Nuestro director más auténtico, personal y estilizado, está de muy buen año; ‘Dolor y gloria’ (2019) está teniendo un buen recorrido en los distintos certámenes de cine de mayor prestigio en Europa, y ha funcionado muy bien en taquilla en España, así como a nivel internacional.
¿Podía sumársele algo más? Pues sí, ahora desde Venecia, quieren otorgar al director y guionista el León de Honor por toda su carrera cinematográfica. Y es que ya son más de cuarenta años haciendo cine.
Desde carácter urbano queremos hacer un breve recorrido de la filmografía reciente del manchego desde la primera década del siglo XXI, hasta la ya citada, ‘Dolor y gloria’.
Este humilde redactor conoce bien de cerca la filmografía almodovariana, y ha de confesar que es también un reconocido admirador del manchego. Uno es consciente de que no es precisamente querido ni del gusto del público medio nacional, pero como bien le ocurriera a Takeshi Kitano (‘Hana-Bi’, ‘Kids return’, ‘Violent Cop’), nadie es profeta en su tierra.
Si la primera etapa del cine de Almodóvar del 78 al 99 (aunque aquí podríamos distinguir dos claras etapas) estaba estrechamente ligado al contexto histórico-cultural de la movida madrileña, con films realizados con presupuestos ridículos, que podrían ser perfectamente etiquetados de serie B o undergrounds, para finalmente pasar a tratar una de sus obsesiones personales, los vínculos materno-filiales; su madurez llega con ‘Hable con ella’ (2002).
Y no, no porque fuera el film que le confiriera su segundo Oscar al Mejor Guión Original, aunque ya había ganado hacía tres años el Oscar a Mejor Película Extranjera por ‘Todo sobre mi madre’ (1999), sino porque Almodóvar finalmente dejó caer el protagonismo en dos figuras masculinas, cosa que siempre le fue criticado en sus cintas previas.
Y aunque jamás ha dejado de desinteresarse por las relaciones materno-filiales, desmenuzando sus complicaciones y en qué a veces pueden sustentarse las mismas, en films claves como ‘Volver’ (2006) y ‘Julieta’ (2016); es innegable que Almodóvar ha comenzado a mirar dentro de sí mismo, terminando por evocar a una de sus principales influencias: Federico Fellini.
Esto queda más que constatado en, las también estéticamente coloridas (donde el rojo y el azul siempre están muy presentes en sus trabajos), ‘La mala educación’ (2000), ‘Los abrazos rotos’ (2009) y en la mencionada, ‘Dolor y gloria’. También son claros estudios del hacer cinematográfico y del oficio del director, en donde la metáfora almodovariana siempre va hacia la pasión, donde el amor y el odio tienen cabida, siendo expresadas en una relación física entre el director y su musa, o su histrión.
Aún con ello, el manchego también ha tenido tiempo para ser juguetón y explorar géneros que siempre le han fascinado, como el thriller en ‘La piel que habito’ (2011) o la comedia absurda en ‘Los amantes pasajeros’ (2013) que tan buenos resultados le dio en sus inicios.
En cualquier caso, es irónico que finalmente se le vaya a reconocer en el país donde nació su admirado Fellini, y es que el cineasta no pisaba Italia para recoger un premio desde el año 88 cuando ganara su único David de Donatello al Mejor Director Extranjero por su ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’.
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