De todos los festivos que pueblan el calendario, hay uno que se espera con emoción y que, para agonía de los impacientes, no llega hasta finales de año. Se trata del 8 de diciembre, conocido como “el día de la Inmaculada Concepción”.
Ahora bien, ¿por qué se le llama “Inmaculada Concepción” al puente del 8 de diciembre?, y ¿por qué motivos se tomó este día como fiesta nacional en España? Vamos a resolver estas dudas, además de contar otros hechos importantes acontecidos este día.
Un puente entre dos festivos
El 8 de diciembre suele ser uno de los puentes preferidos por los españoles, ya que enlaza con otra día declarado festivo que cae dos días antes, el 6, lo que hace que ganemos tres días libres, siempre que éstos caigan a finales de la semana laboral, claro está. Por efecto rebote, el día 7 se toma también como día libre, lo que hace que algunos gocen de varios días sin obligaciones.
Por su lado, el día 6 se conmemora la firma de la Constitución de 1978, acontecimiento muy denostado, rechazado, cuestionado y criticado por algunos sectores que, aun yendo contra su ideología, no dudan a la hora de gozar del día libre como hace el resto; si bien esta tendencia parece que comienza a cambiar, en un intento por mantener su coherencia.
¿Qué se conmemora el 8 de diciembre?
El 8 de diciembre es la fecha en la que, según la tradición católica, la Virgen María fue concebida, de ahí el nombre: “Inmaculada” es uno de los nombres por los que se conoce a la Madre de Cristo, y “Concepción”, hace referencia al momento de ser engendrada.
La Guerra de los Ochenta años, la verdad detrás del 8 de diciembre
Como muchas otras fechas marcadas en rojo en el calendario, el 8 de diciembre tiene su origen en una época de contienda: la Guerra de Flandes, también conocida como Guerra de los Ochenta Años (1568 - 1648). En este conflicto, cuyo nombre indica su duración real, las diecisiete provincias holandesas se rebelaron contra el Rey de España, soberano por aquel entonces de las tierras pertenecientes a los Países Bajos.
Para comprender por qué este día es tan importante en nuestro calendario, debemos trasladarnos a un momento crítico para los Tercios Españoles durante la Guerra de los Ochenta Años. Corría el año 1585 y el Tercio Viejo del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla estaba siendo hostigado por la flota comandada por el almirante Felipe de Hohenlohe-Neuenstein.
El último aliento de los Tercios Españoles
Aunque el enemigo se había ofrecido a mostrar clemencia si los Tercios Españoles se rendían al asedio, en un claro intento por dar la estocada de gracia a la moral española, Bobadilla se negó en rotundo. Ante la ofensa recibida tras su falso alarde de misericordia (y hartos de la resistencia opuesta por los soldados españoles), los holandeses trataron de anegar el campamento donde se asentaban las tropas enemigas reabriendo los diques de contención que cortaban los ríos, en cuyo lecho seco se estaba desarrollando la batalla.
Tras esta jugada rastrera, a los españoles no les quedó más remedio que recular hasta el único punto elevado donde el agua no había llegado: el monte Empel. Fue entonces cuando un soldado español, mientras cavaba una trinchera en el suelo, encontró una talla flamenca hecha de madera que representaba la Inmaculada Concepción. Este hallazgo levantó la moral a los soldados, que colocaron la tabla en un altar creyendo que les protegería.
El milagro de Empel, la salvación de los Tercios Españoles
Fruto de la intervención divina o del azar, durante la madrugada entre el 7 y el 8 de diciembre de 1585 se levantó un fuerte y frío vendaval, proveniente del nordeste, que congeló las aguas del río. Esto sirvió a las filas españolas para que, al despuntar el alba, marcharan por encima de la superficie helada, pillando por sorpresa a los holandeses, derrotarles en su propio terreno y hacerse con la victoria.
Este triunfo fue el motivo por el que la Inmaculada Concepción fue proclamada la patrona de los Tercios Españoles (y de la actual Infantería Española), en agradecimiento a lo que muchos interpretaron fue gracias a su acción divina.
El recuento final de ochenta años de hostilidades se saldó con un total de 19 batallas diferentes, incluidas el Asedio de Breda (cuyo armisticio inspiraría a Velázquez para pintar su obra La rendición de Breda) o la Batalla de Amberes.