Muchos aseguran que hay vida después de la muerte, aunque nadie ha regresado para corroborar este hecho. Otros tratan, a través de las ECM o experiencias cercanas a la muerte, de dar respuesta a una de las grandes incógnitas de la humanidad.
Os explicamos en qué consisten las ECM y algunos de los puntos en común de quienes las han vivido. ¿Podría tratarse de un breve lapso en el más allá o hay una explicación empírica?
Según varios estudios médicos, una de cada cinco personas que han sufrido una muerte clínica y han vuelto a la vida han experimentado una experiencia cercana a la muerte. Estas estadísticas nos demuestran que hay algo ahí, una respuesta sensorial, física o espiritual, independiente de las creencias religiosas.
Para los más devotos, las ECM son la prueba de la existencia de un más allá e incluso la prueba de la existencia de Dios. Por otro lado, y desde un punto de vista científico, se han llevado a cabo varios estudios sobre este fenómeno, pero el resultado siempre es el mismo: no concluyente.
Este tipo de fenómenos presentan patrones comunes, divididos en fases según el doctor en medicina y filosofía Raymond Moody.
Después de certificar la muerte clínica, la persona siente como se eleva hacia “un plano superior”, pudiendo incluso ver su propio cuerpo tendido sobre la camilla del hospital. Desde un prisma religioso, este hecho suele ser considerado como una ascensión hacia el cielo, pese a que, como analizaremos más adelante, podría tratarse de una respuesta psicológica o física.
Tras esta ascensión, la mayoría de testimonios narran que han pasado por un “túnel oscuro”, con una luz resplandeciente (incluso cegadora) al final. En ocasiones, esa luz ilumina una figura reconocible, como la de un familiar fallecido o un ser querido. Durante la experiencia, la mayoría de personas siente “paz interior”, y salvo contadas ocasiones, no hay atisbo de miedo, angustia o dolor físico.
En esta fase, el sujeto entra en contacto con una presencia, que puede variar en función de sus creencias religiosas. Casi siempre se produce un “diálogo sin palabras” con esa entidad. En otro porcentaje muy elevado de casos, el paciente de la ECM sufre una “visión global pero íntegra” de lo vivido. Lo que se ha descrito muchas veces como “ver la vida pasar ante tus ojos”.
Es entonces cuando se produce el contacto con la frontera, el punto exacto en el que el paciente toma consciencia de que no ha muerto, de que “no ha llegado su hora”.
El sujeto vuelve a la vida terrenal (si es que alguna vez la ha abandonado) y los responsables médicos comprueban que el paciente no ha fallecido. La mayoría de testimonios afirma que siente un profundo pesar por haber dejado atrás ese plano superior.
En un primer momento, no se atreven a contar lo sucedido por temor a no ser creídos, pero la imperiosa necesidad de contar la vivencia acaba venciendo, independientemente de sus valores espirituales. La pérdida del miedo a la muerte es una de las consecuencias más comunes, junto a una mejora de la escala de valores.
Según el Instituto Francés para la Investigación de Experiencias Extraordinarias, entre el 4 y el 5% de las personas que viven una experiencia cercana a la muerte la perciben como algo extremadamente negativo y un suceso traumático. Si esa persona es creyente, puede que lo interprete como un castigo divino por su mal comportamiento.
No hay explicación para las experiencias cercanas a la muerte, pero algunos expertos se han aventurado a explorar un terreno tabú para parte de la comunidad, pudiendo arrojar algo de luz sobre esta sobrecogedora vivencia.
Bajo un punto de vista psicológico, los expertos hablan de una disociación entre el cuerpo y la mente, una respuesta del cerebro para evitar el mal trago. Lo mismo sucede en muchas situaciones de riesgo extremo, como una violación, donde la víctima puede evadirse mentalmente de su cuerpo durante la agresión.
No obstante, algunos expertos señalan que hay una diferencia evidente entre la despersonalización y la experiencia cercana a la muerte, y es que esta última suele percibirse como “real”, mientras que la disociación es algo difusa y difícil de recordar.
También podría entrar en juego la personalidad del individuo. Estudios psicológicos demuestran que hay ciertas personas con más predisposición a sufrir una ECM, aunque curiosamente no existe una correlación con su religión.
Una de las posibles respuestas fisiológicas que se han planteado es la siguiente: durante la ECM el paciente sufre la pérdida drástica de oxígeno en la sangre, por lo que las neuronas empiezan a actuar de forma errática.
Esto provoca una distorsión de la percepción y la pérdida del juicio racional. Por otro lado, la retina sólo percibe el 10% del campo visual, que se corresponde a la sección central, lo que podría explicar la “luz al final del túnel”. No obstante, no se ha podido determinar el origen de otras experiencias habituales como las visiones o los flashbacks.
Las ECM han sido tratadas en la cultura popular (podríamos citar ejemplos de libros, series y películas) y han sido objeto de infinidad de estudios. Aunque se han establecido algunos patrones comunes, siguen siendo un misterio en muchos aspectos y plantean preguntas que respuestas.