Por todos es sabido que el régimen dictatorial nazi se propuso extender sus dominios a todo el mundo. El Tercer Reich pretendía recuperar el esplendor que en el pasado ejercieron los alemanesdurante siglos en el resto de Europa; además iba a ser conocido como “el imperio de los mil años”. Aunque al final, sus dominios no alcanzaron territorios mucho más allá del continente europeo y su derrota fue aplastante.
Para contribuir a legitimar su causa expansionista, la propaganda nazi cobró especial relevancia, ya que mediante ella sería más fácil influir en sus adeptos e inculcarles la idea de que los nazis eran una raza superior a las demás. De hecho, los delirios de grandeza del Alto Mando no acababan ahí: según sus creencias, la raza aria era descendiente de los grandes guerreros germánicos que en el pasado plantaron cara al imperio romano; de ahí su supuesta superioridad racial.
En esta parte de la historia cobra especial relevancia el nombre de Heinrich Himmler, fundador de las SS, el brazo armado del nazismo. Himmler fue el encargado de indagar a fondo en este pasado histórico del pueblo alemán. Para ello, se propuso llevar grupos Nazis a España, a diferentes enclaves históricos y recopilar el mayor número de reliquias que permitieran apoyar sus tesis.
España, un lugar esencial para los nazis
España tuvo el dudoso honor de acoger la visita del jefe de la Schutzstaffel, que consideraba firmemente que tanto Alemania como el país íbero, compartían un mismo linaje, ya que los visigodos estuvieron asentados en nuestro país durante tres siglos; lo que corroboraría sus hipótesis de una ascendencia aria común.
Una muestra del legado visigodo en España se encuentra en Segovia, a las afueras de un pueblo llamado Castiltierra. Su ermita es un testigo mudo de la presencia de este pueblo germano; y acoge o acogía todo tipo de enseres, ya que fueron tomados por los nazis para ser llevados a restaurar y nunca regresaron a su lugar de origen.
Otra de las regiones exploradas por Himmler y su séquito fue Toledo, ciudad de mucha importancia para el Reino visigodo. Lo que pretendía encontrar era ni más ni menos que el Arca de la Alianza, donde se guardaron las tablillas que contenían los Diez Mandamientos que, según la tradición cristiana, Dios le proporcionó a su profeta Moisés. A pesar de sus esfuerzos, volvió a casa con las manos vacías, como suele decirse.
Además del arca sagrada, Himmler codiciaba la llamada Lanza de Longinos, el arma que fue utilizada por el centurión Cayo Casi Longinus para atravesar el cuerpo de Cristo cuando éste falleció en la cruz. De acuerdo a la leyenda, aquel que poseyera la Lanza se beneficiaría de un poder ilimitado y que no podría ser equiparado por ninguna de las fuerzas enemigas.
No obstante, aún a día de hoy se especula con la ubicación real del objeto, pues con el paso de los siglos han sido muchas las falsificaciones y réplicas. Sin embargo para los nazis, la que se encontraba en el Museo Hofburg de Viena, era la auténtica.
El Santo Grial, ¿en Montserrat?
En Cataluña, entre las provincias del Anoia, Baix Llobregat i Bages se halla Montserrat, una escarpada montaña rocosa que alberga un monasterio benedictino que es destino de peregrinación para muchos fieles. Según la historia oculta española, este convento sirvió para ocultar el Santo Grial, la copa que recogió la sangre de Jesucristo cuando se desangró en la cruz.
De acuerdo con el testimonio del párroco que recibió a la comitiva nacionalsocialista, Himmler estaba convencido que, de encontrar la copa sagrada, ésta le proporcionaría la fuerza necesaria para ganar la Segunda Guerra Mundial. Es más, para el Reichsführer, los orígenes de la raza aria se remontarían hasta Jesucristo, que en realidad pertenecía a esta estirpe y no a la judía.
Fanático del ocultismo
Todo este afán por recabar cuantas más reliquias históricas posibles mejor, se debe a que contendrían una serie de poderes mágicos que llevarían a la victoria alemana ante sus adversarios. De hecho, Himmler era considerado un gran defensor del esoterismo. Tal fue su pasión por las fuerzas místicas, que otras grandes personalidades del Alto Mando nazi como Rudolf Hess o Alfred Rosenberg, se aficionaron también a estas cuestiones. Su modelo de sociedad alemana ideal debía construirse en base al paradigma de los celtas, los pueblos de la Edad del Hierro.
Creador de sociedades secretas como la Ahnenerbe o la Thule, dedicadas al estudio de libros acerca del ocultismo, la magia negra y la brujería; Heinrich Himmler utilizaría dichas asociaciones también para llevar a cabo excavaciones por todo el mundo para desenterrar todo tipo de piezas valiosas que estuvieran vinculadas a los cultos paganos de los celtas y que sirvieran para dar testimonio del supuesto pasado puro de la casta alemana.
No contento con eso, era frecuente que consultase con pitonisas y quirománticos para que le asesoraran acerca de su futuro y del del Tercer Reich. A medida que los nazis iban perdiendo territorio y su derrota estaba próxima; y cuando todas las estrategias militares estaban fallando, Himmler llegó a basar sus planes de guerra en función de lo que los videntes le recomendaran. Hasta tal punto llegó su desesperación.
Si Himmler se hubiera criado hoy en día, sería considerado como lo que se suele llamar un freaky del misticismo y del paganismo. Probablemente sería un ávido lector de novelas de fantasía como las de Tolkien, Lewis, Martin y tantos otros; y aficionado a los juegos de mesa o de rol del tipo Warhammer o World of Warcraft.
El final de la fantasía
Por fortuna, Heinrich Himmler halló su fin cuando las tropas británicas tomaron Alemania: ante la posibilidad de ser capturado, ingirió una pastilla de cianuro. Con él, morían todos los desvaríos acerca de utensilios que proporcionaban superpoderes a los nazis; así como de probar la existencia de una dinastía de sangre pura visigoda.