insatisfacción del hombre, y llegó a la conclusión de que el hombre era infeliz porque desea lo que no puede tener. Ofreció una solución algo extravagante, el ascetismo: si el hombre renuncia a los placeres, dejará de tener deseos y será feliz.
Esta frase resume lo más profundo de su sentir: el hombre es infeliz porque está continuamente deseando, y cuanto más tiene más desea. Debemos ser felices con lo que tenemos y dejar de angustiarnos por lo que nos falta.
El gran filósofo Baruch Spinoza había señalado ya antes que Schopenhauer esta idea del dominio que los deseos ejercen sobre los hombres. Spinoza consideraba que el hombre es insaciable porque siempre desea mucho más de lo que tiene. Con esta frase nos invita a reflexionar sobre ello y a tener los pies en el suelo.
Este filósofo danés, muy influenciado por sus creencias religiosas y la gran angustia que siempre le acompañó, desarrolló un pensamiento muy místico pero también muy honesto y valioso para los valores éticos del hombre moderno.
En esta frase nos dice que para entender quiénes somos, de dónde venimos y cuál es nuestro objetivo en la vida, tenemos que mirar hacia atrás, analizar nuestras raíces y nuestra tradición. Pero a la vez tenemos que tener esperanza en el futuro, optimismo.
Otro gigante de la filosofía occidental nos regala esta bonita hipérbole que lleva al extremo una cuestión fundamental: el antidogmatismo. Russell fue un exponente de la ideología liberal y, como tal, creía que la importancia del conocimiento está en el esfuerzo y el estudio y, a la vez, en la humildad sobre las propias opiniones.
En esta frase nos enseña que dudar de uno mismo es el principio para alcanzar el conocimiento.
Benjamin Franklin era, ya se puede adivinar, un forofo de la libertad, y en el esquema de su pensamiento la libertad es algo innegociable, es algo a lo que el hombre debe aspirar sin renuncias ni atajos. Por eso abominaba de cualquier concepción política que tratara de sacrificar la libertad poniendo como excusa, por ejemplo, la seguridad.
La paradoja aquí estriba en el hecho de que Benjamin Franklin es uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, superpotencia mundial que como es de sobra sabido hace tiempo que sacrificó la libertad por la seguridad.
Esta es una densa y complicada frase expresada por uno de los filósofos más complejos del pensamiento contemporáneo: Friedrich Nietzsche. En su exposición sobre lo que está Más allá del bien y del mal, reflexionó acerca de la moral y cómo los hombres abordan las cuestiones éticas.
Y llegó a la conclusión de que no existe una moral que rija los fenómenos, y que por lo tanto esté por encima del hombre, sino que esta moral es modelada por el propio ser humano, que en cada momento establece lo que está bien y lo que está mal. Por lo tanto los fenómenos morales no son más que una interpretación.
Karl Marx revolucionó el pensamiento occidental dando a las reglas dialécticas de Hegel una aportación definitiva: el materialismo histórico. De ello se deducía que el hombre estaba sujeto a antagonismos de clase que mutaban a través de la historia, y de los que solo podía deshacerse mediante una revolución social de abajo arriba.
Para ello, Marx ofrecía un sistema científico y, por lo tanto, consideraba que todo tenía que basarse en la razón. Rechazó cualquier explicación irracional y renegó de la religión, que consideraba un envenenamiento de la mente de los hombres.
El complejo mundo filosófico de José Ortega y Gasset se refleja en esta frase en la que parte de un individualismo puro (“Yo soy yo”), pues él entendía el hombre como el problema de la vida y el centro del mundo. Pero este no podía desarrollarse sin tener en cuenta su entorno, sus circunstancias.
En Meditaciones del Quijote Ortega dejó escrita esta frase en la que da mucho peso a las circunstancias como el cúmulo de tradiciones, historia y naturaleza que determinan la acción de los hombres.
Jean-Paul Sartre lideró el movimiento existencialista francés que intentó, después de la segunda guerra mundial, restaurar el humanismo frente a los totalitarismos. Su filosofía fue una invitación a luchar por la libertad radical del hombre, y esta frase resume de forma precisa hasta qué punto estaba convencido de la libertad como destino final de la humanidad.
Albert Camus fue compañero de Sartre en el movimiento existencialista francés, y se dedicó sobre todo a reflexionar sobre la esencia del hombre y su vínculo con la libertad.
Esta frase resume la teoría que Camus desarrolló en El hombre rebelde: el ser humano ha aniquilado su verdadera esencia negando lo que es, a través de un nihilismo destructivo que justifica el asesinato con fines políticos e ideológicos. Reconoce, por lo tanto, un estado natural del hombre al que se tiene que volver: la bondad.
Una maravillosa frase proveniente de un filósofo cuyas teorías son el resultado del impacto del psicoanálisis freudiano y la apertura de una etapa escéptica en la filosofía del conocimiento.
Es una frase, sin embargo, que atraviesa todo el pensamiento occidental desde la antigüedad hasta hoy, pues siempre nos ha interesado reflexionar acerca de si lo que vivimos es realmente real o estamos viviendo en un sueño.
Simone de Beauvoir es la pensadora más influyente del feminismo, y en su desarrollo teórico, en el marco del existencialismo francés, escribió una literatura muy atractiva y sugerente que sigue estando en las bibliotecas de muchas mujeres y hombres convencidos de sus ideas.
Esta frase complementa otra frase de la misma autora (“La mujer no nace, se hace”) y que entiende el feminismo como una construcción social y cultural en la que la mujer tiene que luchar por sus derechos y dar ejemplo en sus prácticas cotidianas.
La filosofía de nuestros días tiene en el esloveno Slavoj Zizek una mezcla de gurú y “enfant terrible”, pero su influencia es incontestable. Esta frase resume el rico sistema de pensamiento de este autor actual, basado en la recuperación de la dialéctica de Hegel y, por lo tanto, contrario a la posmodernidad.
Según Zizek, hay que atreverse a salirse de los cánones marcados porque, en la sociedad actual, hay una corrección política que lo abarca todo. Para él, la democracia y la libertad amparan este totalitarismo según el cual no puedes desviarte del discurso oficial.