En pleno apogeo de la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, el lenguaje inclusivo se ha convertido en una de las principales herramientas para el cambio social, aunque no exenta de polémica, con detractores incluso dentro de los sectores feministas.
Los puristas de la lengua consideran que esta no se puede utilizar como arma política, mientras que los partidarios del lenguaje inclusivo creen que es la base de una sociedad más equitativa.
CONTENIDO DEL ARTÍCULO
1. ¿Qué es el lenguaje inclusivo?
2. ¿Qué dice la RAE sobre el lenguaje inclusivo?
3. Ejemplos de lenguaje inclusivo
El lenguaje inclusivo es la adaptación de las expresiones de la lengua escrita y oral para evitar la exclusión de una parte de la sociedad, las mujeres, en el uso habitual de los géneros. Para los defensores este lenguaje, la forma de hablar, como código de conducta social, es la base del cambio social para una relaciones más igualitarias.
Parten de la base de que el masculino singular no es neutro, sino que responde a una histórica intencionalidad de excluir al género femenino de la comunidad, y que esto está enraizado en el lenguaje machista de una sociedad patriarcal.
Para ello, como veremos más adelante, proponen el uso del femenino singular como genérico como una forma de discriminación positiva, o la utilización de las letras “e” y “x” para conseguir un nuevo neutro que no discrimine a unxs ni a otrxs.
La polémica está servida, pues aunque el lenguaje inclusivo es utilizado sobre todo en los círculos políticos de la izquierda, incluso algunos activistas feministas se niegan a utilizarlo al considerar que la lengua no puede ser utilizada como arma arrojadiza.
Para algunos académicos de la lengua, como veremos más tarde, la lengua es una herramienta de comunicación neutra, y lo que sí lleva intención es el contenido. Para los defensores del lenguaje inclusivo, el lenguaje es un constructo social que evidencia los rasgos de un grupo social determinado, como el racismo, el clasismo o el sexismo.
Según esta teoría, el lenguaje se convierte en una poderosa herramienta de cambio social, pues introduciendo cambios en el lenguaje se puede favorecer la evolución del grupo en un sentido determinado.
Según la premisa anterior, una sociedad machista posee un lenguaje machista, y en nuestra sociedad podemos percibir una esencia patriarcal en las expresiones lingüísticas más comunes. La consecuencia de este hecho es que la mitad de la población, el sector femenino, se siente excluido del lenguaje.
La teoría, de hecho, va mucho más allá, pues ya no se trata solo de una cuestión de hombres y mujeres, sino en general de una cuestión de género. Así, el lenguaje inclusivo también tiene que tener en cuenta las personas homosexuales y los trans.
Como sucede con las cuotas de paridad en el ámbito profesional, donde se discrimina al sector hegemónico para facilitar el acceso del grupo discriminado, el lenguaje inclusivo tiene como función excluir al sector hegemónico (en este caso, el género masculino) para garantizar la inclusión del sector excluido (la mujer) hasta alcanzar la igualdad.
Así, se cambiarían expresiones como “Todos tenemos que realizar nuestras tareas” por “Todas tenemos que realizar nuestras tareas”, incluyendo a hombres y mujeres en ese “todas”.
Hay quienes defienden la creación de un nuevo género neutro que evite la discriminación positiva, con el uso de la “e” o la “x”: “Todes tenemos que realizar nuestras tareas”, o “Todxs tenemos que realizar nuestras tareas.
Según la teoría, este sería una herramienta de combate contra las injusticias sociales, más allá de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. El lenguaje inclusivo no es nada más que la base de un cambio global por un lenguaje contra toda forma de opresión y violencia.
Para contrarrestar el argumento de los académicos de que los debates lingüísticos deben reducirse al ámbito estrictamente lingüístico, los partidarios del lenguaje inclusivo esgrimen como argumento que la academia está copada mayoritariamente por hombres, que son los encargados de establecer las normas.
Por eso se debe estimular el debate en el ámbito público y favorecer los cambios en el habla cotidiana desafiando la normativa académica.
La moda de la calle llegó a la academia cuando la RAE tomó cartas en el asunto al extenderse cada vez más expresiones como “amigues” y “chicxs”. El uso de la x y la e como nuevo neutro fue rechazado frontalmente por la Real Academia Española de la Lengua, que sin embargo intentó ponerse a la cabeza de los cambios emprendidos.
Ante la polémica por “la publicación en los últimos años de guías de lenguaje no sexista editadas por universidades, comunidades autónomas, sindicatos, ayuntamientos y otras instituciones”, en 2012 las máximas autoridades lingüísticas publicaron un documento mostrando el posicionamiento oficial de la academia.
En el documento, los académicos mostraron una posición tajante contraria al uso del lenguaje inclusivo, basándose en las siguientes premisas.
La RAE critica las guías del lenguaje no sexista porque, admitiendo que el lenguaje no visibiliza a la mujer, tampoco considera que la excluya. Cita textual: “Aplicando el verbo visibilizar en el sentido que recibe en estas guías, es cierto que esta última frase no visibiliza a la mujer, pero también lo es que las mujeres no se sienten excluidas de ella”.
Según la RAE, “hay acuerdo general entre los lingüistas en que el uso no marcado (o uso genérico) del masculino para designar los dos sexos está firmemente asentado en el sistema gramatical del español, como lo está en el de otras muchas lenguas románicas y no románicas, y también en que no hay razón para censurarlo”.
Según el documento de la RAE, con independencia de que exista o no discriminación de la mujer en la sociedad, no existe un consenso social para superar esa eventual desigualdad mediante la discriminación positiva.
De la misma forma que existen mujeres que consideran humillante la discriminación positiva para el acceso a los puestos de trabajo (las famosas cuotas de paridad), también una parte de la sociedad que no está de acuerdo con la medida, tanto hombre como mujeres, pueden sentir que la medida es contraproducente.
Si el uso del masculino con valor genérico implica un trato lingüístico discriminatorio, ¿cómo han de reaccionar las mujeres que no perciben en él tal discriminación?, se pregunta la RAE.
Según la RAE, la polémica sobre la base machista del lenguaje está pervertida desde su raíz, pues se considera arbitrariamente sexista al grupo de hombres y mujeres con una sensibilidad diferente. El documento habla de despotismo ético para criticar la superioridad moral con la que los partidarios del lenguaje exclusivo suelen embarrar el debate.
Eso lleva a la RAE a cuestionar la autoridad de quienes hacen tales afirmaciones, reservando la tarea de marcar los cambios en la lengua a las autoridades científicas y académicas competentes, en este caso la Real Academia de la Lengua.
El documento contempla la posibilidad de que los partidarios del lenguaje inclusivo no se acojan a su autoridad científica sino a una determinada sensibilidad social, lo cual también les desacredita, pues el debate tiene que moverseen el ámbito estrictamente lingüístico.
Desde un punto de vista exclusivamente lingüístico, la RAE considera que el lenguaje no puede ser exclusivo ni machista, porque el lenguaje en sí mismo no posee ninguna intención: es una herramienta de comunicación neutra. Lo que puede ser o no sexista es el contenido de una oración, pero no su continente.
Para defender esta posición, el documento recupera un discurso de la científica Margarita Salas en la que denuncia la discriminación de la mujer en el mundo científico. Al hacerlo a través del lenguaje habitual en el que utiliza como genérico el masculino singular, plantea la paradoja de considerar que critica al machismo con un lenguaje machista.
Se han elaborado guías y manuales donde se recogen normas básicas para transformar el lenguaje en estructuras equitativas. Estas son algunas normas básicas.
Cuando utilizamos el género masculino genérico para englobar a hombres y mujeres, estamos excluyendo a una parte. El habla es una forma de identificación, y por lo tanto debemos incluir a todos en las expresiones.
Es uno de los puntos más problemáticos, y además muchos de sus detractores lo han utilizado para hacer burla. Sin embargo, plantea los siguientes cambios.
Para evitar la exclusión del sector femenino del lenguaje no es necesario cambiar el género de las palabras, basta con utilizar algunos genéricos. Presta atención.
El contenido de la frase es tan importante como su continente, por eso además de ser cuidadosos con el empleo de masculinos y femeninos, debemos evitar estereotipos en el lenguaje como los siguientes ejemplos.
Hay expresiones enraizadas en el habla común que no significan lo mismo en masculino y en femenino, y que resultan peyorativos cuando se utilizan en femenino. A continuación, algunos ejemplos que se pueden evitar.
Del mismo modo, existen algunos adjetivos que se aplican de forma desigual para hombres y mujeres. Intenta evitar las siguientes diferenciaciones.
Hay muchos más ejemplos como los anteriores, recogidos en las guías para el lenguaje inclusivo. Sin embargo, la norma más utilizada por ahora es el uso de símbolos.