Ed Gein, “el carnicero de Plainfield”: el asesino necrófago

Asesino, ladrón de tumbas y caníbal. Ed Gein vivió atormentado por el fantasma de su difunta madre, una fanática religiosa que le maltrató durante años y por la que desarrolló una obsesión patológica.
Ed Gein, el carnicero de Plainfield y sus macabros mueblos.
Ed Gein, el carnicero de Plainfield y sus macabros mueblos. | Imagen de: Psicología y mente.

 

Uno de los nombres que retumban con más eco en la historia de la criminología de Estados Unidos es el de Ed Gein. Junto a otros asesinos como Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, John Wayne Gacy o Richard Ramírez, Ed Gein forma parte de un cuadro tristemente célebre por los horribles crímenes cometidos.

En las próximas líneas analizaremos a fondo el caso del que se conoció como “el carnicero de Plainfield”, qué atrocidades cometió y qué repercusión tuvo en la sociedad norteamericana de aquella época y posterior a él.

Una vida difícil en la América profunda

Edward Theodore Gein nació en 1906, en una granja en las cercanías de Plainfield, un pequeño pueblo en el condado de La Crosse (Wisconsin). Ed era el hijo menor de George, un alcohólico empedernido y negligente que maltrataba a su familia; y de Augusta, una ferviente sirvienta de Dios que pretendía alejar a sus dos hijos de cualquier estilo de vida que conllevara al pecado. Fue en el seno de esta familia disfuncional donde Ed y Henry, cuatro años mayor, crecieron.

Las creencias de Augusta Gein eran fruto de la sociedad americana de principios del s.XX, donde imperaba una fuerte moral con respecto al sexo y a todo tipo de excesos. Debido al fuerte carácter de su madre, los dos hermanos se criaron bajo la prohibición de mantener cualquier tipo de contacto con el exterior  en general y con las mujeres en particular, consideradas impuras.

De esta manera, aislados como estaban en aquella granja en mitad del campo, los chicos estuvieron privados de cualquier estilo de vida prosocial que les posibilitara, llegado el día, adaptarse al estilo de vida en sociedad, aceptando las responsabilidades y cumpliendo las leyes como dos ciudadanos más.

La oscura adolescencia de Ed Gein

Ed y Henry pasaron sus años de adolescencia sometidos a las constantes palizas por contradecir o por no obedecer a la sobreprotectora matriarca, reacia a cualquier tipo de afecto hacia sus hijos, fruto de su desprecio a todo el género masculino. Además, carecían también de un referente paterno sólido (demasiado ocupado pasando los días en la taberna del pueblo), por lo que Augusta era la máxima autoridad percibida.

Ed Gein pasó sus días púberes leyendo revistas, cómics y libros con elevadas dosis de violencia: desde las viñetas de Tales from the Crypt, hasta relatos sobre los horrores vividos en los campos de concentración nazis. Fascinado por estas lecturas, y teniendo vetada la opción de hacer amigos, este morboso y sádico pasatiempo se convirtió en su forma de evadirse de la realidad, encontrando refugio en cada página en la que se sumergía. Sin duda,  tal tendencia al retraimiento marcarían su comportamiento para siempre.

Las trágicas pérdidas en la vida de Ed Gein

Finalmente, el abusivo padre moría en 1940, cuando contaba 66 años. La muerte de George fue decisiva para que la relación de dependencia de Ed y su madre se estrechara todavía más; algo que no pasó desapercibido para Henry.

Cuatro años después, el hermano mayor fallecía en un incendio aparentemente accidental, cuando él y Ed estaban quemando rastrojos en el terreno adyacente a la granja. A pesar de que la causa de la muerte en el informe de defunción constó como “asfixia”, se obvió que su cuerpo presentaba fuertes golpes en la cabeza, seguramente ocasionados pre-mortem.

Un año más tarde del incidente, Augusta Gein dejaba este mundo por las consecuencias de un ataque al corazón que había sufrido meses antes y que la había dejado impedida, quedando a cargo del servicial Ed. Tras lo ocurrido, Gein  cerró la puerta de la habitación de Augusta con llave para que nadie pudiera acceder al interior, en un intento por mantenerla tal como ella la había dejado y preservarla así, como una estampa congelada en el tiempo.

Aunque Ed Gein era ahora libre de vivir la vida que siempre le había sido negada, la marcha de su madre le dejó un vacío tan grande que éste se negaba a aceptar su pérdida, de modo que  empezó a alimentar la ilusión de que su madre seguía viva.

Los crímenes del carnicero de Plainfield

Si bien podríamos hablar de tres, si contamos el “accidente” que le costó la vida a su hermano mayor, a Ed Gein se le considera responsable de dos asesinatos.

La desaparición de Mary Hogan

Fue el 8 de diciembre de 1954, cuando uno de los vecinos de Plainfield reparó en que la taberna regentada por Mary Hogan estaba desierta, que a esas horas siempre estaba abierta. Lo que alarmó a Seymour Lester fue el reguero de sangre que había detrás de la barra y que discurría hacia la parte de atrás del local. En el exterior, el rastro conducía hasta unas marcas de neumáticos en la nieve, que se alejaban del lugar.

De repente, Plainfield, el lugar donde nunca ocurría nada fuera de lo habitual y que nadie sabía situar en un mapa, acaparaba todas las portadas de los periódicos locales al convertirse en el escenario de un crimen que amenazaba con desestabilizar los pilares del tranquilo estilo de vida americano, hasta ese momento considerado casi ideal.

El asesinato de Bernice Worden

Después de aquello, la calma parecía haber vuelto a Plainfield. A nadie le extrañaron los comentarios de Ed Gein cuando conversaba con otros vecinos acerca de lo que le podría haber ocurrido a Mary Hogan, cuando decía cosas como “no está desaparecida, ¡está en mi granja!”. Ante la falta de pruebas, la tabernera pasó a engrosar la lista de desaparecidos.

Sin embargo, el horror volvía a azotar al pequeño pueblo de Wisconsin. Ocurrió el 16 de noviembre de 1957, cuando Ed Gein mató a la propietaria de una ferretería llamada Bernice Worden. Armado con un potente rifle de caza, el ermitaño granjero le descerrajó un tiro en la cabeza y trasladó el cadáver hacia la trastienda, donde estaba su camioneta preparada para huir de la escena del crimen.

No obstante, el asesino había dejado una prueba que le delataría: su nombre constaba en el registro de la contabilidad que la dependienta llevaba, a quien le había comprado líquido anticongelante antes de asesinarla.

Se destapa la verdad

Aquella pista fue suficiente para llevar a la policía hasta la vieja granja de los Gein. Sin embargo,  poco se imaginaban que lo que iban a encontrar en el lugar era todo un “Museo de los Horrores” que revelaría una inquietante verdad.

Los macabros hallazgos en la granja de Ed Gein

Al registrar la zona, los agentes dieron con el cadáver de Bernice Worden cuando entraron en el cobertizo de las herramientas:  el cuerpo apareció decapitado, desnudo y sin ropa, colgado de ambos talones de una viga. En una macabra obra de carnicería, Ed Gein había conseguido extraer las vísceras a través de un profundo corte que iba desde el pecho hasta el abdomen, dejando únicamente la carcasa exterior. La cabeza y las tripas estaban metidas en dos bolsas de esparto, cerca de allí.

El mausoleo de la muerte

Una vez dentro de la casa, salió a la luz la sádica colección que Ed Gein guardaba. No sólo se confirmó que el granjero había estado viviendo entre la inmundicia más absoluta, sino que además descubrieron que había fabricado una colección de muebles, utensilios y objetos a partir de restos humanos que parecía no tener fin.

En esta lista de objetos, figuraban, entre otras cosas:

  • Piezas de vestir confeccionadas con piel humana

  • Sillas cuyos respaldos y asientos también estaban forrados con pieles de cadáveres

  • Varias máscaras de piel desollada de una pieza

  • Cráneos humanos enteros y sin la tapa de los sesos que se habían utilizado como cuencos soperos

  • Cajas llenas de huesos

  • La cabeza de Mary Hogan, la primera víctima, dentro de una bolsa

  • El corazón de Bernice Worden en una olla hirviendo

  • Una vagina pintada de color plata, decorada con dos lazos rojos

Con una mezcla de amargura y alivio, las autoridades por fin podían respirar tranquilas, pues con la detención de Gein, salió a la luz no sólo que él era el culpable de las desapariciones; sino que también era el causante de los saqueos de tumbas que hacía años venían ocurriendo en el cementerio de la localidad y que habían sido atribuidos a simples vándalos.

Las fantasías de Ed Gein

Aquella oda a la muerte, sumada a todo el muestrario muebles revestidos de huesos, y a los montones de basura que había acumulados por el lugar, no eran más que un reflejo del caos que reinaba en la cabeza del desequilibrado solitario.

En su extensa confesión en comisaría, Ed Gein reconoció una imperiosa necesidad por acudir al camposanto y llevarse de ahí los cadáveres de mujeres que le recordaban a su madre. Admitió que leía las esquelas en los periódicos y, cuando se enteraba de la muerte de alguna señora que le recordara a Augusta, iba esa misma noche aprovechando que la tierra todavía estaba blanda para exhumar el cuerpo.

Tan obsesionado estaba con ella, que decía escuchar su voz al oído, que le instaba a matar a las mujeres que llevaban un estilo de vida pecaminoso y contrario a los valores que ella le había impuesto con puño de hierro. Al final, una vida alejada de todo contacto humano, junto a sus delirios y alucinaciones cada vez mayores, provocaron una ruptura de Ed Gein con la realidad que le llevó a fantasear con la idea de devolver a su madre a la vida. Pero su plan iba más allá: Ed quería ser su madre.

Los sentimientos de amor-odio hacia Augusta, sumados a su desarrollo psicosexual desajustado y tardío, reprimido fuertemente durante años; le generaron un conflicto interno que combinaba el desprecio y la admiración por su madre, hasta el punto que le empujaron a tratar de ser ella por todos los medios: admitió haber elaborado un traje de piel de mujer en el que se enfundaba por las noches, paseando por la casa imitando la voz y gestos de Augusta, sentándose en su butaca y manteniendo conversaciones con sus dos yo.

La influencia de Ed Gein en la cultura pop norteamericana

Ed Gein fue recluido en una institución geriátrica para enfermos mentales en Mendota, en California, en 1984. Nunca se libró de las alucinaciones en las que escuchaba la voz de su madre.

Tal vez no fuera el asesino con mayor número de víctimas, pero el caso Gein fue un mazazo directo al corazón de América que inspiró a escritores y directores de cine para crear a algunos de los antagonistas más destacados de la ficción:

1. Norman Bates (Psicosis, 1959)

El protagonista de la novelade Robert Bloch, posteriormente llevada al cine por el gran Hitchcock, se gestó utilizando elementos de la biografía de Ed Gein en lo que a la malsana relación que mantiene con su “madre” se refiere, claramente dominante y despótica con él.

2. Buffalo Bill (El silencio de los corderos, 1988)

El asesino en serie de la obra de Thomas Harris es un sádico que despelleja a sus víctimas, todas ellas mujeres de rasgos físicos parecidos, para confeccionarse vestidos. Además, tanto en el libro como en el film de 1991, se nos revela que se trata de un sujeto frustrado que no puede llevar a cabo su plan de cambiarse de sexo.

3. Leatherface (La matanza de Texas, 1974)

Uno de los asesinos del cine de terror más emblemáticos también toma referencias del caso de Ed Gein.

Leatherface (“Cara de cuero”), oculta su rostro tras varias máscaras de piel humana, cada una de las cuales le sirve para desempeñar los roles femeninos ausentes en su familia de caníbales. Junto al resto de miembros, antiguos trabajadores de un matadero, vive en una casa cuyos muebles principales están decorados con huesos humanos y de varios animales.